Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

lunes, 11 de noviembre de 2019

¿Es necesario orar?

¿La oración cambia las cosas?



El tema de la oración al principio le resulta fácil a todo nuevo creyente. 

Como un niño ante el Padre (Lc 18:17), al llegar a la fe en Cristo, nos damos cuenta, no solo de que tenemos necesidades, sino de que el Señor es el mejor y único proveedor de nuestras necesidades. Por esta razón, vamos rápida y voluntariamente al Señor en oración, presentando todas nuestras preocupaciones ante Él, sabiendo que Él se preocupa por nosotros (1 Pe 5:7).

Debemos orar en el nombre de Jesús, bajo Su autoridad y de acuerdo con la voluntad de Dios.
Pero luego algo le sucede a nuestra sencillez infantil, a medida que estudiamos más la Biblia. Llegamos a una mayor comprensión de la naturaleza de Dios: que Él lo sabe todo (Sal 145:17; Jn 16:30) y que Su voluntad no puede ser frustrada por alguna criatura o circunstancia (Sal 46:10; Pr 19:21). Estas verdades pueden afectar nuestra visión de la oración.

¿Por qué orar si, después de todo, Dios ya sabe lo que necesitamos? 

Jesús nos dice en el Sermón del Monte que Dios ya conoce nuestras oraciones incluso antes de que las pidamos (Mt 6:8) y que Él conoce tan bien nuestras circunstancias que incluso los cabellos de nuestras cabezas están contados (Mt 10:30). ¿Por qué orar si no hay ninguna diferencia fundamental, ya que, después de todo, Dios obra todas las cosas según el consejo de Su voluntad (Ef 1:11)?

Necesitamos pensar en la oración menos en términos de cómo obtenemos las cosas que necesitamos de Dios y más en términos de nuestra relación con Dios. Dicho sin rodeos, Dios no necesita la oración. Él no cuenta con nosotros para que le hagamos ver nuestras necesidades, y tampoco está esperando que le pidamos para Él actuar. No, Dios es Dios, y Él es el gobernador soberano del universo. Pero también es nuestro Dios, y ha entrado en una relación con Su pueblo, convirtiendo en hijo Suyo a cada persona que confía en Jesucristo. Dios ha dado la oración como un medio para que podamos acercarnos a Él, confiar en Él y comprender que Él nos ama y se preocupa por nosotros. Podríamos decirlo de esta manera: 

si la Biblia es la forma en que el Señor se comunica con nosotros, la oración es la forma en que nosotros nos comunicamos con Él. La comunicación es crítica para cualquier relación y esto es verdaderamente cierto en nuestra relación con Dios.

Dios también usa la oración para provocar cambios en nosotros. Debemos orar en el nombre de Jesús, bajo Su autoridad (Jn 14:13) y de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Jn 5:14). Seguir este modelo bíblico de oración nos enseña a buscar la voluntad de Dios y a venir al Señor con el deseo de que nuestras vidas reflejen la gloria de Dios y la imagen de Jesucristo. Piensa en esto por un momento: 

¿Qué tiene más significado eternamente: que nuestras circunstancias cambien o que seamos más como Jesús? Cuando miramos la oración bajo esta luz, vemos el verdadero poder de la oración. La oración es un medio de gracia que el Señor usa para moldearnos más y más a la imagen de Cristo (ver Rom 8:29).

Finalmente, la oración es también un medio que Dios usa para traer a cumplimiento Su voluntad, no porque Él dependa de la oración, sino porque ha elegido usar la oración para ese fin. Un ejemplo de esto en el Antiguo Testamento es el clamor de los israelitas en Egipto (Éx 2:23-25). El Señor ya había prometido liberar a Su pueblo de la esclavitud (Gén 15:13-14), ya había afirmado esa promesa en Su pacto, y aun así escogió usar las oraciones de Su pueblo para iniciar Su liberación. 

