Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

sábado, 8 de marzo de 2014

Testimonio de Juanita Martínez.

Lo vil y menospreciado escogió Dios…


Mi nombre es Juanita Martínez, y nací y me crié en Hondo, TX. Desde mi niñez conté con unos padres que supieron darme una buena educación, hasta que salí de mi casa y me vine a vivir a Dallas, TX a casa de una hermana. 
Al poco tiempo conocí a un joven y nos comprometimos en matrimonio. Ya habíamos comprado muchas cosas, hasta un carro. La fecha se había escogido, los preparatorios estaban listos, pero yo no estaba lista. Cada que se acercaba la fecha de matrimonio, me agarraba un miedo y una inseguridad muy grande. Solo Dios y yo sabíamos que mi vida se estaba complicando cada vez más. La fecha de la boda la logré correr por más de tres ocasiones. Siempre me inventaba cualquier disculpa. En el trabajo no lograba concentrarme, nada me salía bien.

Hubo un joven en la compañía que trabajaba, Gustavo Martínez, que me comenzó a platicar demasiado, me aconsejaba muy bonito, me decía que fuera sincera conmigo misma, que lo demás no era tan importante. En poco tiempo este joven se volvió muy especial para mí, por el momento que estaba pasando. De pronto comencé a sentir algo por él. Algo que nunca había sentido por nadie.

Nos enamoramos poco a poco, ya no tenía ninguna clase de relación con el primer joven. Su apoyo me dio el valor suficiente para cancelar todo el compromiso que había adquirido anteriormente. Gustavo llegó a tiempo a mi vida, sentí en mi corazón que era el hombre que yo estaba esperando. Le devolví al antiguo novio todas las cosas que le pertenecían y nunca más lo volví a ver.

Con Gustavo solo duramos 4 meses de novios, pues decidimos irnos a vivir juntos. Solo llevábamos como 2 meses de felicidad, cuando mi marido comenzó a cambiar. Me regañaba por todo, nada de lo que yo hacía le parecía bien. No pasaron muchos días cuando comenzó a golpearme. Esto fue muy duro para mí, pues nunca me habían pegado, nunca me habían golpeado la cabeza tan duro, que en ocasiones tenía que esperar un buen rato para volver a darme cuenta en qué lugar estaba.

Mi vida se volvió un infierno, ya no era la señorita delicada de su hogar, ahora era la vulgar, la peleadora, la maldiciente, la que no perdonaba a nada ni a nadie. A la verdad me casé con un hombre que no conocía, y por lo tanto, tenía que pagar las consecuencias de mi decisión. Ya no podía devolver nada ahora, tenía que afrontar todas las consecuencias, por crueles que fueran.

Ya no soportaba más, y cada que me golpeaba llamaba a la policía. Sus entradas a la estación de policía fueron tantas que yo perdí la cuenta. Recibió cualquier cantidad de “probation”, y cuando salía a la calle se iba para México y no regresaba por un buen tiempo. Luego regresaba y le pagaba a un abogado, y todo seguía igual.

Lo más malo de mi vida fue que, a medida que avanzaba los años, me iba llenando de hijos. Recuerdo que ya para el cuarto hijo, rompió un probation y se fue para México por seis meses. Esta ida de él me dolió mucho porque me toco que recibir a mi bebé sola.

Para este momento ya habíamos iniciado una compañía de corte de telas, y cuando este hombre me dejaba sola, las manos no me alcanzaban para hacer tantas cosas, tales como: Atender a 4 niños, atender la compañía, y atender la casa. Pero lo peor no era eso, era que cuando aparecía Gustavo, era solo para golpearme y amenazarme.

En una ocasión huyó para México de la policía, y aproveché para hacerle todos los cargos que se merecía. Puse testigos que por fin se atrevieron a declarar ante la policía lo que este hombre me había hecho por tantos años. La policía me tomó fotos de los golpes más recientes que había recibido. Ya todo estaba preparado, solo era esperar a que apareciera para yo llamar a la policía y que le echaran mano.

A penas apareció llamé al 911 y no se demoraron en llegar, y se lo llevaron. Por fin había descansado. Ya me habían avisado de la cárcel que con este proceso no salía de la cárcel por muchos años. Sentí un alivio muy increíble, por fin dormiría en paz. Luego de unos días, la paz era tan grande que, le dije a mis padres que se vinieran a vivir en mi casa para que me atendieran a los niños mientras yo atendía el negocio.

La noticia de que Gustavo ya no saldría de la cárcel, era cada vez más fuerte. La familia de él puso varios abogados, y estos salían con la misma conclusión, que ya no había nada qué hacer. Los cargos eran tan graves, que ya no había posibilidades de apelación alguna. La hora de pagar todo había llegado para Gustavo.

Parecía que toda la tormenta de mi vida había terminado. Me dediqué más al negocio. Mis padres eran los mejores para cuidar a mis niños, pues habían criado a 6 de mis hermanos.

Una noche mi madre estaba preparando una cena muy deliciosa, y yo acababa de llegar de la compañía y estaba descansando en la sala, cuando alguien tocó a la puerta. Al abrirla, quedé paralizada, todo mi cuerpo se congeló. No sabía ni siquiera si era un sueño o una realidad. Era nada menos que Gustavo Martínez, en vivo y en directo. Con mucho miedo lo hice pasar, no me salió ni una palabra. Gustavo caminó hacia la cocina. Cuando mi padre lo vio, se levantó como un resorte y se le atoró en la garganta la cerveza que estaba bebiendo en su sillón preferido, y también quedó sin hablar.

