Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Orgías, banquetes y excesos: así era la descontrolada fiesta romana que dio nacimiento a la Navidad


La festividad en honor a uno de los principales dioses romanos, Saturno, empezaba en torno al 17 de diciembre y se prolongaba hasta el 25 de diciembre

Sabemos que la Navidad se celebra en conmemoración del nacimiento de Jesucristo, figura que dio origen a la religión cristiana. También sabemos que este mítico profeta nació en un pesebre, que su madre, María, era virgen y que tres reyes de Oriente le trajeron regalos. Sin embargo, toda esta información proviene casi exclusivamente de los textos bíblicos y allí no hace referencia a la fecha exacta en que nació Jesús. Entonces, ¿por qué celebramos su cumpleaños en estas fechas?

La palabra “Navidad” viene del latín nativitas (nacimiento). Existe constancia histórica de que la fecha 25 de diciembre fue instituida como celebración religiosa allá por siglo cuarto d. C. por los dirigentes catolicos.

En aquella época, esta religión estaba en su apogeo, pero todavía no era el credo hegemónico en el imperio romano, en el que seguía extendida la devoción a los dioses romanos. Uno de ellos, Saturno, era el segundo más importante para los romanos, solo por detrás de Júpiter. Precisamente en honor de Saturno, cada 25 de diciembre daba comienzo una festividad romana conocida como Saturnalia.

Ahora, la Saturnalia se celebraba en fechas decembrinas, ya que este día coincide con el solsticio de invierno, el punto del año en el que las noches empiezan a ser más cortas y los días más largos en el hemisferio norte del planeta. Este proceso se prolonga hasta que llega el solsticio de verano y la tendencia vuelve a invertirse. Hace 2.000 años, cuando no había comodidades como luz o calefacción, que la luz diurna comenzase a durar más era motivo de celebración.

Asimismo, coincidía con el fin de la siembra de cosechas que serían recolectadas en primavera y verano, de modo que era un buen momento para unas “vacaciones”. De hecho, este fenómeno solar es un hito que tiene una gran importancia en el calendario de otras religiones.

La devoción de los romanos por esta fiesta, que empezaba en torno al 17 de diciembre y se prolongaba hasta el 25 de diciembre, era muy fuerte. El poeta Cátulo se refirió al arranque de esta fiesta como “el mejor de los días”.

A todos los rincones del imperio, que se extendía por toda Europa (incluida España), el norte de África y parte de Oriente Medio, llegaba esta fiesta: la gente se hacía regalos, se organizaban banquetes públicos, se bebía alcohol, los juegos de azar normalmente prohibidos se permitían y los esclavos eran liberados de sus obligaciones durante esos días, entre otras cosas.

Incluso, hay fuentes que indican que se llevaban a cabo bacanales y orgías. De hecho, antiguamente la palabra “saturnal” era empleada como sinónimo de orgía. Actualmente, la RAE mantiene como acepción “orgía desenfrenada”.

Tan amada era esta fiesta que aunque varios emperadores romanos trataron de reducir su duración, no lo lograron, a pesar de su poder.

Los jerarcas de la pujante iglesia católica decidieron allá por el año 330 d.C, algunos años antes del decisivo Concilio de Nicea, que Jesucristo había nacido un 25 de diciembre, haciendo coincidir así las fiestas navideñas con la Saturnalia pagana.

De esta forma, la religión católica se hacía más atractiva para los romanos, ya que no les exigía que renunciasen a su fiesta favorita, sino que solo le daban un nuevo envoltorio religioso.

Fuente: https://www.iprofesional.com

sábado, 17 de diciembre de 2022

¿Jesús era rico o pobre?

Este ensayo es realizado para analizar con certeza la condición económica real que tuvo Jesús según el Nuevo Testamento

La teología, pero sobre todo bajo el sentido común de las enseñanzas de Jesús, también de que como personas inescrupulosas se aprovechan de cierta manera para lucrarse con engaños.

Con el tiempo he escuchado a muchos líderes religiosos, que aseguran que Jesús era rico, también he escuchado varias versiones que ellos utilizan para «probarlo» pero para mí, estos son verdaderos estafadores de la fe, ni siquiera se han tomado el trabajo de tergiversar las Escrituras, directamente y con total hipocresía hablan de las riquezas terrenales de Jesús, haciendo caso omiso de lo que se dice en realidad en las Escrituras.

Estos religiosos fraudulentos, mienten a las personas para justificar sus propias riquezas terrenales, riquezas que han conseguido engañando a las personas con pasajes sacados de contexto, dados a medias y suposiciones que nada tienen que ver con los evangelios de la Biblia y la vida que vivió Jesucristo.

Voy a demostrar doctrinalmente que Jesucristo fue pobre; que los apóstoles eran pobres; y que todo aquel que quería seguir a Cristo, se convertía, tarde o temprano en pobre, si era rico lo dejaba de ser inevitablemente. (según las cosas temporales del mundo, pero ricos espiritualmente y en las cosas de Dios.)

Jesús y José

Para aclarar, cuando se dice «pobre» no se está diciendo que Jesús haya sido un indigente, hay que notar que en esa época, solo existían dos clases sociales, los ricos y los pobres, lo que estoy diciendo es que no era rico, es decir, que no tenía las riquezas terrenales que estos «líderes religiosos» dicen que tenía y que ellos sí tienen. En esa época el trabajo de carpintería era un trabajo bueno y reconocido, pero no era como el de recaudador de impuestos o los dueños de los viñedos, que contaban con varios empleados y terrenos, características propias de un rico de la época, así como no se dedicaban al trabajo manual sino más bien  a la administración. Lo que es seguro es que era auto suficiente como los apóstoles.

Esto último, debido a que los «religiosos» que hablan del «evangelio de la prosperidad» engañan a las personas haciéndoles creer que pueden llegar a ser ricas si primeramente «siembran» . Claro que esta «siembra» debe hacerse en los bolsillos de estos «lideres», los cuales sí se enriquecen, pero no por bendición de Dios; sino por estafar a las personas. La verdadera cosecha de lo que sembramos es cuando lo hacemos para nuestro bienestar y el de los demás, no el del que nos dice que le debemos dar, como si compráramos las bendiciones. Una verdadera cosecha de prosperidad es la bendición de la familia, la salud, y las necesidades básicas.

Respecto a tener riquezas terrenales (como las que estos ellos dicen que sí tenía el Señor) podemos leer el siguiente pasaje: «No os hagáis tesoros en la tierra…» (Mateo: 19)

Toda persona que haya escuchado a algunas de estas persona debiera tener en cuenta lo que dice el apóstol Pedro: «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas» (2 P: 2:1-3) Jesús no nació en un palacio, nació en un pesebre, es decir en un lugar en donde solo podía estar, siendo su familia pobre. Porque si sus padres (María y José) hubiesen tenido dinero, de seguro hubiesen encontrado un lugar donde resguardarse.

Pero veamos lo que dice la Biblia: «Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.»(Lucas: 2:6-7)

Como puede verse en el relato de Lucas, María no estaba rodeada de sirvientes ni comodidades cuando Jesús nació. Ella no tenía sirvientes pues era de condición humilde.

Por otra parte, María, después de los días de purificación, debía ofrecer un cordero y un palomino para expiación, (según la tradición Judía) eso es lo que mandaba la ley. Esto lo podemos comprobar en el siguiente pasaje del libro de Levítico. «Cuando los día de su purificación fueren cumplidos… traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión… y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos…«(Lv:12:6-8)

Esto es lo que la ley indicaba, debían llevar un cordero y un palomino; pero si eran pobres, podían ser dos palominos, y eso es lo que presentaron María y José: dos palominos, es decir, la ofrenda de los pobres. Veamos que dice la Escritura: «Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor… y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas o dos palominos.» (Lucas: 2:22-24)

Jesús fue pobre a través de toda su vida en la tierra, todo el evangelio lo demuestra.

De manera que decir que fue rico constituye, no solo una suposición, sino un invento. Una suposición bastante fuera de sentido alguno por cierto. Los falsos maestros autodenominados «ungidos» hablan de la prosperidad económica y de la supuesta fortuna de Jesucristo, solo para tratar de justificar sus mal habidas riquezas, conseguidas con malas intenciones de lucro, auto-consumismo y vanagloria.

En el siguiente pasaje del libro de Mateo se puede comprobar que Jesús en los tiempos que daba de su predicación, no solo no poseía una casa, sino que ni siquiera contaba con una cama en donde acostarse a dormir. «Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde reposar su cabeza.» (Mateo: 8:20) Tal vez alguien piense que este pasaje no dice textualmente que Jesús no tenía una cama, o una casa. Si ese es el pensamiento de alguien, le pregunto: ¿Qué quiere decir ese comentario de Jesús? con ponerse a leer bien las escrituras se puede notar lo que acontecía en ese momento y la misión que Jesús estaba cumpliendo con los apóstoles.

