La fe en Dios sana a los enfermos Pastor Ernest Angley
Si has tratado, sin provecho, de buscar cada cura para tu enfermedad de las que el hombre ofrece, y nada ¡ahora acude a Dios! su sanidad está prometida a ti en su Palabra. Por Su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5). Porque yo soy Jehová tu sanador (Éxodo 15:26). Dios tiene sanidad para cada hombre, mujer, niño y niña sobre la faz de la tierra, pero hay condiciones que necesitas cumplir. Todas las promesas y las bendiciones de Dios son condicionales.
¿Está tu alma recta con Dios?
Primero, tu alma tiene que estar recta para con Dios. Debes tener una experiencia de nacer de nuevo, de saberte salvo, comprado con la Sangre de Cristo; pues la sanidad comienza por dentro, teniendo un alma recta, así se puede recibir cualquier promesa de la Palabra de Dios El ama a sus hijos, y no retendrá ninguna cosa buena para aquellos que le aman y le sirven. Desafortunadamente, demasiada gente no quiere vivir para Dios. Aunque quieren estar bien y feliz, al mismo tiempo quieren ir por el camino del mundo. Dios no sana a la gente para darles más fuerza para irse más profundo en el pecado. Dios sana para que su nombre sea glorificado y para el crecimiento del reino de Dios.
Lee la Palabra; aprende lo que Dios ha dicho acerca de tu caso
La fe es por el oír...la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Jesús dijo, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32). Si esperas cosecha, primero tienes que plantar la semilla. La Palabra es la semilla, y a menos que recibas la Palabra, no puedes recibir la liberación. Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán (Marcos 16:18).
El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias (Mateo 8:17). Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero…por cuya heridas fuisteis sanados (I Pedro 2:24). Puesto que Cristo llevó vuestros pecados, usted no tiene que sufrir por ellos, y puesto que Cristo llevó tus dolores y sufrió vuestras enfermedades, ya no tienes que estar enfermo. Y quitará Jehová de ti toda enfermedad (Deuteronomio 7:15). Más a Jehová vuestro Dios serviréis...y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti (Éxodo 23:25). Dios quitó la enfermedad de las personas en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, y Él sana a la gente hoy en día. Porque yo Jehová no cambio (Malaquías 3:6). Esta es la mayor dispensación en que el hombre ha vivido la dispensación de la gracia. ¡Gracias a Dios por Jesús!
Una señora vino a la línea de sanidad, y le fue preguntado, “¿crees que Dios te va a sanar?” Ella respondió: “Yo no sé.” Yo le contesté: “La Biblia dice que Él lo hará.” Su respuesta: “Si la biblia lo dice, yo lo creo.” Note ella dijo SI, y me di cuenta por el tono de su voz que ella no creía que Dios lo había dicho. Me negué a orar por ella, y la envié a casa a leer la Biblia para averiguar lo que Dios había dicho acerca de su caso. Le dije que después de haber hecho eso, ella podría volver y recibir su sanidad.
La mayoría de los Cristianos saben que Dios PUEDE sanar, pero la pregunta que les molesta es, ¿LO HARÁ Él? Dios no recibe la gloria de tus dolores y tus penas y tus gruñidos y quejas. Él recibe gloria de tus gritos de alabanza y aleluyas. La mujer que estaba encorvada con artritis por dieciocho largos años no trajo gloria a Dios hasta que fue liberada. Tenemos conocimiento de su caso hoy en la Santa Palabra de Dios, porque ella recibió la liberación, y Dios recibió la Gloria. Dios hizo al hombre sin enfermedades en su cuerpo y lo colocó en el Huerto del Edén. Nunca fue la intención de Dios que el hombre estuviera enfermo, pero el hombre pecó, y la enfermedad entró en su cuerpo.
Por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5). El látigo cruel arrancó pedazos de carne de la espalda desnuda de Jesús, cortando de un lado a otra con profundos surcos, pero cada vez que el látigo cayó significó que toda la humanidad podía ser liberada de cáncer, tuberculosis, diabetes, problemas cardíacos, problemas de los riñones, enfermedades de la cabeza, y cualquier enfermedad o dolencia que el diablo pueda infligir en ellos. Ciertamente llevó él (llevó de nosotros) nuestras enfermedades (penas y dolencias) y sufrió nuestros dolores (el dolor) (Isaías 53:4).