Mi madre que venía al comedor bien contenta con la cena, y cuando lo vio, por poco se le cae todo lo que traía en la bandeja. Al segundo reaccionó y corrió a dejar la cena en la cocina y se fue hacer al lado de mi papá. Todos estábamos en silencio esperando lo peor. Pero Gustavo nos invitó a que nos sentáramos tranquilos en la sala. Comenzó a llorar como un niño y a pedirle perdón a cada uno de los que estábamos en la sala. Nos pidió que le perdonáramos por todo lo que nos había hecho sufrir.

Mi madre y yo solo llorábamos, porque no podíamos creer lo que estábamos viendo y oyendo. Gustavo se dio cuenta que no podíamos creer lo que estábamos viendo, y entonces nos contó lo que le sucedió en la cárcel:

“Estaba muy desesperado porque no sabía cuanto tiempo me tendrían encerrado. Al principio, creí que estaría por 2 o 3 días, pero pasaba el tiempo y no me avisaban nada. Cuando ya pasaron 8 días, ahí si me desesperé. La policía no me decía nada. Fue hasta los 15 días, siendo las 3:30 de la madrugada, cuando un policía me despertó y me esposó las manos, la cintura y me puso cadenas en los pies para poder sacarme a corte. Ya me habían puesto en la celda de los de alto riesgo.

Me llevaron a corte y el juez comenzó a leerme los cargos que estaban en mi contra. Era un libro como de 300 hojas. El Juez me mostró también las firmas de los que habían elaborado todo el informe, y reconocí a muchas personas que hasta familia mía eran. Me dijo después de leer todo los cargos, que la sentencia para mí era de 20 años, sin derecho a fianza, ni a libertad condicional. Era mi fin. Todo se terminó a mis 33 años. Me corrió un calor y luego un frío por todo mi cuerpo, que parecía la misma muerte. Toda mi valentía, todo mi orgullo se habían terminado. El mero macho había acabado de desaparecer.

Mientras el juez me leía todos los cargos, me dio ganas de acabar con mi vida. Ya todo había terminado. Luego pensé: “Apenas me den oportunidad me ahorco, y no les doy el gusto de verme encerrado por 20 años”. De pronto el Juez paró su discurso, y le dijo a un policía: “Quiero que le quiten todas las esposas a este hombre”. Pero los policías le dijeron que no podían hacer eso. El Juez les dijo que él respondía por lo que pasara. Luego me tomó del brazo y me llevó a su oficina que estaba detrás de la sala de corte.

Recuerdo que era un anciano bien coloradito, y tenía un cabello bien blanco, tenía la figura como de un padre. Nos sentamos y me dijo: “Hijo, yo conozco tu corazón. Yo sé los pensamientos que tienes ahora. Pero quiero decirte que este no es tu fin, tú tienes un propósito grande que cumplir. Yo te puedo ayudar. Yo te puedo dar la libertad ahora mismo si yo quisiera. Pero para hacer esto, lo que tienes que cumplir es, que nunca más vuelvas hacer todas estas cosas, tienes que ir y pedirle perdón a todos los que hiciste sufrir. Arranca hoy de tu corazón que siempre ha estado en ti, y entonces te cancelaré todos estos cargos. Pero, si me prometes que cambias y te dejo ir, y llegas pisar de nuevo la corte, irás derecho a prisión para cumplir los 20 años de cárcel que te he puesto sin necesidad de juicio.

Yo Gustavo Martínez, no lo podía creer, pero Dios me estaba dando la última oportunidad de mi vida. Le prometí al Juez que nunca volvería a ser el mismo, si me dejaba salir. Y el Juez agarró todo el archivo mío, y lo rompió integro. Es más, se acercó al computador y borró todo el file con mi nombre. Finalmente me dijo: “A las 9:00 a.m. ya vas a estar afuera”. Así fue.

Por este motivo familia mía, es que estoy aquí en este lugar, pidiéndoles perdón por todas mis culpas”.

Gustavo Martínez cumplió todo lo que prometió. Su vida desde ese momento cambió radicalmente. Junto a su esposa Juanita, buscaron una iglesia donde pudieran darle gracias al Creador por la última oportunidad que les había dado de volver a ser una familia normal. Y encontraron a la iglesia Jesucristo Es Mi Refugio, en Oak Cliff, de la ciudad de Dallas, TX.

Esta pareja encontró en la palabra de Dios, que el perdón era fundamental para iniciar de nuevo su matrimonio, también aprendieron a olvidar todo el pasado, comprendieron que Dios sí tenía un nuevo día para ellos. Hoy la familia Martínez son ujieres de la congregación, Y Dios les dio la oportunidad de crear una compañía JOHANNAS BRIDAL, y en la actualidad se están preparando para predicar la palabra de Dios, contando por el mundo entero de dónde los sacó el Señor.

Amiga, si tu matrimonio esta destruido, si ya no encuentras qué hacer, quiero que sepas que solo hay un ser que puede cambiar todo tu destino. Se llama Jesús, se llama el Salvador del mundo. En 1 de Corintios 1:28 dice que: Lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es. Esto quiere decir que Dios escogió a nuestros matrimonios que estaban destruidos, para reconstruirlos y así mostrar su misericordia al mundo.

Fuente. mujertuvalesmucho.org

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