Esta misión de Jesús, inicio a los 30 años, después de ser bautizado por Juan el Bautista, pero porque? porque según la tradición judía, se consideraba anciano a un hombre hasta haber cumplido esa edad, de esta forma el podía predicar según la leyes y estatutos de la época. El dejo su casa y sus posesiones, para hacer la obra que debía cumplir.

Este pasaje demuestra que Jesús era humilde. Demuestra además, que quienes querían seguir a Jesús se verán en la obligación de ser humildes, así como él lo fue. En efecto, si Jesús en algún momento hubiese sido rico; estoy seguro que toda su riqueza la hubiese dado a los pobres. Pues, de no ser así, él mismo estaría contradiciendo su propia enseñanza, la cual podemos comprobar en el siguiente verso:

«Vended lo que poseéis y dad limosna…» (Lucas: 12:33)

Se enseña que toda persona que quiera seguir a Jesucristo, debe ayudar a quienes lo necesitan. Y si Jesucristo hubiese sido rico no hubiese sido «perfecto» como enseñaba a quienes querían seguirlo. Veamos algunos pasajes del encuentro con el joven rico:

«Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, Jesus    anda, vende LO QUE TIENES y dalo a  los pobres…»(Mateo:19:21) «…anda,  vende TODO lo que tienes, y dalo a los  pobres…» (Marcos:10:21) «…vende  TODO lo que tienes, y dalo a los  pobres…» (Lucas:18:22)

En estos pasajes se puede ver claramente que Jesús no puede haber tenido riquezas terrenales, pues de haberlas tenido, su enseñanza hubiese sido contraria a su proceder. Es decir, ¿por qué le diría al joven rico que vendiese todo y lo diese a los pobres, si él no hacía lo mismo con su riqueza?

Es lógico pensar que si Jesús hubiera tenido toda esa «prosperidad material», habría sido atacado por sus detractores, llamándole: hipócrita por pedir hacer algo que el no hizo. Ahora bien, nadie está obligado a desprenderse de sus propiedades para tener tesoros en el cielo, como tampoco nadie está obligado a seguir a Jesús y sus enseñanzas.

Es increíble que alguien pueda siquiera  suponer  que Jesús era rico. Solo una persona que ignora los hechos podría suponer tal cosa, y solo alguien que no lee bien la Biblia puede creer semejante barbaridad, o lo que sucede más comúnmente, el que cree todo lo que le dicen sin estudiar y escudriñar por el mismo.

La Biblia dice que Jesús, siendo rico se hizo pobre; por lo tanto, si era pobre, luego, no era rico! Como dice en las escrituras: «ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.» (2Co:8:9) Si la Biblia dice que se hizo pobre, es evidente que quienes dicen que era rico mienten, o no saben leer. Además está claro que en el pasaje de Corintios, lo que se dice es que fuimos enriquecidos, no en dinero, sino «en fe, sabiduría, espiritualidad y amor «(2 Corintios: 8:7)

Jesús, aun en su muerte fue pobre, pues la tumba en la que fue depositado no era propiedad de él, ni de su familia. Es decir, murió pobre y fue sepultado en una tumba prestada. «Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña…» (Mateo: 27:59-60)

Ahora bien: Si Jesús y su familia eran tan ricos, ¿Por qué su familia lo sepulto en una tumba ajena? Por su parte los apóstoles tampoco eran ricos; y habían dejado todo  por seguir a Jesús, como se puede leer en el siguiente párrafo: «Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido…» (Mateo: 19:27)

Jesús les promete que heredarán muchas cosas, pero en el reino de los cielos: «Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.» (Mateo:19:28-29) Recordemos que en las enseñanzas de Jesús, el no premio con riquezas, sino más bien sus milagros fueron otros; Salud, Caridad, Entendimiento, Sabiduría, entre otros. y nuestro galardón sera en los cielos con Él. como lo dice claramente en versículo anterior, así como lo que debemos hacer para alcanzar la vida eterna.

Por otra parte, debemos destacar que la Biblia no habla muy bien de los ricos, como puede verse en este mismo pasaje: «…de cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.» (Mateo:19:23-24) No está diciendo que un rico pueda entrar al reino de Dios, sino que es difícil por su apego a las cosas temporales del mundo.

Otra de las cosas que se dice de los ricos se encuentra en la epístola de Santiago. Ahí, el apóstol no solo dice que los ricos oprimen a los pobres, sino que blasfeman el nombre del Señor. «¿No os oprimen los ricos, y no son ellos mismos los que los arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?» (Santiago: 2:6-7) Se puede notar bien que el apóstol no está hablando de los ricos que andan por ahí, sino de los ricos que están dentro de la iglesia.

Quisiera señalar que las promesas de Dios para los que creen en su nombre, no son la prosperidad económica; sino la de heredar de su Reino: «Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?» (Santiago: 2:5) Hay una diferencia entre la solvencia y la prosperidad, y también entre la prosperidad y el consumismo. Se debe discernir entre los significados de las palabras y lo que Jesús quiso enseñar.

En conclusión, debemos destacar que la prosperidad económica que prometen algunos de esos «líderes religiosos» fraudulentos no tiene ninguna base bíblica. Lo que se nos promete son las bendiciones de que nada nos hará falta si seguimos los mandamientos y a Jesucristo, y nuestra responsabilidad de ayudar al necesitado cuando tengamos abundancia.

Los que argumentan barbaridades parey-salomonra engañar a los que ignorantemente los escuchan para lucrarse,  harían bien en seguir el consejo del rey Salomón, hombre rico, Dijo: «No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo.» (Pr: 22:4-5)

Es muy sencillo pensar que Jesús hubiese traicionado sus principios si hubiese sido rico, pues, ¿qué haríamos con la enseñanza de Mateo: 6:25-34?

«Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en granero; y vuestro Padre celestial las alimenta.  ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadirá su estatura un codo? Y por el vestido, ¿Por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.

Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se hecha en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas.

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.»

Aunque él no poseía riquezas, su Padre lo alimentaba y lo vestía porque él era un hombre de fe que vivía de acuerdo a los principios divinos. Algunos dicen que su túnica era muy valiosa y por eso suponen que era muy rico. Ante esto tengo que decir que tal vez la túnica era muy valiosa, lo cierto es que no lo sabe nadie, pues las Escrituras no lo dicen; por lo tanto, decir que era valiosa solo constituye una suposición.

El hecho de que los soldados se la hayan disputado solo confirma la profecía de los salmos (Salmo: 22:18) pero no indica que se la disputaban por ser costosa. Además era una tradición romana el disputarse en un juego las posesiones del que iba a ser juzgado, y también tomar en cuenta que después del flagelo que paso Jesús antes de su crucifixión, es muy probable que estas ropas estuvieran en mal estado.

Entonces hay preguntas muy obvias que deberían hacerse los que creen en un Jesús rico. Como por ejemplo:¿Si tenía tanto dinero por qué le dijo a Pedro que fuese a pescar para pagar el tributo al templo? (Mateo:17:24-27) ¿Por qué si tenía tantas riquezas le dijo  al joven rico que vendiese todo y se lo  diese a los pobres? (Mateo:19:21) ¿Hay algún versículo en la Biblia que nos haga suponer positivamente que Jesús tenía muchas riquezas terrenales?

«Y tan benignamente os ha favorecido la mano de la providencia, que habéis obtenido muchas riquezas; y porque alguno de vosotros habéis adquirido más abundantemente que vuestros hermanos, os envanecéis con el orgullo de vuestros corazones, y andáis con el cuello erguido y la cabeza en alto por causa de vuestras ropas costosas, y perseguís a vuestros hermanos porque suponéis que sois mejores que ellos».

«Y ahora bien, hermanos míos, ¿suponéis que Dios os justifica en esto? He aquí, os digo que no; antes bien, os condena; y si persistís en estas cosas, sus juicios os sobrevendrán aceleradamente».

Fuente: https://opinionuniversal.wordpress.com/

viernes, 16 de diciembre de 2022

Los reyes magos ¡existieron o son un mito?

Las cinco grandes mentiras históricas sobre los reyes magos que te han hecho creer durante décadas

Las leyendas sobre Melchor, Gaspar y Baltasar son incontables. Se dice que eran tres, que uno de ellos era negro y que eran magos... ¿Cuáles son reales y cuáles no?

