El poder sanador del Señor Jesucristo… está a nuestro alcance para toda aflicción de la vida terrenal.
El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Muchas personas llevan cargas pesadas. Algunas han perdido a un ser querido o deben cuidar de un discapacitado; algunas han sufrido un divorcio; otras ansían un matrimonio eterno; algunas se encuentran atrapadas en las garras de las sustancias o prácticas adictivas como el alcohol, el tabaco, las drogas o la pornografía; otras tienen severas discapacidades físicas o mentales. Algunas se enfrentan a la atracción hacia personas del mismo sexo; otras experimentan terribles sentimientos de depresión o ineptitud. De una manera u otra, muchos llevan pesadas cargas.
Nuestro Salvador nos extiende a todos esta amorosa invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Las Escrituras contienen innumerables relatos donde el Salvador sanó a los que llevaban cargas pesadas; Él hizo que el ciego viera, que el sordo oyera; que el paralítico, el atrofiado o el mutilado fuesen restablecidos; que los leprosos fuesen limpiados y que los espíritus inmundos fuesen echados. Con frecuencia leemos que la persona a la que se curó de esas dolencias físicas era “sanada”
Jesús sanó a muchas personas de enfermedades físicas, pero no negó la curación a aquellos que buscaban ser “sanados” de otros padecimientos. Mateo escribe que Cristo sanaba toda enfermedad y toda dolencia entre los del pueblo. Esas curaciones ciertamente incluían a aquellos cuyas enfermedades eran emocionales, mentales o espirituales. Él los sanaba a todos.
En uno de sus primeros sermones en la sinagoga, Jesús leyó en voz alta de esta profecía de Isaías: “…Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos . Al declarar que había venido a cumplir esa profecía, Jesús afirmó, específicamente, que curaría a los que tuviesen dolencias físicas y que también liberaría a los cautivos y a los oprimidos, y que sanaría a los desconsolados.
El Evangelio según Lucas contiene muchos ejemplos de ese ministerio. Relata la ocasión en que “se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. En otras oportunidades, indica que Jesús “sanó a muchos de enfermedades” y que “sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11). También describe cómo una gran multitud de personas de Judea, de Jerusalén y de la costa de Sidón vino a un lugar llano “para oírle y para ser sanados” (Lucas 6:17).
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