Jesús le dijo al hombre en el estanque, “¿Quieres ser sano?” Jesús sabía que el hombre podía ser sanado, pero él tenía que tener un deseo real de liberación. Hoy, Jesús te está diciendo lo mismo a ti “¿Quieres ser sano?” El hombre en el estanque comenzó a relatar su dificultad en conseguir liberación, pero entonces, he aquí, él descubrió que en realidad no había ningún obstáculo después de todo. Usted también, encontrará que nada puede impedirle de ser sanado si está dispuesto a actuar de todo corazón. En la Palabra no hay lugar para “si acaso” o “espero que sí.” Las promesas de Dios son seguras y completamente confiables siempre. Él voluntariamente se ha obligado a sí mismo a sanarle si usted cumple sus condiciones.
Algunas personas dicen: “yo no creo que sea la voluntad de Dios sanarme,” aún, ellos van en contra de su idea de la voluntad de Dios para ellos y visitan al médico cada semana, tomando todo tipo de medicina que puedan conseguir.
No esperes que Dios baje y le dé una revelación especial acerca de tu caso. La voluntad de Dios está revelada en Su Palabra. Muchos están esperando que un ángel del cielo venga a decirles que ellos pueden ser sanados. ¿Por qué esperar que Dios le golpee a usted en el suelo, como Él lo hizo a Saulo de Tarso, antes de decidir que sientes la convicción suficiente para buscar al Señor? Dios rara vez se encuentra de esa manera. Aquellos que esperan una revelación fuera de la Palabra de Dios con respecto a su sanidad pocas veces son sanados.
Tal vez usted ha recibido oración muchas, muchas veces, pero usted falló en recibir la sanidad, y en consecuencia usted decidió ya hace mucho tiempo que no es la voluntad de Dios para sanarle. Pero quizás no estabas listo para la liberación, o quizás la persona que oró por ti no se había preparado lo suficiente a través de ayunos y oraciones para ser usado por Dios de esta manera. De cualquier manera, puedes estar seguro de una cosa, NO es culpa de Dios que no has sido liberado. La voluntad de Dios es que todos reciban sanidad. ¡Nunca permitas que el diablo te haga dudar esto!
Jesús dijo al hombre acostado en el estanque de Betesda, que había estado afligido por treinta y ocho años, Levántate, toma tu lecho, y anda (Juan 5:8). ¡Gracias a Dios, obedeció, tomó su lecho y empezó a caminar! Ése hombre era diferente de algunas personas que vienen a nuestros servicios para recibir sanidad. Cuando se les dice que hagan algo que no han podido hacer debido a su enfermedad, gritan, “no puedo.” Pero es a través de la obediencia que recibimos liberación.
En una campaña, un hombre entró en mi línea de sanidad con una rodilla tiesa. Le dije que cuando yo le ordené a doblar su rodilla en el nombre de Jesús, él debería hacerlo. Pero en vez de intentarlo, él se agachó y comenzó a sostener su pierna exclamando: “¡No puedo! ¡No puedo! ¡Me duele!” Él permitió que el dolor tomara el lugar de la Palabra. Dios dijo, “sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.” Ése hombre perdió su bendición, pues aquellos que no obedecen al Señor no necesitan esperar sanidad.
Una mujer liberada a través de la obediencia
Después de que éste hombre se fuera, una mujer con dos rodillas tiesas, no sólo una, vino diciendo: “Predicador, yo no he podido arrodillarme en tres años.” Le dije: “Usted se arrodillará esta noche.” Ella respondió que ella creía que lo haría. Empujé una silla delante de ella, ordené en el nombre de Jesús que la artritis se fuera y le dije a la mujer que se arrodillara. A diferencia del hombre antes de ella, que pensó en su dolor, cuánto tiempo él había estado en esa condición y lo difícil que era para Dios sanarle tan rápidamente, ella se puso de rodillas por primera vez en tres años.
Más tarde, esa señora volvió a nuestros servicios y atestiguó de su liberación. ¡La obediencia trae a la bendición!