Quedan pocas (muy pocas) horas para que Melchor , Gaspar y Baltasar comiencen el largo viaje que les llevará por todas las casas españolas. Y no solo a repartir regalos, sino también ilusión y emoción entre los más pequeños. Todos sabemos que, esta noche, todo es posible. No obstante, en la actualidad son pocos los que saben dónde se separan tradición e historia en lo que respecta a Sus Majestades , los Reyes Magos . ¿Eran tres astrólogos persas que visitaron Belén? ¿Qué pasó con ellos después de que entregaran sus presentes?

El origen de la leyenda de Sus Majestades lo encontramos en la Biblia. Su artífice fue, para ser más exactos, Mateo . El Apóstol fue el único de los autores del libro sagrado que dejó constancia de la existencia de estos personajes en las crónicas. En sus textos afirma que, después de que Jesús naciera en Belén «vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle». No señalaba, por tanto, ni el número concreto de Sus Majestades, ni su raza.

Si el apóstol no hizo referencia al número exacto de Reyes Magos que llegaron a Belén... ¿Por qué la tradición dicen que son tres? El nacimiento de este mito se lo debemos al «Liber Pontificalis» (una recopilación fechada en el siglo IX de varias historias y leyendas relacionadas con la religión catolica). La cifra (basada en las creencias populares) fue oportuna y -presumiblemente- nació debido al número de regalos citados por el apóstol. Todo ello, sumado a la relación que tenía el número con la Santísima Trinidad. Así lo afirma el investigador histórico Omar López Mato en su obra «A su imagen y semejanza. La historia de Cristo a través del arte».

Por su parte, el historiador José Javier Azanza López ofrece (en su dossier «¡Ya vienen los Reyes! Historia, leyenda y arte en torno a los Magos de Oriente» ) una nueva visión del origen de la cifra. Según él, la cifra vendría del siglo III: «En cuanto a su número, si bien existen versiones que recogen entre dos y sesenta magos, en el siglo III el teólogo Orígenes indicó que los Reyes Magos eran tres, número que acabó por imponerse atendiendo a razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, y que fue confirmado por la Iglesia en el siglo V mediante una declaración del Papa León I el Magno en sus Sermones para la Epifanía».

Con todo, esta teoría es solo una de las muchas existentes. Así lo afirma Ariel Guiance (de la Universidad de Buenos Aires) en su dossier «La polémica antijudía en la Castilla Bajomedieval: la historia de los Reyes Magos». En palabras del experto, la tradición oriental habla de 12 magos, mientras que Occidente de 3: «Este número aparece en el Evangelio del Pseudo Mateo y en el Evangelio armenio de la infancia».

Se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar

Una controversia similar existe con el nombre de Sus Majestades. Estos se popularizaron el siglo IX también gracias al «Liber pontificalis». En dicha obra, se estableció que eran Melchor (« Melchior »), Baltazar (« Bithisarca ») y Gaspar (« Gathaspa »).

No obstante, Azanza afirma que ya habían sido nombrados de esta forma antes: «Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecieron por primera vez en el Evangelio Armenio de la Infancia del siglo IV ; pero no serán aceptados definitivamente hasta su inclusión en el “ Liber Pontificalis”, fechado a mediados del siglo IX».

Eran magos

Otras de las controversias que se han generado a lo largo de los años es la utilización de la palabra «magos» por parte de Mateo. Son muchos los expertos que consideran que este término tenía otras acepciones en la época. Uno de ellos es Joao Scognamiglio , autor de «Lo inédito sobre los evangelios» Este afirma en su obra que «el nombre magos no debe ser entendido con las connotaciones de nuestro tiempo, pues en aquella época significaba personas de cierto poderío y que se distinguían especialmente en los conocimientos científicos, sobre todo astronómicos».

El historiador de la religión cristiana James Dixon Douglas es de la misma opinión. señala que, en aquellos años, la palabra mago hacía referencia a una «casta religiosa entre los persas» con gran devoción por la astrología.

Las cinco grandes mentiras históricas sobre los reyes magos que te han hecho creer durante décadas

El término, no obstante, fue adquiriendo la connotación actual aproximadamente un siglo después, cuando empezó a aplicarse universalmente «a los adivinos y a los exponentes de cultos religiosos esotéricos». «Lo más probable es que fueran sacerdotes y astrólogos originarios de Babilonia o Persia , dado que ambos eran grandes centros astrológicos donde los magos eran una casta sacerdotal con mucha influencia», completa Azanza.

Con todo, y como sucede en todas las historias con siglos a sus espaldas, también existen algunos autores como Morton Smith que creen que realmente eran hechiceros.

Venían de Oriente y eran reyes

En todo caso, la primera es la más aceptada y, además, es una teoría que desvelaría otro de los grandes misterios: el enigmático origen de estos Reyes (pues serían persas ). Y es que, una de las primeras veces que se oye hablar de su procedencia es en siglo VII, cuando se dejó escrito en el «Evangelio armenio de la infancia» que Melchor reinaba sobre los persas, Baltasar sobre los indios, y Gaspar, sobre el país de los árabes.

Dixon es partidario también de esta idea: «No se sabe nada de su tierra natal, pero la teoría de que vinieron de Arabia Félix (Arabia del sur) es muy probable». De ser cierto los cabos estarían atados, pues en esa región se practicaba habitualmente la astrología.

Tampoco dice nada Mateo sobre que estos «magos» fueran reyes. ¿Por qué, entonces, la tradición les ha entregado la corona? El culpable de ello es Quinto Septimo Tertuliano . Este escritor romano -padre de la Iglesia allá por el siglo III- llegó a la conclusión de la nobleza de dichos personajes tras leer el Salmo 72 (incluido en uno de los libros sagrados). En él se explicaba lo siguiente: «Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes». Blanco y en botella para el religioso, quien (basándose en esta frase) empezó a denominar a estos personajes «Reyes».

La adoración de los Reyes Magos

Como la magia no era bien considerada por la religión, este apelativo hizo que nuestros protagonistas fueran bien aceptados. Por enésima vez, el ya archiconocido Santiago de la Vorágine logró popularizar esta idea en «La leyenda dorada». Concretamente, el autor dejó escrito que los magos «eran al mismo tiempo reyes y magos» y que, en su país de origen, solían subir a la cima de una montaña para observar los astros.

Baltasar era negro

Como última curiosidad relacionada con los Reyes Magos, cabe destacar que a Baltasar no se le representó como un rey de tez negra hasta el siglo XV. Antes, y tal y como señala Omar López Mato en su obra, fueron mostrados con aspecto occidental y considerados como los descendientes de Noé.

Sin embargo, a partir del siglo XV todo cambió. «Con la intención de simbolizar la universalidad del cristianismo , se diferenciaron e individualizaron; de esta manera, cada uno adquiere rasgos propios que los asocia con las tres edades de la vida y con las tres partes del mundo entonces conocidas: Europa , Asia y África . ¿En qué momento aparece el rey negro en el arte cristiano? Aunque pueden considerarse algunos antecedentes aislados, la Edad Media ignora esta referencia condicionada por el rechazo al color negro que pasaba por ser el del demonio y el infierno. La figura del rey negro sólo se volvió habitual a finales de la Edad Media, y se impone a lo largo del siglo XV, tanto por el gusto creciente por lo exótico, como por las razones simbólicas indicadas».

Fuente: https://www.abc.es/historia

lunes, 12 de diciembre de 2022

Los Judíos y la navidad

Por qué los Judios no celebran la navidad?

La navidad es una de las mayores celebraciones de la religión católica, se conmemora el nacimiento de Jesucristo, el hijo de Dios. Esto es debido a que existe la ferviente convicción de que el nacimiento de Cristo se produjo en la noche del 24 de Diciembre. No todas las personas siguen esta tradición ya que es una festividad netamente cristiana como es el caso de los Judios.

Los judios no creen que Jesucristo haya sido el hijo de Dios. Ellos creen que Jesús es simplemente un profeta más enviado por Dios, por lo cual siguen aguardando la venida del mesías. Paralelamente a la celebración de la navidad en el catolicismo, los judios celebran El Hanuka. El Hanuka no tiene ninguna relación con los acontecimientos de la biblia, sino a una serie de sucesos que ocurrieron tiempo después y que se encuentran registrados en Talmud (Texto central del Judaísmo).

El Halnuka celebra la consagración del templo judío en el año 165 a.c tras haber sido profanado por el monarca Antioco. Durante los 8 días que tomó la consagración del templo, permaneció encendida la manorá (Lampará de 7 brazos caracteristica en el judaismo). Esto se considera un milagro ya que solo había aceite para un día. Este milagro se le atribuye a Yahvé y es por eso que en el Hanuká se emplea el candelabro de nueve brazos. Uno por cada día que Yahvé hizo que el menorá permaneciera encendida.