Recordemos esto cuando estemos desanimados o nos sintamos impotentes. Vayamos al Señor en oración y oremos para que Él cambie tanto nuestras circunstancias como a nosotros mismos.

Fuente: https://es.ligonier.org/

sábado, 21 de septiembre de 2019

¿En cual grupo estás en las Prudentes o Insensatas?

Las Vírgenes 

La parábola dice que el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que con lámparas salieron a recibir al esposo. Se compara el Reino de los Cielos a una actividad: salir a recibir al Esposo. El énfasis del mensaje está en cómo hacerlo.

Todo el grupo salió a recibir al esposo. Todas tomaron sus lámparas. Y todas las lámparas fueron encendidas.

Jesús señala aquí, que son diez. Luego dividió al grupo; comienza a hablar de individuos, porque quiere destacar que la cosa en cuestión es de decisión personal.

En todos los aspectos de esta vida diferentes personas resuelven un mismo asunto de maneras distintas. Eso es normal, así sucede. Una misma situación siempre se enfrenta de diversas maneras. La prudencia no es algo general, ni tampoco lo es la insensatez. El grupo de las diez no recibió un solo resultado común, porque cada una obtuvo conforme a su actitud personal, conforme a su propia manera de vivir. Quizá debido a eso Jesús advierte: Algunos no harán las cosas de la manera correcta. Y sufrirán pérdida.

Sorprende, viniendo de parte de Jesús, que él separe el grupo en dos, aunque realmente no es él quien genera la división, sino las propias vírgenes, con sus actitudes. Cinco entraron luego con el esposo, cinco no. Esta consideración asusta un poco y nuestro corazón se cubre rápidamente diciendo que se trata de una ilustración. Pero, lo sea o no, es bueno preguntarnos: “¿En cuál grupo me encuentro yo?” Si las diez vírgenes representan a todos los redimidos, a toda la iglesia, ¿puede ser que Jesús esté advirtiendo con esta parábola que tanto como la mitad pueden perder la entrada? ¿Será posible que tantos no lleguen a participar de la boda, a pesar de que salieron de sus casas con el exclusivo propósito de recibir al Esposo y entrar con él ?

Diez vírgenes fueron diez decisiones. Coincidió en la historia que cinco y cinco pensaron igual, pero Jesús nos está diciendo: "Hablo de Ti".

últimamente el Espíritu Santo está mencionando esta parábola en muchos mensajes de diferentes predicadores, y en los más variados énfasis. ¿Por qué? Porque el tema es para considerarlo seriamente. Cinco vírgenes eran prudentes y cinco actuaron insensatamente. ¿De cuáles soy yo?

Me dí cuenta que para poder responder, antes necesitaba entender el significado de las palabras “prudencia” e “insensatez”, porque, es curioso, pero normalmente decimos que “imprudente” es lo opuesto a “prudente”. Utilizamos las palabras “prudente/imprudente” en relación a “cauteloso” o a “uno que tiene cuidado”, pero no pensamos que sea “insensato” quien no es “prudente”. Mas Jesús utiliza aquí ese sentido. Busqué aclarar estos conceptos antes de seguir, para no malinterpretar todo el asunto.

Hallé lo que cualquier diccionario explica: “Prudencia es discernimiento entre lo bueno y lo malo, para seguirlo o huir de ello”. En otras palabras, es la capacidad de distinguir, de diferenciar entre lo bueno y lo malo,... ¡para actuar! La prudencia no es solamente discernir, no es solamente darse cuenta, sino que incluye una acción que sigue a ese darse cuenta. ¡Actuar de acuerdo con lo discernido! Prudencia es ver y obrar.

Por eso Jesús llamó “prudente” -en Su otra ilustración acerca del Reino de Dios- al que edificó su casa sobre la roca y no sobre la arena. Vio arena y no edificó, y vio roca y sí edificó. Discernió lo correcto e hizo de acuerdo a ello.

