Si hubiera habido un puente a través del Mar Rojo, el fuego de Dios lo hubiera consumido.
después que los israelitas cruzaran desde Egipto. Las promesas de Dios se obtienen por la fe, a través de la gracia. Es decir, la fe que obra por amor, no la innovación, astucia, o distinción humana. Es por eso que Dios separó las aguas de manera sobrenatural por un momento, para que con seguridad pudieran atravesar al otro lado y luego los cortó del pasado, como cuando se le corta el cordón umbilical a un bebé después que nace.
A pesar de las intervenciones magistrales de Dios vez y otra vez, los hijos de Israel anhelaban el pescado “gratis” que habían comido anteriormente en Egipto. La vida allí, aunque opresiva, había sido una rutina bastante predecible, y confiaban en esa rutina para su identidad y un sentido de control. ¡El desierto era demasiado amplio, demasiado seco, demasiado difícil; demasiado impredecible!
Nosotros hacemos lo mismo cuando anhelamos lograr las bendiciones de Dios a través de nuestro limitado entendimiento de Él, a pesar de que Él es el que nos llamó a sí mismo, e intervino en forma sobrenatural en nuestras vidas para que pudiéramos ver a Cristo. Nosotros también anhelamos los placeres momentáneos de la esclavitud y la oscuridad, incluso después de haber sido trasladados de las tinieblas a la luz maravillosa de Dios, cada vez que tratamos de confiar en nuestros propios talentos y atributos, y no reconocemos la soberanía, la gracia y la fidelidad inquebrantable de Dios. Cada vez que tratamos de forjar nuestro propio destino, porque el tener que confiar en el Señor y esperar en Él simplemente nos hace sentir incómodos, optamos por una rutina religiosa en lugar de la intimidad con Dios, porque esta nos parece abstracta e intimidante. Nuestro servicio a Dios se convierte predecible y manejable, y nos sentimos como que estamos en control.
¡Oh, no siempre son los vicios, las sensualidades, u otros pecados obvios los que nos alejan de la promesa y nos llevan de vuelta a la esclavitud, sino que algo mucho más sutil y mucho más peligroso; mucho más oscuro. Nuestra mente no-renovada nos engaña en pensar que somos mejores que otros, que sabemos más, que nuestros mentores religiosos siempre sabían lo que era mejor, y que debemos confiar en nuestras tradiciones y nuestras limitadas experiencias anteriores, más que en el Espíritu Santo para esta hora. ¡Es como si sus tiernas misericordias no fueran nuevas cada mañana!
La mente renovada tiene que ver con la confianza en el Espíritu Santo en lugar de en un sistema religioso de cualquier tipo. Tiene que ver con el temor de Dios, que conduce a la vida, no el miedo a otro ser humano, independientemente de la posición que él / ella ocupe, o el llamado que él / ella tenga. 2 Corintios 3:12-18 dice así: “Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza, y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse. Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado. Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones; pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad”.
Le tomó 40 años de vagar en el desierto sin rumbo a Israel, hasta que por fin la herencia fuera conferida en los herederos legítimos; ¡una nueva generación! La promesa de Dios es para una nueva generación, y tiene poco o nada que ver con la edad, sexo, etnia, nacionalidad, estatus económico, educación, partidismo político, denominación, experiencia, o cualquier otro concepto humano de la espiritualidad. Dios no hace acepción de personas, ¿recuerda? ¡Él no exhibe favoritismo! Si usted está siendo usado por Dios eso sólo demuestra que usted se encuentra entre las cosas necias de este mundo, y que a través de usted Dios se propone confundir a los sabios, para que ellos también puedan ver que la grandeza de Dios no depende de la sabiduría humana.
Cuando tenemos una mente no-renovada, pensamos que la presencia de Dios tiene solo que ver con los dones del Espíritu, y que el fruto del Espíritu es realmente irrelevante. Peor aún, nos convencemos de que la presencia de Dios es irrelevante para llevar a cabo la obra de Dios, porque tenemos demasiado miedo de ser vulnerables y clamar: ¡”Muéstrame tu presencia, no se todavía a que se parece, pero tengo que saber”! Así que en lugar de Su presencia, nos proponemos volar sobre las alas del Altísimo, apoyándonos en los programas de diseño propio, las metas, las estadísticas, la importancia social... tal y como lo hacen los negocios seculares.