El el primer día del Hanuka se lleva a cabo una cena con toda la familia, ocasión para intercambiar regalos. Entre las comidas que suelen preparar se destacan los pasteles de patata y buñuelos (Conocidos como Sufganiot). Como los judios no creen que Jesús es el hijo de Dios, no celebran navidad, si no que celebran una de sus fiestas tradicionales.

Fuente: https://medium.com/

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Los abortos son sacrificios al diablo

Ex satanista “HICIMOS ABORTOS COMO PARTE DEL CULTO AL DIABLO”

Los nuevos movimientos satánicos están siendo catalogados como la nueva “religión” en Estados Unidos y gran parte de Europa. La difusión de videos en los noticieros que muestran el tráfico de órganos y tejidos de bebés abortados en las instalaciones de la organización Planned Parenthood, entre otras más, ha demostrado una vez más, la maldad inhumana, diabólica en un sentido analógico del término.

Motivado por tan grande atrocidad, el portal Lepanto Institute, entrevistó al exsatánico Zachary King, que fue un tipo de “sacerdote” de ritos malignos en varias empresas abortistas. El describe cómo se llevaban a cabo estos rituales dentro de las clínicas, mencionando que la Iglesia mundial de Satanás no es la única organización que realiza sacrificios en las clínicas abortistas.

Existen otras organizaciones de brujería, como la Wicca, que están realmente implicados en abortos realizados dentro de estas instalaciones. A veces, invitan a sacerdotes a realizar el ritual abortivo por el mismo director del centro, o por otro funcionario de alto cargo, o a veces el mismo médico es satánico. Al final del día, los grupos satánicos hacen una misa negra, alrededor de la medianoche, que dura alrededor de 2 o 3 horas.

En estos rituales, ofrecen a todos los niños que son abortados ese día a Satanás. No importa el motivo por el que las mujeres hayan optado por el aborto, todos los niños son sacrificados. En el ritual también lanzan hechizos para protegerlos de cualquier oración cristiana. Además, se paga una cantidad de dinero a las personas del mundo político, de las fuerzas del orden, para que protejan la información secreta.

“Muchos de los doctores y enfermeras en estas clínicas, son satanistas. Más de una vez tuvimos niños que sobrevivieron al aborto por las oraciones de personas que oraban afuera de las clínicas. Ahí entendí que no podemos dejar de orar. Satanás es como un cachorro con el collar: si no se acercan a él, no puede morder. Él tiene miedo de un verdadero cristiano que comprende su fe y sabe que se encuentra en una guerra espiritual. No se atreve a luchar contra alguien que tiene la armadura completa”, mencionó Zachary en la entrevista.

Hoy, Zachary ha abandonado las abominables prácticas que describe por su nueva creencia en Jesús. Actualmente es enemigo del aborto y viene denunciando a las distintas clinicas proaborto y el movimiento anti-vida. Impacto Evangelistico hace un llamado a la oración, manteniendo la alerta contra los ataques del infierno contra la iglesia.

Fuente: Facebook

viernes, 4 de noviembre de 2022

¿Es verdad que son pocos los que se salvan?

Lucas 13, 22-30 La gran respuesta de Jesús

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Jesús le respondió:

Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán.Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’.

Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”. Palabra del Señor.

La pregunta que se le plantea a Jesús es tan antigua como nueva; querer saber si son muchos o pocos los que se salvan más que una curiosidad, busca afirmar un estilo de vida; unos defienden que son pocos y promueven un rigorismo inhumano en la relación con Dios y un estilo de vida rígido y desabrido, concentrado en la perfección personal, con un trato con Dios aparentemente reverencial pero que más bien es lejano y un trato prejuicioso con el prójimo, al que se ve como un pecador y un potencial peligro para la propia salvación; otros dicen que son muchos los que se salvan para justificar una vida disipada, permisiva, centrada en la satisfacción personal, ciega y sorda a la voz de Dios y a las necesidades de los hermanos.

El mensaje de nuestro texto es tan sencillo como exigente: no basta ser hijo de Abraham para salvarse, es necesario acoger el mensaje del Reino y convertirse. La conversión no es algo teórico que se acepta con la cabeza sin repecutir en el comportamiento diario. La conversión es una decisión que trastoca los criterios que orientan nuestra vida, pide una conducta nueva y un modo nuevo de relacionarnos con Dios, con la personas, con las cosas y con la creación entera

Como hemos visto hasta ahora, en el camino, diferentes personajes plantean a Jesús preguntas y requerimientos a los que no vacila en contestar, en ningún caso deja de responder, su mensaje es siempre coherente y no se detiene si lo que tiene que decir resulta incómodo. No quiere engañar a nadie con falsas ilusiones

Un desconocido le plantea una de las preguntas más debatidas en la época: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan

Jesús aprovecha la idea central de la pregunta y lleva a sus oyentes a situarse en un nivel de comprensión más profundo. No da cifras ni aproximaciones, a lo más dice un «muchos tratarán de entrar y no podrán», pero no como una sentencia definitiva sino como una advertencia para estar pendientes y que esto no suceda. Jesús se distancia del mundo de especulación y se concentra en lo que es necesario para salvarse, diciendo implícitamente que todo el que quiera podrá ser salvado, siempre y cuando oriente su vida en esa dirección: obrar según la justicia, o lo que es lo mismo, configurar la propia vida en la de Jesús.

Para explicar esto, Jesús se vale de dos imágenes, la de la puerta estrecha y la de la puerta cerrada y mediante un proverbio hacer la aplicación de la enseñanza.

La puerta estrecha

Leemos en nuestro texto: «Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán»

La imagen de la «puerta estrecha» es una figura. Sería una torpeza quedarnos con la inquietud de calcular su anchura; tampoco que sea una puerta con obstáculos para entrar por ella; mucho menos que haya que usar la violencia para entrar por la fuerza imponiéndose sobre otros que al mismo tiempo pretenden entrar. Lo que la imagen nos quiere decir es muy simple: que hay que esforzarse, que los buenos propósitos no son suficientes, que hay algo que «hacer» antes para poder entrar.

Hemos aprendido de Jesús que una persona no se salva con sus propios esfuerzos, pues nadie se salva a si mismo; todos somos salvados por Dios, pero la salvación no se logra sin nuestra participación; no sirve la pasividad. Dios quiere salvarnos, pero su voluntad no pasa por encima de nuestra libertad y responsabilidad.

La idea de fondo del verbo «esforzarse» se refiere al esfuerzo intenso que concentra todas las energías de una persona en función de un objetivo. Es como el esfuerzo que hace un deportista para ganar la competencia. Aplicado a la imagen de la puerta estrecha se refiere a la manera como se entra, que requiere canalizar las mejores energías para vivir conforme a las exigencias del Reino no deseando otra cosa que alcanzar la comunión con Dios, superando los obstáculos y distinguiendo lo que es prioritario de lo que es secundario.

Jesús advierte que «muchos tratarán de entrar y no podrán»; se le había preguntado si eran pocos los que alcanzarían la salvación y por respuesta dice que «muchos» no lo lograrán. En principio nadie es excluido de la salvación universal, ¿por qué dice Jesús que muchos no podrán entrar? Se trata de una manera de decir que mucha gente que no quiera entrar ahora, muy probablemente querrá hacerlo más tarde, pero entonces ya no lo logrará. Esto se ilustra con otra imagen.

La puerta cerrada

Leemos en nuestro texto: «cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta» El esfuerzo al que se ha referido hasta ahora Jesús, debe ser oportuno, a tiempo, pues un día, con nuestra muerte, la puerta se cerrará y ya no será posible hacer nada. No disponemos del tiempo de una manera indefinida.

Es Dios quien cierra la puerta, no nosotros. La hora de la muerte se escapa de nuestro control. De ahí que haya que estar siempre preparados.

Jesús describe con dramatismo la solicitud fuera de tiempo para entrar: «se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’». Ya no es tiempo de tocar la puerta. Con esto se indica la seriedad del tiempo presente; no tenemos soberanía sobre el tiempo; no conviene aplazar la conversión, desde el principio hay que comenzar a vivir el itinerario que nos lleva a Dios. Es una mala decisión dejar para el tiempo de la vejez la preocupación por la salvación.

La respuesta del Señor a la solicitud extemporánea: «No sé quiénes son ustedes’» se repite dos veces. Es una expresión que se utilizaba en el veredicto de excomunión israelita; con ella se declaraba la desvinculación de la comunidad y la ruptura de toda comunión personal con quien era desconocido.

Para participar en la comunión con Dios se exige la identificación con Él; por eso, no basta comer y beber con el Señor, no basta escuchar su predicación si ello no lleva a la conversión: «Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal...»; estas palabras excluyentes indican que no sólo no hay comunión externa, sino que no hay comunión de vida con Dios; el que hace el mal desprecia la voluntad de Dios, no se compromete con la justicia del Reino, no comparte el estilo de vida de Jesús ni pone en práctica sus enseñanzas.