¿Y un “insensato”? Es uno que no posee la sensatez; que habla u obra sin ella. Uno que no razona, que no juzga, que no compara sana o correctamente. Y que luego, por supuesto no obra de acuerdo al buen juicio. En la misma historia mencionada de Mateo 7, Jesús dice: "Cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato...” Estos son los significados de “prudente” e “insensato”.

Ahora estaba mejor equipado para escudriñar en qué consistía la insensatez o la prudencia de las vírgenes.

Todas esperaban al Esposo. Conocían y creían aquella palabra de que el Esposo volvería, y cuando escucharon el clamor, salieron inmediatamente a recibirle. Le deseaban. Habían estado esperando este momento. Todo parece estar bien. ¡Diez vírgenes enamoradas del Esposo salen a recibirle! Sin embargo, había diferencias entre ellas. Diferencias que a simple vista no se veían, pero estaban en ellas, y quedarían descubiertas con los acontecimientos que venían. ¿Habrá algo de ellas que también se encuentre en mí?

Aquél clamor se oyó cuando ya empezaba a oscurecer, así que todas tomaron lámparas en sus manos; cada virgen tenía la suya, y sería lógico pensar que todas las llenaron bien de aceite antes de salir. ¿Mas en qué consistió el discernimiento de las prudentes, que quisieron llevar una vasija con aceite adicional en la otra mano? ¿Y cuál fue la ceguera de las insensatas, que no hicieron lo mismo?

Parecería haber varias razones, pero una está relacionada con nuestra actitud hacia la lámpara misma. Tener la lámpara llena de aceite, bien encendida y emitiendo una luz fuerte es lo que cada uno de nosotros desea, ama y disfruta. Con todo, hay una realidad que no debemos olvidar: ¡No hemos sido redimidos solamente para tener nuestro ser lleno de aceite y arder y tener luz! Por más hermoso que esto sea, por más deseable, por más que nos bendiga tanto a nosotros y a otros, el propósito final de Dios no es que terminemos siendo vírgenes con lámparas. Está en Sus planes que tengamos la lámpara funcionando, pero la lámpara no es lo que él quiere para nosotros como fin. No.

Del Antiguo Testamento aprendemos que si este fuese el propósito final de Dios, el candelero de oro (la lámpara de ese lugar) dentro del tabernáculo de Moisés habría sido la pieza más importante del mobiliario. Pero no lo fue. Su existencia era necesaria, lleno de aceite, encendido y ardiendo continuamente, nunca debía apagarse; su luz era necesaria, pero a pesar de ello, no era el mueble más importante. ¿Cómo entonces? Tanto luchar en Dios y rogarle y pedirle ser llenos y arder y tener luz, ¿para que me digan que eso no es “lo máximo”? Pues, es muy alto, e imprescindible para la vida misma; pero no, no es la meta.

Por aquí está el peligro que la iglesia debe considerar en su peregrinar y que originó la mala decisión de las vírgenes insensatas. Ellas pensaron: “Nuestras lámparas están llenas y encendidas; arden y su luz está alumbrando. ¡Ya puedo afrontar cualquier cosa que el Señor me pida! No hay más lugar vacío en mí; todo lo llenó él. Esto que está en mí es Dios mismo; es Su Espíritu mismo dentro de mí. Es eterno, ¡nunca se acabará! Lo que Dios llenó no se vaciará.”

No juzgaron sensatamente. Es la misma manera de pensar de aquél rico que se dijo: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.”

Las vírgenes insensatas creyeron que ya lo tenían todo para acceder al lugar de las bodas. Y realmente... casi lo tenían. Fascinadas por la belleza del don, de lo que él había puesto en ellas, no se dieron cuenta de que habían bajado la mirada del Dador.