Algunas personas piensan que si han tenido una enfermedad por mucho tiempo, tomará a Dios un largo tiempo para sanarlos. Ellos no creen que puedan ser sanos instantáneamente. En Tampa, Florida, le pregunté a una señora en la línea de sanidad si ella creía que el Señor la sanaría y ella dijo: “Bueno, Predicador, yo creo que le va a tomar al Señor mucho tiempo en mi caso. Yo he tenido esta enfermedad por ocho años.” Ella habló como si pensaba que le iba a tomar Dios ocho años para sanarla. ¡Oh, cómo la gente limita a Dios a través de su mal creencia! Cristo sanó a los casos crónicos así tan fácilmente e instantáneamente como Él sanó cualquier otra cosa. La mujer con flujo de sangre hacía doce años, fue sanada instantáneamente (Marcos 5:25-29). El hombre al estanque que había estado afligido por treinta y ocho años, fue sanado instantáneamente. Una mujer que andaba encorvada por dieciocho años con artritis (Jesús la llamó atado del diablo) fue inmediatamente sanada (Lucas 13:11-13). No trate de reducir a Dios al tamaño del hombre. Recuerde, Dios es el Creador no sólo del hombre sino también de todo el universo.
Llevaron a un hombre a Jesús en una cama, y porque la multitud era tan grande no podían entrar por la puerta, ellos lo dejaron bajar en la habitación por el techo de la casa. Jesús le habló y le dijo que tomara su cama y que la cargara a casa. El hombre se levantó y obedeció la voz del Maestro. Fue llevado al servicio en su cama, pero él salió de la reunión cargando su propia cama. La obediencia trae la bendición. Recuerde, todas las cosas que Cristo dijo a la gente a hacer en Su día eran cosas simples. Cualquier persona podría hacerlas entonces y cualquier persona puede hacerlas hoy. Dios no requiere lo imposible de las manos del hombre—sólo las cosas posibles. Dios se encargará de lo imposible. Porque yo Jehová hablaré, y se cumplirá la palabra que yo hable Ezequiel 12:25.
Límpiese de los malos hábitos
Los narcóticos, el alcohol y los hábitos del tabaco le impedirán recibir su sanidad.
Una mujer que había estado ciega, recibió su vista en uno de nuestros servicios, y vio a su esposo por primera vez en veinte años. Ella había sido una usuaria habitual del tabaco, y esa noche yo le advertí de nunca volver de nuevo a su hábito; pero unos pocos días adelante ella decidió que usaría un poco del tabaco de mascar. Su esposo dijo que cuando ella usó el tabaco de mascar, su vista la dejó y ella ya no podía ver. Amigo, las cosas que tienes que renunciar para recibir las bendiciones del Señor, tendrás que mantener renunciadas para conservar esas bendiciones.
Un joven nacido sordo y mudo vino a la línea de sanidad. Él nunca había pronunciado una palabra en su vida. Dios lo sanó aquella noche, y él podía oír y hablar; pero algunas noches más tarde, se emborrachó. Debido a esto, él no sólo perdió su oír, pero el espíritu de mudez volvió a entrar y tomó su poder del habla.
Numerosas personas han regresado a la línea de sanidad diciendo, “predicador, yo fui liberado de mi aflicción, pero yo volví a mi mal hábito y ahora la enfermedad ha regresado. Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios I Corintios 10:31.
Tú, sin duda, no puedes fumar, masticar tabaco, usar el tabaco de mascar, beber bebidas embriagadoras o usar drogas para la gloria de Dios. Tú no desearías un hijo tuyo usándolas, y Dios no quiere a Sus hijos usándolas. Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional Rom12:1.
Tú dices, “Predicador, yo no creo que tengo que renunciar estos hábitos.” No, no tienes que renunciarlos. Puedes mantenerlos y permanecer enfermo si así lo deseas. Pero, para recibir la plenitud de Sus bendiciones, tenemos que dedicar nuestras vidas totalmente a Él y a Su causa. Entrégueselo todo a Jesús.
Utiliza tu fe
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2:17). Santiago está diciendo que si no utilizamos nuestra fe, es fe muerta. Algunas personas cargan fe muerta, fe que no es usada, con ellos. Ellos dicen lo que creen que Dios PUEDE hacer, pero, por supuesto, ellos no creen que Él LO HARÁ.
No utilices tu sentir como una vara de medida para calibrar tu fe. Comprueba tu fe con la Palabra de Dios, comenzando con Génesis. ¿Usted cree que Dios realmente habló este gran universo a la existencia, hizo las bestias de los campos, las aves del aire, los peces del mar y creó al hombre? ¿Realmente crees la historia de Noé? ¿Usted cree que Dios separó las aguas del Mar Rojo para los Israelitas? ¿Usted cree que Dios realmente derribó los muros de Jericó? Estudie la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis.