¿Por qué si Dios es bueno, esa voz tajante de rechazo? Porque Dios no comparte nuestras injusticias. Si una persona no quiere vivir en comunión con la voluntad de Dios, como puede querer aspirar a vivir la comunión definitiva de vida con Él. Dios no excluye a nadie, cada uno es quien se auto excluye. La comunión con Dios comienza a partir de la comunión con su querer. Una persona que lo rechaza se excluye a si misma de la salvación. La salvación consiste en la comunión eterna con Él que es la fuente y la plenitud de la vida.

«Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.» Los excluidos de la salvación, verán lo que pasa en la sala del banquete, que es el símbolo del Reino definitivo. Se contraponen dos escenas: el llanto amargo de los excluidos y la comunión festiva de los salvados.

Los rechazados sumidos en la más intensa soledad lloran de manera inconsolable la ocasión perdida y la humillación. El «rechinar de dientes» describe la rabia amarga, consigo mismos.

La vida eterna es presentada como una fiesta comunitaria con el Señor en el Reino de Dios. La imagen de la mesa compartida destaca la profunda intimidad con Dios y la participación de su vida. No sólo con Dios, sino también con los demás. La comunión con Dios y los demás es plenitud de alegría y fiesta. La salvación es el máximo de la felicidad.

Los que quedaron fuera de banquete repasarán con su mirada a los comensales, la comunidad de los salvados y distinguirán a tres grupos de personajes: a los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob; a los profetas y a gente proveniente de los cuatro puntos cardinales, es decir, de todas las naciones de la tierra. Aprendemos así que la plenitud y riqueza de nuestra vida humana consiste también en la plentud y profundidad de nuestras relaciones con las demás personas. Con la muerte, las relaciones humanas no se acaban sino que alcanzan su máximo nivel de profundidad.

Hay un detalle más. La linea de continuidad que hay en la historia de la salvación que comienza con Abraham y que se extiende a partir de Jesús, a todos los pueblos de la tierra; todos los que entran en el Reino inaugurado en Jesús se hacen miembros del pueblo elegido y éste se hace uno solo, a través de la Alianza con Dios, con todos los pueblos de la tierra, pues todos: «participarán en el banquete del Reino de Dios».

Jesús quiere ganar nuestro corazón, pero no lo hace a costa de diluir el mensaje del Reino que al mismo tiempo que gratuito es exigente; Jesús jamás tratara de agradarnos para tener nuestra adhesión; su amor le hace decirnos siempre la verdad, aunque estas lleguen a incomodarnos porque confrontan nuestro estilo de vida.

El mensaje no podemos pensarlo dirigido a quienes quieren hacerse discípulos de Jesús o a quienes apenas lo conocen; más bien se dirige a quienes ya entraron en contacto con él, que lo conocen y se han relacionado con él a través de la predicación, diciéndoles que la salvación no está asegurada por el hecho de ser israelita o por llevar el título de cristiano. No basta con haber pertenecido al pueblo de Dios por la circuncisión, ni con ser cristiano por el bautismo; tampoco basta con haber enseñado o hablado, si la palabra no ha ido acompañada de un testimonio coherente y no se han tenido entrañas de misericordia.

Muchos cristianos vivimos dentro de la Iglesia convencidos de que éste es el camino seguro que lleva a la salvación, sin tener conciencia de la necesidad que tenemos de entrar por la puerta estrecha de la conversión personal. Ni la iglesia, ni la comunidad, ni la práctica de unas obligaciones religiosas son un salvoconducto. 

El esfuerzo por entrar por la puerta estrecha no significa el rigorismo estrecho y agobiante que roba la alegría de la vida cristiana; si significa la radicalidad de la conversión, de cambiar la orientación del corazón y del esfuerzo por vivir una vida nueva en la que el primer lugar lo tenga Dios y el prójimo

Fuente: https://ecosdelapalabra.com/

viernes, 14 de octubre de 2022

DEBO DEJAR DE PECAR, YO SÉ, PERO ¿CÓMO?

La batalla más grande contra el pecado no es la tentación; ¡son nuestros deseos!


Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. — Santiago 1.13–15 

Como cristianos, la gran verdad que todos nosotros sabemos es que debemos dejar de pecar. Al mismo tiempo, una de las grandes preguntas que existen y que nos hacemos es: pero ¿cómo puedo tomar los pasos adecuados para dejar de cometer esos pecados tan insidiosos que me devoran la vida? He escuchado a muchos contestar esta pregunta diciendo: “¡Tienes que evitar y cortar todas las tentaciones imaginables que tienes en tu vida! Tienes que dejar de andar con esos amigos que te traen esas tentaciones. Tienes que gastar todos tus datos en tu celular para que nunca más veas pornografía”.

Más allá de solo alterar el comportamiento 

Es cierto que todos tenemos nuestras tentaciones, pero es importante entender que este tipo de cambio hacia nuestras tentaciones solamente altera el comportamiento y no llega al problema más grande que reside dentro del corazón. Por ejemplo, uno de los síntomas que se presenta en una persona que tiene cáncer es la tos. Si un médico piensa que el paciente simplemente tiene una gripa y le da un antibiótico para parar la tos, el cáncer nunca se resolverá; es más, llevará a ese paciente a su muerte. 

De la misma manera, si nosotros simplemente cambiamos los comportamientos que tenemos contra las tentaciones, o simplemente intentamos resistir nuestras tentaciones, regresaremos a andar con esos amigos que nos traen una mala influencia cuando ya no podamos aguantar sentirnos aburridos, cuando sintamos la soledad aceptaremos a cualquier hombre/mujer como pareja aunque no sean buenos para nosotros, y cuando sintamos un vacío y la sensación de estar incompletos veremos cosas impuras que no debemos ver aun con o sin acceso al internet. Es decir, regresaremos al pecado, si combatimos la tentación y no la fuente de donde viene el pecado. 

Un deseo desordenado que se debe cambiar

Entonces, ¿qué podemos hacer si combatir contra la tentación o cambiar nuestras acciones hacia esas tentaciones no es la respuesta correcta? Para contestar esto, veamos Santiago 1:13-15. “13 Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. 14 Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. 15 Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.”

Aquí la palabra pasión que Santiago usa en griego es femenina y se traduce literalmente como “un deseo profundo; un antojo carnal” que concibe el pecado. Así que lo que dice Santiago es lo siguiente: El pecado no comienza con tus tentaciones. El pecado surge de tus deseos desordenados, y así, cuando comienzas a desear esas cosas desordenadas que vienen de tu corazón, llegarás a la destrucción espiritual. Al ser atraído y responder a estos deseos que ya viven en tu corazón, el pecado llega a ser concebido y llegas a pecar contra el infinito y grandioso Dios.

La batalla más grande contra el pecado no es la tentación; ¡son nuestros deseos! Por tanto, la pregunta que debemos hacer no es: “¿Cuál es la tentación que debo enfrentar hoy?”, sino que cada mañana debemos hacer la pregunta: “¿Cuál es el deseo desordenado que debo cambiar hoy?”.

Dios permite la tentación por una razón 

En este punto tal vez estás pensando en Mateo 6:13 donde Jesús nos enseña a orar diciendo: “Y no nos metas en tentación, más líbrarnos del mal”. Bien, hay que entender que aquí la palabra “tentación” es como una prueba. Dios sí permite que sus hijos e hijas entren en pruebas, pero nunca nos trae tentaciones como lo vimos en el texto de Santiago 1. Permitir que entremos a la tentación es diferente a traer la tentación para torturarnos espiritualmente. Incluso, lo importante es entender que cuando Dios permite que Sus hijos e hijas entren a estas pruebas, siempre provee un escape a esa tentación que enfrentamos. 1 Corintios 10:13 dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla”.

Entonces, Dios, en su infinito amor, ¿por qué permite que caigamos en estas pruebas y en las tentaciones que el enemigo nos trae? Porque en medio de esa tentación que Dios permite que nosotros enfrentemos, Él siempre nos muestra un escape. Porque en medio de esa tentación que intentamos resistir —y que no pensamos poder soportar— Dios es tan amoroso para rescatarnos de esa prueba específica, que nos muestra que sí podemos depender en Él. 

Si llegamos a ver esta verdad, empezaremos a depender más en Él y así, resultará en el crecimiento de nuestra fe. En otras palabras, al entender que Él es amoroso, bueno y fiel en rescatarnos y salvarnos de nuestras tentaciones, nuestro deseo desordenado empezará a re-orientarnos hacia Él. Dios no quiere cambiar las tentaciones que enfrentamos, Él quiere cambiar el deseo desordenado que tenemos escondido en el corazón al mostrar que Él sí es confiable y fiel. 