Ceder el más alto lugar a lo que poseemos hoy porque arde en nosotros con fuego y luz, es muy riesgoso; nos hace perder de vista lo que realmente es primero. Es un peligro muy sutil, adorar lo que hemos recibido de Dios en vez de a Dios que nos lo dio. Enaltecer la lámpara que tenemos por lo bien que funciona, nos desubica. Es cierto que la gloria del fuego y su calor nos asombran y nos llenan de felicidad. Nos sentimos adoptados por él y guardados por Su Mano, pero enaltecer la lámpara nos hace caer en un desvío, en una trampa. Dios no es quien pone las trampas en el camino, mas el enemigo de nuestras almas sabe de nuestras codicias y egoísmos y concupiscencias y nos prepara los caminos laterales. Si no nos cuidamos ¡de nosotros mismos! podemos caer en la trampa y no llegar al final.

El valor que merece la lámpara encendida en nosotros tampoco debe ser menospreciado, porque es genuino, porque es algo que Dios mismo da, es parte de Sí mismo, es Su Espíritu, es Su gloria, y es indispensable para poder recibir al Señor que viene; sin embargo, a pesar de su gran importancia, es solamente el utensilio santo. Es el que nos permitirá ver el camino, porque he aquí que estamos saliendo a recibir al Esposo, y cada vez se está haciendo más de noche.

Las vírgenes insensatas creyeron que estaban completas. Parecía que estaban completas, pero olvidaron que un fuego que arde y produce luz va consumiendo el aceite existente... hasta terminarlo. Y no previeron una posible demora del que venía. (¿O sería presunción en ellas, que decía: “¡No hay problema, con lo que tengo me alcanza y sobra!”).

Bunyan relata en su libro “El Peregrino” una situación: El Intérprete lleva a Cristiano hasta un lugar donde había un fuego ardiendo al costado de una pared. Había un hombre echando agua sobre el fuego, pero éste ardía cada vez más brillante y más ardiente. Cristiano dijo entonces: —¿Qué significa esto?. El Intérprete le contestó: —El fuego es la obra de gracia en el corazón humano. El que echa agua para apagarlo es el diablo. Pero, como ves, el fuego arde más brillante y más ardiente. Te mostraré el motivo. El Intérprete lo llevó detrás del muro. Allí vio a otro hombre con un cántaro de aceite en su mano, vertiéndolo continuamente debajo del fuego.

—¿Qué significa esto?, preguntó Cristiano. El intérprete respondió: —éste es Cristo. Usa el aceite de Su gracia para mantener la obra ya comenzada en el corazón de Su pueblo. Los que pertenecen a Cristo son hijos de la gracia, y el poder del diablo, aunque grande, no puede apagar el trabajo de gracia empezado en sus corazones.

Me preguntaba anteriormente en qué consistiría la diferencia entre ambos grupos de vírgenes, pues querría saber en cual lado estoy. Y observé que no fue que las vírgenes insensatas no tuvieran luz, porque sí la tuvieron. Pero ellas no tuvieron luz en el momento en que fue necesario tenerla. De nada les sirvió haber tenido sus lámparas llenas de aceite días atrás, o aun esa mañana. Tuvieron gran alegría durante aquél tiempo, pero cuando el Esposo llegó, a sus lámparas se les había terminado el aceite; estaban vacías. Dicho de otra manera, de nada sirve andar lleno hoy, si cuando él venga me halla vacío.

La razón principal por la cual las insensatas no tomaron vasija adicional en su mano libre, posiblemente fuese porque su alegría se limitaba a tener y ver como ardía su propia lámpara, y no les interesaba entender por qué debía arder. Su mayor regocijo estaba en el hecho glorioso de tenerla ardiendo. Como si dispararan bengalas hacia la noche para ver la maravillosa figura de chispas multicolores que embellecen el cielo, y luego, cada vez que aquellas se extinguían corrían a comprar otra, sólo para ver el bello espectáculo otra vez.

La insensatez de aquellas vírgenes nació al posar la mirada sobre el objeto equivocado. Poniendo los ojos sobre la belleza de sus lámparas, que por supuesto se veían más honorables y hermosas cuando ardían, iban vez tras vez a los que vendían, pero compraban solamente la cantidad necesaria para tenerlas llenas. Cuando les parecía que precisaban aceite, cuando les parecía que estaban precisando luz, irían a los vendedores con sus lámparas y les dirían: —Llénemela.

