Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

sábado, 21 de enero de 2023

Un llanto en el desierto

¿Fue alguna vez rechazado por alguien?  (Génesis 21:8-21)

¿Fue echado de su hogar porque su presencia le molestaba a otros? Bueno, si así fue su caso, esta historia le va a ayudar. Y todo esto porque la Biblia es un libro de esperanza. Es un libro lleno de historias de amor, de poder, de fe y de gloria. 

Esta era la condición de Agar, quien fue echada al desierto junto con su hijo Ismael después del  pleito en la tienda de Abraham. En nuestro texto, Abraham se debatió entre dos familias. Amaba mucho a sus dos hijos, Ismael e Isaac. Pero su esposa lo puso entre la “espada y la pared”  y tuvo que tomar una decisión, eligiendo a Sara e Isaac. Así que con todo el dolor de su corazón echó a la  esclava y a su hijo Ismael al desierto de Beerseba. 

Pero como esta historia está llena de esperanza, Dios oyó el llanto del muchacho. El desierto no ocultó a Agar y el muchacho de Dios.  Muchas preguntas vendrían a la mente de Agar en ese momento. ¿Por qué mi ama me dio a su esposo para darle un hijo y ahora me rechaza? ¿Por qué Dios  permitió esta “injusticia” conmigo y mi hijo? ¿Por qué llegamos a este desierto para morirnos de sed y de hambre? Pero  Dios no dejó que esas preguntas hicieran perder su esperanza. 

Así que  Dios la alentó  por segunda vez. Ahora bien, ¿qué representa esto para nosotros ahora? Bueno que hay momentos en la vida en que el cielo se nos viene encima y  la esperanza de sobrevivir se ha perdido. ¿Cuál es su desierto hermano? Se dice que toda aventura espiritual pasa necesariamente a través del desierto. Que el desierto es  la prueba de la provisión pero también de la escasez. Como alguien lo definió: “Es lugar donde la realidad se despoja de la apariencia para sacarnos de lo efímero y descubrir lo que realmente es esencial e indispensable”. En Agar vemos el amor de Dios para todos los que han sido objetos de abuso, olvidados y abandonados. El texto nos recuerda que Dios nos va oír siempre donde estemos. Que aun cuando Isaac es el hijo de la promesa, no abandona a Ismael. ¿Qué nos revela este llanto en el desierto?

El llanto en el desierto es atendido por el Dios que jamás desampara a sus hijos

“Y oyó Dios la voz del muchacho…” v.  Dios se hace cargo siempre de nuestros errores. La llegada de Ismael no era lo que él  había planificado para Abraham, pues en todo caso fue el producto de una decisión apresurada de la anciana pareja. Hermanos, nunca ayudemos a Dios en sus planes tomando una decisión que no ha sido revelada por él. Pero nuestros errores no quitan la misericordia divina.

Dios había decidido cumplir su plan con la llegada de Ismael. Así que al final Dios oirá el “llanto del desierto”. El llanto de Ismael tuvo que ser muy fuerte, audible y de gran lamento. No solo anhelaba el agua para satisfacer su sed, sino que anhelaba la voz y el abrazo de su padre. Él no tuvo la culpa de venir en esa condición. Él no era el responsable que se le estuviera privando de su primogenitura y su herencia. Así que es allí, en el desierto, y debajo de aquel árbol donde llora su pena, su tragedia y su futuro. Pero Dios oyó su oración. Amados, no hay un clamor que Dios no oiga. No hay una pena que él no conozca. Bien pudiéramos llegar al más insoportable sufrimiento; a la más prolongada condición física o del alma, pero donde estemos él oirá “la voz del muchacho”. Dios siempre oye nuestra oración.

“Entonces Dios le abrió los ojos…”¿Por qué Agar no había visto la fuente da agua antes? Bueno, cuando se llora demasiado los ojos se llenan de lágrimas y eso pone una visión borrosa. Las terribles pruebas de la vida oscurecen todos nuestros sentidos y no nos dejan ver las bendiciones de la provisión de Dios en esos momentos.

Vea este cuadro. El hombre en su escasa provisión solo  ofrece un odre lleno de agua para el camino. Eso habla que el hombre en si es escaso. Nos revela que las provisiones humanas tienen el sello de lo perecedero, de lo temporal y transitorio. Pero vea ahora el otro escenario.  Dios es quien  provee de una fuente en el desierto. Allí, en ese lugar, donde más deseamos del “agua viva”, es cuando vemos la provisión divina. Dios le abrió los ojos a Agar porque estaba cegada por su dolor e impotencia. La tarea de Dios sigue siendo la de abrir los ojos de sus hijos para que vean las bendiciones que al puesto delante de nosotros para que no perezcamos.

 Agar necesitaba una nueva visión para que entendiera que su Dios cumpliría su promesa en ella. Las lágrimas del sufrimiento pueden llevarnos a una renovada visión. Dios nos mostrará una fuente donde el agua del odre se ha acabado.

 “ Y Dios estaba con el muchacho; y creció… Dios le había prometido a Agar que haría de su hijo una gran nación. Así fue la promesa: “Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación” v. 18. Note todo lo que Dios hace con aquellos que lloran su tragedia y lamentan su condición. No sólo él oye y provee, sino que se asegura en darle a nuestra vida una esperanza segura. Dios acompañó a Ismael por el resto de su vida. De él vendría la gran nación árabe hasta el día de hoy. Así que, si de Isaac vino el gran pueblo de Israel, de Ismael vendrían “beduinos del desierto”. Ese pueblo, al igual que Israel, son hijos de Abraham, e históricamente han sido muy bendecidos. El llanto del desierto no se pierde en toda su anchura, pues Dios lo oye. He aquí la promesa. Nadie que forme parte del plan de Dios perecerá. Él nos acompañará por todo el gran desierto de nuestras vidas. Esa es su promesa.

“Y le faltó el agua del odre… Y ella se sentó… y alzó su voz y lloró” (vv.15, 16). Pero este  llanto de dolor encuentra una respuesta divina: “Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está” 

¿Hay alguno de ustedes en esta condición en esta hora? ¿Le falta agua a tu  odre? ¿Tus esperanzas de salvación se secaron? ¿Te sientes solo en el desierto de este mundo? ¿Has alzado tu voz y has llorado por  tu situación sin esperanza? 

Si así vives, ¡entonces hay esperanza para ti! El “ángel de Dios”, que  es el mismo Cristo preencarnado, vino a Agar en su miseria mientras lloraba. “Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua…” (Gn. 21:19). ¡El muchacho bebió y Agar bebió, y se saciaron! Cristo sacia  la sed del alma (Jn. 7:37). Si hay un llanto en tu corazón que no ha sido satisfecho dile al Señor que abra tus ojos para ver la fuente. En el desierto de tu vida, el Señor calma tu sed. Jesucristo es el agua viva que calma tu sed.

Fuente: https://entrecristianos.com/

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