Si puedes mirar hacia arriba hacia el rostro de Dios y decir: “Señor, yo creo cada capítulo, cada verso, cada palabra,” entonces, tienes suficiente fe para ser sanado de cualquier dolencia o enfermedad. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que él que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan Hebreos 11:6. No se puede agradar a Dios sin Su Palabra en tu corazón; y para tener Su Palabra en tu corazón, tienes que aceptar la Biblia como la infalible Palabra de Dios. Esa es la fe que agrada a Dios, pero es la fe que tiene que ser usada.
El pan de los hijos
La sanidad es el pan de los hijos. Yo no recuerdo un día en que mi padre no tenía pan en la mesa para nosotros niños. Ahora, si mi padre terrenal nos amó tanto como para asegurarse que siempre tuviéramos pan, ¿cuánto más hará nuestro Padre celestial para asegurarse que Sus hijos tienen pan? La sanidad es tuya. Pedro dijo, por cuya herida FUISTEIS sanados (Pedro 2:24), significando que ya está hecho. Consigue una visión del Calvario y sus beneficios, la sanidad para tu cuerpo, así como para tu alma. Recuerda, cuando vives por tus cinco sentidos, no vives por la fe, sino por tu sentir. Tus cinco sentidos dicen que lo que estás esperando de Dios no es racional, no puedes tenerlo; pero cuando usas tu fe, ya no estás viviendo por el poder de tu raciocinio.
El hombre en el estanque de Betesda tenía fe en Dios. Hubo otros enfermos, pero ninguno tenía fe para ser sanado. El hombre había esperado que un ángel de Dios se bajara y agitara las aguas para que él podría entrarla y ser curado, pero cada vez alguien se adelantaba a él. Gracias a Dios, que no es un ángel que ha venido para traernos la liberación, sino el mismo Hijo de Dios Sí mismo; nadie puede pasarse por delante de nosotros para impedir nuestra liberación. No necesitamos esperar por un tiempo determinado para ser sanado. Con Dios, en esta maravillosa dispensación de la gracia, es el que quiera, deja que venga. Usa la Palabra escrita. Es más poderosa que una bomba nuclear.
La siguiente es una ilustración tomada de la autobiografía del Reverendo Joseph Travis, A. M.
“Hermano Hewitt, un ministro metodista, tenía varios niños, todos los que habían llegado a la edad de la responsabilidad y habían abrazado la religión, a excepción de una hija, Elizabeth, que tenía acerca de dieciséis años de edad, por la cual él oraba una y otra vez; y él no cesaba sus oraciones fervientes al trono de la Gracia en su nombre. La fiebre mortal de Louisiana penetró en su feliz familia. Su hija Elizabeth y él mismo se enfermaron con esta enfermedad en el mismo día. Hermano Hewitt fue consciente de su desilusión que se acercaba, como las medicinas fallaron su efecto sobre él.
Oyéndolo ser el caso también con su hija, se desesperó por la recuperación de la joven, pero no de su salvación. La consulta entre los médicos fue inútil. Le llegó la noticia que Elizabeth había muerto. Él preguntó: “¿Se entregó ella a Cristo antes de morir?” La respuesta fue No. Entonces, dice el hermano Hewitt, “Ella no ha muerto. Dios no permitirá que ella muera, hasta que se convirtiera. Yo he confiado en mi Padre celestial demasiado tiempo para dudarlo, y Él ha escuchado mi oración con demasiada frecuencia ahora no va dejar de escuchar mi petición desde mi lecho de muerte en nombre de mi hija amada.” Pero ella estaba allí desfallecida, con la mortaja, los ojos cerrados, etc., cuando, para asombro de todos los que estaban presentes, después de haber estado acostada allí alrededor de una hora, ella abrió los ojos, y dijo claramente: “¡Gloria a Dios! mis pecados son perdonados, y yo voy a ir segura al cielo.” En unos pocos minutos después, ella cerró sus ojos con la muerte. Su padre santo también se fue a casa el mismo día.
La sanidad perdida por descarriarse
Recuerdo una mujer que vino a mi línea de sanidad, ella se había caído unos años atrás, y la caída le había paralizado el nervio de la espina dorsal. Por dos años ella no había podido peinar su cabello. La mañana siguiente de haber recibido oración, sin embargo, ella pudo peinar su cabello de nuevo. Esta mujer mantuvo su sanidad por más de tres años antes de descarriarse y la perdió. Yo estaba en su pueblo natal cerca de cuatro años más tarde, y, de nuevo, ella vino a la línea de sanidad.