—Ah, ¡estoy llena otra vez! Volveré tranquila ahora a continuar esperando al Esposo. Los buscadores de “ser llenados” vez tras vez, son los que miran hacia sí mismos, (¿será como “buscando lo suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús”?) y cuando ven todo glorioso a la luz del aceite divino que arde en sus corazones, ponen su confianza en sus propias capacidades y en las que se adquieren cuando arde el Espíritu. Ciertamente hasta cierto punto han consagrado sus vidas, pues sin la mecha no habría fuego sobre ellos, pero tienen la mirada puesta en lo equivocado. Embelesados de lo que Dios les ha provisto, pierden de vista el propósito principal.

Las vírgenes insensatas fueron llenas de esa gracia que Intérprete le mostró al Peregrino, pero la diferencia con las prudentes consistió en que por alguna razón —no explicada en el texto— se separaron de la provisión.

Tampoco sabemos qué movió a las prudentes a tomar la vasija con la provisión, pero estas ciertamente sí recordaban que el aceite es algo que se consume. Y no querían correr el riesgo de que se les terminara justo cuando más hiciera falta. Tomar otra vasija con aceite era la manera de mantenerse conectadas continuamente con la provisión. Nuevamente el candelero del Tabernáculo de Moisés nos enseña el secreto de su permanente luz: estaba conectado por tubos al depósito principal. Debía arder continuamente, y no se correrían riesgos de que se apagara. Dios exigía que las lámparas ardieran sin cesar para lo cual el sacerdote se ocupaba todas las mañanas y todas las tardes de mantener lleno de aceite lo que se iba consumiendo del depósito escondido.

Hay peligro de insensatez cuando pensamos: —¡Ya lo tengo! ¡Lo logré!, porque no estamos vien do el depósito detrás y encima nuestro. Es cierto que se nos escapa cuando somos llenados por primera vez, pero seguir pensando así por mucho tiempo es un error. Porque lo que tenemos es de Jesús. Lo tenemos porque él nos lo dio. Es de él; para nosotros, pero de él. Justamente por eso, él solamente es quien lo puede mantener. Nada podemos hacer para obtenerlo, porque es por gracia, y la gracia es eso: Gracia. Menos podemos hacer para mantenerlo. Una uva, por más gorda y jugosa que se vea, no debe pensar que no precisa más de la vid, pues el jugo que hay en ella (y su misma existencia) es producto de la vid. Despréndase la uva y muy pronto el sol que no le podía hacer nada mientras colgaba en el sarmiento, la marchitará apenas la encuentre separada de su fuente.

Las vírgenes insensatas no discernieron la necesidad de una continua dependencia de la provisión de aceite; cuando lo tenían quedaban como ciegas, como encantadas por lo que tenían, y adoraban eso. En cambio las prudentes apartaron de sí mismas cualquier sentir de autosuficiencia y pusieron su dependencia en Aquél quien alimentaba su fuego y que permitía su luz. No consideraron su fuerza, sino que tuvieron temor. No se apoyaron en la capacidad de sus lámparas ni en la fuerza con que iluminaba el fuego sobre el aceite y la mecha; no se consideraron ya “espiritualmente” independientes y preparadas, sino que se extendieron hacia la continua dependencia de una Vasija Mayor.

Son dos formas de vivir: La de ser llenado, vivirlo hasta que se consume y luego ir otra vez “a los que venden” para ser llenado otra vez, o la otra, gastar un poco más, pero poseer una vasija que permita estar lleno continuamente. Son dos distintas maneras de vivir la vida de Dios en nosotros.