Una mente no-renovada conduce al liderazgo estancado, el cual se torna a los creyentes, apuntándoles un dedo algo acusatorio y les dice: ¡"Corresponde a las ovejas parir ovejas"! ¡He oído esto en persona! Eso quiere decir: “Depende de ustedes llenarme este lugar de gente”. ¡Eso es todo lo que quiere decir! Cuando en realidad, la única encomienda que todos hemos recibido del Señor es predicar a Cristo; ¡esparcir la semilla de la vida! Dios también nos exhorta a orar, lo que hace un mundo de diferencia en las vidas de los demás, así como las nuestras.
Una mente no-renovada nos dice: "Es de usted someterse a la autoridad sin cuestionar, comentar, o incluso reflexionar." ¿Cuándo fue ese el caso alguna vez en la vida de Cristo, o del mismo apóstol Pablo? Sin embargo, nunca deshonraron a nadie. ¿Cómo es eso posible? Cuando usted honra a Dios no tiene que preocuparse de deshonrar a nadie, no puede suceder. Usted podrá ser rechazado por honrar a Dios, pero no podrá haber deshonrado a lo que de partida no tenía honor.
La mente no-renovada busca sacar su propio provecho de la gracia de Dios, y ve el ministerio como una oportunidad para construir su propio reino. Es una mentalidad que percibe el ministerio más como un compromiso social y financiero a sí mismo, que un compromiso espiritual con Cristo sea cual sea el costo personal. Esta mentalidad se nutre de las apariencias y explota la vulnerabilidad humana y su acondicionamiento, de la misma manera que lo hacen las empresas de publicidad cuando blanco del consumidor.
Esta mentalidad es indiferente ante el dolor que otros en su mismo entorno pudieran estar enfrentando, y se apresura a culpar al que sufre por sus heridas, al pobre por su pobreza, etc., pero rara vez al codicioso por su codicia, al hiriente por su egoísmo, etc... En las profundidades de sus recesos se ha concentrado intensamente en una remuneración atractiva; una garantía de un estilo de vida, confiando en su capacidad de vender una imagen a la corporación religiosa. Esta mentalidad se encuentra en cualquier creyente, ya esté en el ministerio o no, que toma la Palabra, "Pero yo y mi casa", fuera de contexto para significar: "Esta iglesia es mía, y de mi familia, por lo tanto todas las oportunidades para crecer y prosperar en esta ‘casa’ nos pertenecen a mi, mis parientes, mis amigos favoritos... bla, bla, bla..."
Es un modo de pensar, cuyas andanzas en el desierto serán la causa por la cual se perderá a toda una generación, porque ignora el llamado y los dones de los que están fuera de su círculo de comodidad y preferencia.
Es un modo de pensar ajeno al amor de Cristo y su anhelo por las vidas que se pierden en el planeta. Nunca pedirá por las naciones por herencia, por lo que está implicado en la onerosa respuesta a esa petición. Ya ve, usted puede llegarse alrededor del mundo gracias a los avances tecnológicos y ganar algunas almas para Cristo, y eso es muy, pero muy bueno. Pero la herencia sólo se puede reclamar en persona, porque Dios sigue siendo relacional. ¡Imagínese a Josué reclamando la tierra prometida desde su computadora portátil! ¡Que desentendidos somos acerca de las realidades de otros seres humanos en el mundo, cuando suponemos que todos tienen computadoras o por lo menos acceso mínimo a la televisión, y que simplemente podemos hacer nuestra parte justa desde la comodidad de nuestro estilo de vida impecable!
Es un modo de pensar según el cual "el liderazgo" exigirá de los demás lo que nunca manifiesta como un ejemplo vivo para los demás; como en el caso de la unidad, la humildad y la sumisión de los unos a los otros...
Es una mentalidad que no reflexiona mucho sobre 2 Corintios 5:10 y Romanos 14:12, cuando maltrata, menosprecia o subestima a eso que tan caro le costó a Cristo. ¡Imagínese a un criado del Palacio Buckingham en Londres maltratando, menospreciando o subestimando al Príncipe William! Es aun más absurdo que eso, el atribuirse autoridad que Cristo no ha delegado.
Que Dios nos conceda la gracia de ser transformados por la renovación de nuestras mentes, en lugar de conformarnos a una vida de tradiciones religiosas. Que Él nos conceda la gracia de cortar los lazos con la vida vacía que hemos heredado, y de temblar con el temor de Dios al pensar en el precio de nuestro rescate que Cristo pagó, que no era simplemente oro o plata. Dios nos conceda la gracia para aprender su mansedumbre y humildad de corazón. Que podamos recibir la gracia que nos permita descansar de nuestros esfuerzos inútiles por establecer su reino, o el nuestro si ese es el caso.
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