¿Cuál es la tentación que has enfrentado toda tu vida? ¿Cuál es la tentación que estás enfrentando hoy? Deja que los deseos de tu corazón descansen en quien es más valioso que cualquier otra cosa que puede satisfacer en este mundo: Jesucristo. Nada es más importante en tu vida que el despertar tu deseo por Jesús por encima de cualquier otra cosa. El triunfo de las tentaciones se encuentra en tu deseo por tener a Jesús por encima de todos los otros deseos que tienes en tu vida. ¿Cuál es tu deseo hoy? ¿Quién es tu deseo hoy?

Fuente: https://www.stegozoeterno.org

jueves, 6 de octubre de 2022

La Curación de Naamán el inconverso

La lepra de Naamán  2 Reyes 5:1

Hoy veremos la lepra de Naamán y su curación desde la perspectiva del Nuevo T. Su purificación ofrece una clara ilustración de la purificación del pecador del pecado. Luego de conocer los personajes nos ocuparemos de la pregunta por qué la lepra es figura del pecado.

Los personajes principales

Realmente, esta conocida historia es una obra maestra del poder narrativo. Se describe aquí a un número de personas de modo más claro y definido que en la novela más fascinante. Esto no nos sorprende, puesto que es la Palabra de Dios, viva y poderosa. En primer lugar, presentemos a los personajes principales:

Naamán, general del ejército sirio: un hombre muy apreciado y querido a los ojos de ambos su señor y sus criados (v. 1, 13). Ahora bien, tenía un problema imposible de solucionar: era leproso.

Una joven de la tierra de Israel. Vivía exiliada en un país extranjero, pero permaneció fiel al Dios de Israel. Tenía gran fe y amaba a sus enemigos (v. 3). Esta joven queda en el anonimato, pero es bastante notable a causa de sus cualidades espirituales.

El rey de Israel. Su nombre no se menciona tampoco, pero deducimos que era Joram, el hijo del malvado Acab. Era caracterizado por la incredulidad, la exasperación y la sospecha (v. 7).

El profeta Eliseo, el portavoz del Dios viviente. Es el personaje central de este capítulo, y sobresale por su simplicidad y capacidad de decisión hacia ambos los jefes de la tierra y su propio criado Giezi.

Giezi, el criado del profeta. Destaca aquí en agudo contraste con su señor como consecuencia de su ambición, ignorancia y mundanería. Las emociones más profundas de su corazón son puestas al descubierto, como precisamente más tarde un Judas sería dejado en evidencia por el Señor mismo. El capítulo termina como empieza: ¡con un leproso! La lepra de Naamán se pegaría para siempre a Giezi y a su descendencia (v. 27).

Naamán, general del ejército sirio

Naamán era un hombre muy apreciado y popular. Su nombre también significa “agradabilidad” o “amistad”. El respeto que otros tenían por él puede deberse a su carácter de altos principios. Tanto su señor como sus criados parecen haber sido sinceramente comprensivos hacia él (v. 4-5, 13). No obstante, en el primer versículo, el favor de que gozaba estaba relacionado con sus éxitos militares, “porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria”.

Esta última declaración es muy reveladora. Viene a decir, en realidad, ¡el Señor reina! Dios no gobierna solamente a su propio pueblo, sino también a las naciones de la tierra. Y tal es el caso, aunque Su gobierno es con frecuencia incomprensible y Sus caminos inescrutables. Esta es la primera lección que aprendemos aquí. Dios no es un dios local, un dios de las montañas o un dios de las llanuras, o de uno de los elementos. Esto es lo que se pensaban los gentiles; esto es lo que los sirios también creían (1 Reyes 20:23). Pero era un error. Dios es el Dios viviente, el Señor de los cielos y de la tierra. Él sostiene el mundo entero en Sus manos.

Como decimos a continuación, Él usa a las naciones, si es preciso, para juzgar a Su propio pueblo. Aram (Siria) era una vara de disciplina en los días del malvado Acab y sus sucesores. Y Asiria, la potencia mundial que entonces surgía, sería lo mismo en una medida incluso mayor (Isaías 10:5). Aram había ya estado amenazando a Israel desde el norte desde los tiempos de Salomón (1 Reyes 11:25). No siempre habían guerras continuas entre los dos pequeños estados, ya que algunas veces harían tratados de paz (comparar el tratado entre Acab y Ben-adad en 1 Reyes 20:34). Las relaciones entre Siria e Israel en ese tiempo parecían más una paz armada. El mismo caso ocurría aquí, puesto que el rey de Israel vio un pretexto para una nueva guerra en esta carta del rey de Siria (v. 7).

Dios, por lo tanto, usó a este enemigo del norte como la vara de Su furor. Aram significa “alto” o “elevado”. En Aram vemos una figura del mundo como el adversario fatuo del pueblo de Dios, un enemigo convencido de su propia excelencia y que habla de modo autocomplaciente sobre sus propias posibilidades (véase la actitud de Naamán en el v. 12). Si el pueblo de Dios se encuentra a sí mismo en una mala condición, deberá optar por la derrota en su confrontación con el mundo. Y hoy, todavía es este el caso. ¿Somos conscientes de ello?

Suponemos que la victoria de Naamán fue obtenida efectivamente sobre Israel, aunque eso no sea dicho con tantas palabras. Existe una interesante tradición judía que dice que Naamán era el arquero que hirió al rey Acab en la batalla cerca de Ramot en Galaad (1 Reyes 22:34). Otros piensan en una victoria de Aram sobre Asiria. El segundo Libro de Reyes, no obstante, pone de relieve que Eliseo jugó un papel importante en las guerras entre Aram e Israel. El profeta apareció incluso en Damasco y se vio involucrado en el nombramiento de Hazael como rey de Aram (2 Reyes 8:7-15). Todo esto pertenecía al plan de Dios para castigar a Su pueblo que se había desviado, y llamarlos al arrepentimiento.

Naamán,  y su lepra 

el general del ejército sirio, era por tanto un gran hombre. Todo el mundo estaba favorablemente dispuesto para él. Hasta había sido un instrumento en las manos del Señor. Diríamos que tenía éxito en todas las cosas. Pero todo era apariencia. Era únicamente el lado externo de su vida.

Naamán tenía un problema oculto. La bonita descripción del versículo 1 es perjudicada por un grave “pero”. Se dice de modo sorprendente: “pero leproso”. Tenía una enfermedad incurable, y nadie podía ayudarlo. Es posible que la enfermedad estuviese aún en su fase primaria, ya que el versículo 11 habla del “lugar” afectado de su cuerpo. Pero la enfermedad se extendería insidiosamente y cada vez más afectaría varias partes de su cuerpo. Esta era una perspectiva terrible. ¿Qué le aguardaba en adelante? ¿Cómo podría seguir viviendo con este problema? ¿Qué quiere decir la Biblia con la lepra? Parece que ha sido un término amplio, el cual se aplicaba también a los vestidos y a las casas (Levítico 13-14). Según algunas personas, incluía toda clase de erupciones y enfermedades de la piel. Pero la ley tocante a la lepra misma distingue entre la llaga de lepra y la erupción inofensiva (Levítico 13:39). Cuando se refiere a las personas, tendremos que pensar exclusivamente en la lepra, siendo el caso de Naamán y Giezi, y el de Miriam (Números 12).

Sabemos que la enfermedad y la muerte, el dolor y la tristeza, son todos consecuencia del pecado (véase Génesis 3:16-19). La muerte entró en el mundo por el pecado (Romanos 5:12). La relación entre el pecado y la enfermedad es, sin embargo, un asunto muy complicado. Pero referente a la lepra, puede decirse que esta enfermedad ofrece una imagen muy impresionante del pecado y de sus consecuencias mortales, destructivas.

El leproso no era curado por un médico, sino limpiado en presencia del sacerdote. La ceremonia para la purificación, sobre la base de los sacrificios prescritos (entre ellos la ofrenda por el pecado para hacer expiación para el leproso sanado), señalaba la obra de Cristo. 

Cuando miramos al leproso Naamán, vemos en realidad la imagen de nosotros mismos. Podemos tener toda clase de talentos; podemos tener éxito; la gente puede apreciarnos. Aun así, en la vida de todos existe un grave “pero”, es decir, el problema del pecado. La enfermedad del pecado nos afecta y nos arruina. Nosotros solos no podemos solucionar ese problema mortal que destruye nuestras vidas. Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

Un consejo inesperado  2 Reyes 5:2-9

Vimos en el primer capítulo que la lepra es figura del pecado. Veremos ahora cómo una joven de la tierra de Israel mostró el camino de la salvación al general leproso del ejército sirio. Podemos ver aquí que nadie podía ayudar a Naamán, ni el rey de Aram ni el rey de Israel. Los dioses de Damasco tampoco podían poner remedio. La salvación podía solamente encontrarse en el Dios de Israel. Ello explica por qué Naamán tuvo que ir a Eliseo, el representante del Dios vivo y verdadero.