Mirar lo correcto, discernir con prudencia, es entender que la lámpara ardiendo es indispensable para estar en luz cuando el Señor venga, sabiendo que sin ella no podremos recibirle, y la acción que sigue a ese buen discernimiento es protegernos contra cualquier riesgo de que se nos apague. Está aquél que buscará ser llenado y brillar, lo deseará y lo disfrutará, pero sus ojos siempre estarán en Jesús, sabiendo que si el Señor no está, de nada sirve todo esto. Y está aquél cuyo afán es ser lleno, y lo será, y disfrutará seguramente del verdadero arder del Espíritu, pero su satisfacción se queda en el hecho de andar lleno y brillar frente a los demás (y obviamente bendiciéndolos). Sus ojos están sobre sí mismo, amándose a sí mismo en ese vestido de gloria de Dios. Al que ama ser lleno y arder y alumbrar y tan sólo eso, aunque esté "cumpliendo la Gran Comisión", su propio corazón le ha engañado sutilmente. No ama a Jesús por lo que Jesús es, sino por los beneficios que de Jesús recibe.

Jesús nos ama y por eso incluyó esta parábola en las Escrituras. Hay trampas en el camino, y ésta es una bastante encubierta, porque como uno está tan lleno del gozo por la gloria de Dios, no presta atención a la suave vocecita del Espíritu diciendo: “¡Cuidado! La cosa no termina aquí.”

En esta parábola Jesús está diciendo que debemos estar preparados. Es absolutamente necesario poseer esa gloria cuando él venga, pues es necesaria para entrar a las bodas; el Esposo reconocerá a los que están en luz en el momento de Su Venida. Pero también dice que no seamos insensatos, confiando que tenemos suficiente, por mucho que sea. Que seamos prudentes, no sintiéndonos autosuficientes por la gloria que está sobre nosotros, sino que nos mantengamos cerca de la provisión. Que no nos separemos de Cristo, nuestra provisión continua, pues sin él, nada podemos hacer.

¿Puedo saber a cuál grupo de vírgenes pertenezco? Hay una manera de saberlo. Si voy corriendo a la fuente para ser llenado y pasado un tiempo me apago, y voy otra vez y me vuelvo a apagar, y voy otra vez y me vuelvo a apagar, mi fuente está en los que venden.Y como estoy lejos de la provisión, demoro en reencender cuando se me termina el aceite. Pero si la Vasija está al alcance de mi mano, si estoy cercano a ella, si estoy junto a ella como el candelero del tabernáculo,si estoy como unido por tubos de provisión contínua desde la fuente, nunca se acabará el aceite de mi lámpara. Son dos actitudes cristianas diferentes, dos diferentes formas de vivir. El diccionario lo dice: Prudencia es discernimiento entre lo bueno y lo malo, para seguirlo o huir de ello.

Si las diez vírgenes representan a todos los redimidos, a toda la iglesia, ¿puede ser que Jesús esté advirtiendo con esta parábola que tanto como la mitad no tienen los ojos puestos en él?

La insensatez de cinco vírgenes fue que creyeron que lo que habían recibido era todo. Fueron convencidas de que el Cristo ya no les era más necesario.

viernes, 12 de julio de 2019

¿Aflige Dios a sus hijos?

¿POR QUÉ SOMOS AFLIGIDOS POR DIOS?


Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. (Deuteronomio 8:3)

¿Cuál es el origen de las aflicciones? 

La gente que no conoce a Dios dice: “son cosas de la vida“, o para hacerlo más impersonal: “es el destino” (como si se tratara de algún ente místico que gobierna las cosas). Otros atribuyen las aflicciones a la obra del Diablo. Otros opinan que es causa de algún pecado. Pero si conocemos más de la soberanía de Dios, como creyentes en Cristo sabemos que nada escapa a su voluntad. Notar los verbos en este versículo: “te afligió, te hizo tener hambre…” pero también dice: “te sustentó“. Vemos que la prueba es una iniciativa de Dios tanto como la salida a la misma.

Hace poco tuve un episodio médico (no de gravedad, pero sí de incertidumbre). Mi esposa recibía múltiples mensajes por teléfono y la redes sociales de aquellos que nos conocen y se preocupan. Notamos con mi esposa que había una frase recurrente por personas cristianas de distintos lugares y culturas que decían: “Dios está en control”.