Ella ya no podía levantar las manos para peinar su cabello. Sus manos se sentían como espinosos como si se hubieran quedado dormidas. Sus dedos no tenían sensación en ellos. Ella podía cortarlos, picarlas con agujas, y no sentir nada. Su pierna podía ser pellizcada y ella no sentía nada, aunque el área pellizcada se tornaba azul. Mientras hablábamos, ella afirmó, “yo nunca creí que la aflicción regresaría a una persona después de haber sido sanada, aun si esta persona se descarriaba. Sin embargo, yo me alejé del Señor, y mi aflicción regresó. Ya hace dos meses, mi hija ha tenido que peinarme el pelo, y yo he estado avergonzada al dejarle a la gente saber esto.”
Ella se había ya arrepentido de su error en una campaña antes de venir a la línea de la sanidad; y cuando las manos fueron puestas sobre ella, ella fue instantáneamente sanada por segunda vez. Ella podía usar sus manos y brazos cualquier manera que ella quería, y la sensación volvió a ellos. Más tarde regresó a testificar de su sanidad y a mostrar a la audiencia cómo ella podía levantar sus brazos por encima de su cabeza. Cristo advirtió, “no peques mas.” Es peligroso darle la espalda a Dios.
Ministro desobediente pierde su sanidad
Un ministro vino a mi línea de sanidad con el propósito de probar que las sanidades en mis servicios eran falsas. En una iglesia él había testificado que nosotros éramos “solo un grupo de demonios allí en esa carpa.” Él tenía un oído sordo cuando él vino a esa línea, pero para su gran asombro, Dios le dio el oír. Antes de irse de la línea de sanidad, el ministro podía oír un reloj hace tictac. Él estaba muy emocionado sobre lo que le había pasado, y admitió abiertamente ante cientos de personas que él había recibido la sanidad.
Pero, al cierre del servicio, él estaba en el altar tratando de convencer a alguien que buscaba el bautismo del Espíritu Santo que ella no necesitaba hablar en lenguas porque “no era Bíblico.” él despreció el bautismo del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas. Yo le dije que saliera del altar. Él se fue, diciendo a una mujer que estaba de pie cerca que, después de la oración él podía oír, pero después de haber ido al altar su oído se había cerrado de nuevo. La mujer sabía que él había estado en el altar tratando de guiar algún alma en la dirección equivocada; así que ella francamente le dijo que era una maravilla que ambos oídos no se habían cerrado. Sí, Dios había sanado a ese ministro para mostrarle Su gran poder, pero después de haber sido sanado él actuó en contra de la Palabra, y Dios no le permitió mantener su sanidad. No puedes luchar contra la Palabra de Dios y esperar cosechar y retener sus bendiciones.
Cierra tu caso para victoria
Cuando recibes oración, reclama la victoria y cierra tu caso. Dios ha prometido sanarte, y Él mantendrá su promesa. Marcos 16:18 dice, sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Las palabras, sanarán, significa que tú absolutamente serás sanado. Sin embargo, recuerda que sus promesas son condicionales. Si vives humildemente delante de Dios, obedeces y caminas a la luz de Su Palabra, Él se ha obligado a Sí mismo a sanarte. La sanidad no es siempre evidente al principio. Aunque puede ser unos días antes de ver los resultados externos, la sanidad comenzará a trabajar en tu cuerpo en el momento en que las manos son puestas en ti. Tu enfermedad morirá en ese momento.
Cristo habló palabras de sanidad a los enfermos y aún, a veces, no fue hasta más tarde que se dieron cuenta que fueron sanados. Lucas nos recuerda de esto en 17:14,15,19, Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz. Luego Jesús contestó, Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Otro caso se refiere al hijo del hombre noble que se recuperó de su enfermedad gradualmente. La enfermedad en su cuerpo murió en el momento en que Cristo habló, pero le tomó tiempo para él a recuperar su fuerza. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho, Tu hijo vive; Y creyó él con toda su casa (Juan 4:52,53).
A veces la sanidad y la recuperación de la fuerza ocurren instantáneamente como en el caso de la suegra de Pedro. Mateo 8:14,15 dice, Y cuando Jesús vino a casa de Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
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