Una joven de la tierra de Israel

Hablando humanamente, el problema de Naamán era imposible de solucionar. Pero por su curación queda completamente claro que la salvación se encuentra en el Dios de Israel. Él solo podía limpiar a Naamán de su lepra. Sí, Él nos salva hasta de los dolores del pecado. Pero tenemos que venir a Él con fe, y no esperar nuestra salvación de los médicos de este mundo (véase v. 11). Es el Dios vivo y verdadero quien nos puede ayudar.

Es conmovedor el hecho de que, una joven de la tierra de Israel, mostrara el camino de la salvación al poderoso general del ejército de Siria. En presencia de su señora, dio muy sencillo testimonio de su fe: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v. 3).

Grupos de atacantes sirios la habían secuestrado y vendido en el mercado de esclavos de Damasco. En realidad, esa era una de las maldiciones que habían sobrevenido al pueblo de Dios. Moisés ya lo había predicho: “Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano” (Deuteronomio 28:32). De tal manera esta joven vino a encontrarse en la familia del general del ejército sirio (v. 2). La mujer de Naamán se había convertido en su señora. Dios permitió esto y también lo planeó de este modo, ya que Él tiene sus propias razones para ello.

Afortunadamente, esta chica no dejó llevarse por los sentimientos o el odio de su nuevo escenario. Pese a su corta edad y a las difíciles circunstancias en que se encontraba en el país extranjero, dio testimonio del Dios viviente y amaba incluso a sus enemigos. Asimismo, nosotros como creyentes somos representantes, embajadores de Cristo, y debemos dar testimonio de la esperanza que hay en nosotros (2 Corintios 5:20; 1 Pedro 3:15). ¿Somos conscientes de este elevado llamamiento?

Esta joven poseía una gran fe en su Dios y en Su profeta. ¿Cómo sabía que Eliseo estaba dispuesto y era capaz de curar al General Naamán de su lepra? Fue sólo su fe que le susurraba al oído. Eliseo había realizado todo tipo de milagros, pero aún no había curado a un leproso. Podemos leer eso en el Nuevo Testamento. Aunque había muchos leprosos en Israel en tiempos de Eliseo, ninguno de ellos estaba limpio (Lucas 4:27). Después de todo, Dios tuvo que castigar a Su pueblo porque servieron a los ídolos. Ni uno de los israelitas fue limpiado aquellos días salvo Naamán el sirio. La gracia de Dios alcanzó así a los gentiles.

De camino hacia el rey de Israel

La mujer de Naamán creyó las palabras de su pequeña esclava fémina y se las comunicó a su marido. Y Naamán se las transmitió a su señor, el rey de Siria (v. 4). Mientras tanto, la enfermedad del general del ejército había trascendido públicamente. Una cosa llevó a la otra, y el asunto fue tratado de manera diplomática (lo cual, en los asuntos médicos también, parece haber sido costumbre en el mundo antiguo). El objetivo era que el rey de Israel se acercaría posteriormente “al profeta en Samaria” quien, al fin y al cabo, era su subordinado según el modelo terrenal.

Naamán tenía unas cartas de su rey, al igual que un regalo generoso. El rey de Siria estaba dispuesto a compartir personalmente sus riquezas a fin de echar una mano a uno de sus mejores súbditos. El regalo consistía de una cantidad de trescientos cuarenta kilogramos de plata, setenta kilogramos de oro y diez mudas de vestidos (v. 5). Eso representaba una fortuna enorme. El oro y la plata tenían un valor de millones de pesetas.

Naamán llegó a Samaria, con las cartas que decían: “Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra” (v. 6). Su llegada ocasionó bastante agitación en la corte del rey de Israel, puesto que vio en esa carta algún tipo de excusa, una provocación de guerra (v. 7). Exasperado, rasgó sus vestidos. Una reacción tan pesimista podía esperarse del rey Joram (véase 3:13). El rey sabía muy bien que él no era un hijo de los dioses a quienes se les podía atribuir el poder de curar (así es como las naciones paganas, demasiado a menudo, contemplaban a sus reyes). Pero, desgraciadamente, tomó el nombre de Dios en vano al decir: ¿“Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?” Realmente esto indica la gravedad de la situación: sólo Dios, quien había enviado la afección mortal, podía dar un remedio y dar vida al muerto.

Eliseo

Según parece, el rey Joram no se acordaba de Eliseo en absoluto, pese a que en aquellos tiempos el profeta fuera el conducto de la bendición de Dios. Dios extendió su brazo de salvación a Israel por medio de Su siervo. Pero el profeta no era honrado en su propia tierra. Por lo visto, Eliseo vivía de nuevo en la capital (véase 2:25; 6:32).

Tuvo que tomar la iniciativa él solo. Así, envió el siguiente mensaje al rey: “¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel” (v. 8b). Entonces Naamán vino finalmente a Eliseo el profeta, quien es llamado también aquí “el varón de Dios” (v. 8a). Ahora había venido a la persona indicada, ya que el varón de Dios era el representante del Dios viviente, quien tiene efectivamente el poder de matar y de dar vida.

Existía aún, sin embargo, otro problema. Naamán era consciente de su elevada posición. Vino en su propia dignidad, “con sus caballos y su carro” (v. 9). Lleno de orgullo permaneció a la puerta de la casa de Eliseo. Pero no podemos venir a Dios de esa manera. Naamán no podía recibir ayuda en sus propias condiciones, sino sólo en las condiciones que Dios le ofrecía. Le fue necesario aprender esto, como veremos. Eso es precisamente lo que cada creyente debe aprender: acercarse a Dios, consciente de su propia indignidad. No tiene sentido que intente medrar o ganar la salvación por mis propios méritos. Debo venir tal como soy, como un pecador perdido, y así es como Dios me aceptará. Lo hace así por gracia gratuita.

Ahora veremos cómo Naamán se humilló y se sumergió siete veces en el río Jordán. Sin embargo, no permaneció en esa “tumba”, sino salió una persona nueva. Este es un ejemplo magnífico para nosotros como cristianos, pues también experimentamos una renovación completa vistiéndonos del nuevo hombre.

Ve y lávate en el Jordán

Eliseo no creyó conveniente hablar con Naamán personalmente. Tenía sus sabias razones para actuar de ese modo, como pronto llegaría a evidenciarse, ya que Naamán tuvo que aprender a humillarse a sí mismo. Su orgullo tuvo que doblegarse. El profeta no salió de su casa, sino simplemente envió un mensajero a él con el mandato: “Ve y lávate en el Jordán siete veces” (v. 10a). A la vez, añadió la llana promesa: “... y tu carne se te restaurará, y serás limpio” (v. 10b). Literalmente dice: “... y tu carne vendrá de nuevo a ti”. Al final, una de las terribles consecuencias de la lepra es que la carne de la persona enferma se consume poco a poco.

Al poderoso general del ejército sirio, no obstante, no le gustó esta orden. Naamán interpretó el mensaje del profeta de improperio a su persona. Había esperado un trato completamente distinto, un ritual complejo, como estaría probablemente acostumbrado con los magos paganos de su país (v. 11). Ciertamente era merecedor de un trato honorable. A pesar de todo, ¿no era él de gran importancia? Por cierto que recompensaría generosamente a Eliseo por sus servicios.

¡Qué orden: “Ve y lávate en el Jordán siete veces!” ¡Qué humillación! ¿No eran los diáfanos y caudalosos ríos de Damasco, el Abana (o Amana) y el Farfar, mejores que el estrecho y cenagoso Jordán? ¿No podía el general haber tomado un baño en su casa? Naamán podría haber ideado ese remedio él mismo (v. 12). No obstante, no quiso abandonar los ríos ni a los dioses de Damasco. Sólo más tarde aceptaría que no había Dios en toda la tierra, excepto en Israel (v. 15). Naamán se enojó y se sintió zaherido. Ya podía oírse la orden a su carrero: ¡Coge las riendas! ¡Nos vamos a casa!

Debió de haber sido una procesión tranquila que empezó allá en una dirección al norte y descendió de las montañas de Samaria. Tal vez ocurrió en un lugar de descanso no lejos del Jordán que los criados de Naamán tuvieron el valor de dirigirse a su señor (v. 13). Lo hicieron con mucho tacto y con el preciso respeto. Ellos honraban a su general como a un padre. Dieron un consejo que no se pidió, pero fue muy acertado y bueno. Si a Naamán se le hubiera encomendado el servicio de hacer algo difícil, ¿no lo habría hecho así? ¿No habría empleado todos los medios posibles para recobrar la salud? Ahora, sin embargo, el profeta había dado una orden sencilla: “Ve y lávate”. ¿Por qué no escuchar aquellas simples palabras del varón de Dios?

Vida nueva en Cristo

Naamán se hace acreedor al querer escuchar las palabras de sus subordinados. No actuó con altivez: “Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios” (v. 14a). Con todo, debió de haber sido muy difícil para él humillarse tanto en presencia de sus inferiores. Tuvo que descender del carro elevado, quitarse la ropa y hundirse en el Jordán. Por añadidura, él no lo hizo sólo por complacer a sus criados. No solamente los escuchó, sino que cumplió con el dicho del varón de Dios, como dice nuestro versículo. Obedeció a Dios.

Este es un precioso ejemplo del camino de la salvación. Debemos ser conscientes de nuestro bajo estado, de nuestra pecaminosidad y de nuestra condición leprosa ante Dios. Debemos humillarnos delante de Él y bajar del “carro elevado” de nuestro orgullo natural y prepotencia. Debemos seguir el camino que Él nos indica en Su Palabra. El remedio divino es que confesemos nuestros pecados, nos despojemos del viejo hombre y nos metamos dentro del río de la muerte. En otras palabras, tenemos que identificarnos en fe con un Cristo que murió por nuestros pecados. No hay otra alternativa para ser salvo, limpio y recibir una vida nueva. “Nadie viene al Padre sino por Mí”

Naamán fue obediente y se sumergió siete veces en el río Jordán. El nombre Jordán significa “ir abajo” o “ir curso abajo”. El río nace entre el Líbano y el monte Hermón y sigue su curso al Mar Muerto, situado muy por debajo del nivel del mar. Esta es una maravillosa figura de la muerte de Cristo, ya que descendió de las alturas despojándose a Sí mismo. Se humilló a Sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte. El número siete habla de la perfección. Naamán tuvo que sumergirse siete veces en el Jordán. Tuvo que ir abajo por completo. Nada podía quedar del viejo hombre. También nosotros como creyentes fuimos sepultados con Cristo a muerte por el bautismo. Hemos sido unidos juntamente con Él en la semejanza de Su muerte (Romanos 6:4-5) Pero Naamán no permaneció en la tumba de agua. Salió una nueva criatura: “... y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (v.14b). Esto es una imagen de la nueva vida que hemos recibido como cristianos. No sólo hemos muerto con Cristo, sino también hemos resucitado con Él a una vida nueva.

En este cuarto capítulo veremos cómo Naamán, después de haber sido limpiado, su deseo era sólo servir al Dios de Israel. Esta es una lección importante para nosotros, pues como cristianos también deseamos servir y adorar al Dios vivo y verdadero.

La nueva vida de gratitud de Naamán

Cuál fue la reacción de Naamán a su curación y purificación? Volvió a Eliseo a fin de mostrarle su gratitud (v. 15a). A este respecto, él es la semejanza perfecta del samaritano en Lucas 17, un extranjero que también se volvió para agradecer a Dios después de ser limpiado de su lepra. Nosotros también deberíamos hacer eso como los redimidos del Señor. Deberíamos caer a las plantas de nuestro Salvador y darle honra por nuestra salvación.

Después de nuestra conversión, deberíamos igualmente mostrar una nueva obediencia. Aquí vemos una figura de ello. No hubo huella alguna de soberbia en Naamán cuando se volvió al varón de Dios, él y toda su compañía. No permaneció sentado en su carro, como hiciera en su primer encuentro, sino fue a la casa del profeta. Muy abyecto, le habló de sí como si fuera criado de Eliseo: “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente (lit. “bendición”) de tu siervo” (v. 15b).

Naamán había llegado a conocer al Dios verdadero, al Dios de Israel, el Creador del cielo y de la tierra. Reconoció que todos los demás dioses eran ídolos, que no tenían poder alguno para salvar (Isaías 45:20). Quería mostrar su gratitud a Dios, ofreciendo un presente a Eliseo. Lo hizo con buena intención, pero tuvo que aprender que la gracia de Dios era completamente gratuita. Lo mismo se puede decir de nosotros acerca de este principio. No podemos pagar nada por nuestra salvación. La salvación en Cristo es de balde. La verdadera bendición es exclusivamente de arriba, y desciende del Padre de las luces

Vivir en la presencia de Dios

Pero el corazón de Naamán se mantenía en el lugar correcto. No importa cómo, él quería servir al Dios de Israel. Aunque no podía pagar nada al profeta por su lavamiento, podía preguntarle algo. Pues Naamán realmente quería empezar una vida nueva. Esto es también verdad para nosotros. Después de haber sido levantados con Cristo a una nueva vida, debemos caminar en las buenas obras que Dios nos ha preparado de antemano (Efesios 2:10). El general del ejército sirio tenía el siguiente deseo: “Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová” (v. 17).

Tenemos aquí una prueba clara de su conversión, un bonito fruto de la nueva vida que había recibido. Cuando nos volvimos de los ídolos a Dios, a partir de ese instante nuestro deseo fue servir al Dios vivo y verdadero (véase 1 Tesalonicenses 1:9). Debemos servirle según Su voluntad revelada, sobre una base que responda a Su santidad — tal como Naamán deseó servirle sobre terreno puro.

Probablemente que de esta carga de tierra hiciera “un altar de tierra” para el Señor y sacrificó en él sus holocaustos y ofrendas de paz (véase Éxodo 20:24). Los patriarcas de Israel habían procedido del mismo modo. Con frecuencia hacían altares de tierra, como vemos en el libro del Génesis. El servicio del verdadero Dios va tomando forma en nuestro culto personal, en nuestra conducta privada, pero también en nuestra adoración pública. ¿Poseemos un altar así donde invocar el nombre del Señor?

Como cristianos sí tenemos un altar, como Hebreos 13:10 nos enseña. Este no es un altar de tierra, en el sentido pleno de la palabra, o uno de oro o de bronce, sino un altar en su sentido simbólico. Tenemos un lugar donde nos encontramos con Dios, o a decir verdad, una Persona por la cual nos acercamos. Cristo mismo es el verdadero Centro de nuestro culto y por Él tenemos acceso a Dios y libertad para entrar en el Lugar Santísimo (Hebreos 10:19; 13:15).

¿Servimos a nuestro Dios con un corazón agradecido, particular y colectivamente con los demás? ¿Nos acercamos a Él como sacerdotes? ¿Ofrecemos sacrificios de alabanza a Dios, es decir, el fruto de nuestros labios, dando gracias a Su nombre? ¿Le pagamos tributo por Su gran salvación? ¿Entendemos que sólo a Él le debemos nuestra purificación?

Vivir sin compromisos mundanos

Aquí vemos algo más. Una vida tal en presencia de Dios, de cierto traerá dificultades, pues no podemos servir ambos a Dios y al mundo. La gente que nos rodea insistirá en que hagamos un compromiso. Naamán también tuvo este problema. Al instante se dio cuenta, y se lo mencionó con toda sinceridad a Eliseo (v. 18). Su señor, el rey de Siria, se quedaría probablemente sirviendo a los ídolos. ¿Debería él entrar en el templo del ídolo como el siervo en cuyas manos depositaba el rey su confianza? (véase 2 Reyes 7:2). ¿Lo perdonaría Dios si, como parte de sus obligaciones, fuera a inclinarse ante Rimón? (Rimón era el dios de los sirios, y el dios asirio del trueno. Era el mismo que Hadad, de quien se deriva el nombre de Ben-adad. A veces, ambos nombres aparecen juntos en el orden Hadad-rimón — Zacarías 12:11). No recibió una contestación rebuscada. El profeta simplemente dijo “Ve en paz” (v. 19). Ello no quiere decir que Eliseo aprobara tal ambigüedad. Era imposible servir ambos a Dios y a Rimón, aunque éste sólo resultara de la tradición. Dios no quiere que un creyente tenga comunión con los ídolos (1 Corintios 10:14-22). Pero Él salvaría esta dificultad a Su tiempo y a Su manera. Eliseo estaba convencido de ello, e incluso podía tranquilizar la conciencia de Naamán. Naamán podía seguir su camino gozoso, como se dice tan maravillosamente del eunuco etíope (Hechos 8:39). Nadie podía quitarle la paz que había hallado.

Por eso fue también una respuesta muy acertada. Las personas que acaban de convertirse no deben pugnar con una larga lista de normas y regulaciones. Deben aprender a caminar por la fe. Dios mismo los lleva por las sendas de justicia por amor de Su nombre, y los ayudará a resolver sus problemas.

Fuente: https://biblecentre.org