Recuerdo haber predicado muchas veces sobre el control de Dios y recordar textos acerca de que “ningún pajarito cae a la tierra (muere) sin que Dios lo quiera” (Mateo 10:29). Pero en las horas de incertidumbre, donde todos los sucesos se agitan, donde no hay tiempo de pensar ni reaccionar se nos nubla esta visión de la soberanía de Dios, y es bueno que otros cristianos nos hagan recordar: Dios está en control… Dios está en control de todas las cosas.

Dios está en control de todo los que nos pasa, y dentro de ese control también tiene sabios propósitos con nosotros. Siempre somos dados a pensar que las aflicciones son  algún tipo de “mal entendido de Dios hacia nosotros”, algo así como: ¡Esto no debería pasarme! ¿Por qué a mí?  ¿Acaso no hay otras personas pecadoras que necesitan ser probadas más que yo?

Veamos en la Biblia cómo Dios afligió a su pueblo Israel y le hizo tener hambre, y lo hizo por sabias razones.

1) PARA AFIANZAR LA DEPENDENCIA CONTINUA DE DIOS

El maná caía cada día, no podían guardarlo como reservas, sino que cada mañana (a excepción del día de reposo) tenían que recogerlo como una muestra del sustento diario de Dios.

2) PARA ENTENDER QUE LA VIDA TIENE UN FIN MAS ELEVADO Y ESPIRITUAL

“No solo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios”. Estas fue la contestación de Jesús dada al Diablo en Mateo 4:4. Y que es tomada de este pasaje de Deuteronomio. No solamente el mundo, sino aún muchas iglesias creen erradamente que la prosperidad material es un signo de la gracia de Dios. Por el contrario, muchas veces Dios nos hace pasar necesidades para mostrarnos luego su gracia, para que realmente pensemos en el estado de nuestra alma.

Muchas personas al pasar por momentos difíciles de tristeza y necesidad, despiertan a la necesidad principal: La necesidad de Cristo. Hacernos pasar por un desierto sin agua y pan es el método de Dios para despertar la necesidad espiritual de su pueblo acerca de Él. A su tiempo Él hará brotar agua de la roca (Números 20:11) y hará caer pan del cielo, y esto son símbolos de Jesús:

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. (Juan 6:53 al 58)

No nos equivoquemos. Ser afligidos no evidencia la falta de bendición de Dios sobre nuestra vida, sino que puede ser parte de su proceso para mostrarnos más de su gracia. Nos hará “tener hambre” a propósito para que podamos ser saciados por Él. Y de esta forma, nuestra fe en Dios se verá fortalecida, cuando pasemos tomados de su mano por las aflicciones que Él prepara para sus hijos.

…si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando Jesucristo sea manifestado.1 Pedro 1:6- 7

Fuente: palabrafiel.org

martes, 21 de mayo de 2019

Pastores que aman el dinero

"Los pastores tras el dinero de los creyentes"


"Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado", palabras de Cristo cuando encontró a los mercaderes en el templo en Jerusalén (Mateo 21:12-13). "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mateo 7:15).  
¿Cuántas veces ha escuchado, o exclamado usted mismo, o pensado en su corazón:  "Las iglesias son un buen negocio. Los pastores son unos listos que viven de los creyentes ingenuos, aprovechándose de su bondad y generosidad"?

¿Está esforzándose para perseverar en una iglesia pero tiene dudas o a veces se siente incómodo, aun avergonzado, por la mercadería que hacen de usted y de sus hermanos?

¿Acaso ha decidido no asistir a ninguna iglesia "porque todas son iguales, llenas de mercaderes y adúlteros"?

Lamentablemente, hay que admitir que muchas de ellas son más o menos iguales en este aspecto, pues de una forma u otra, hacen mercadería de lo sagrado. Pero, quisiéramos informarle que existen muchos miles de congregaciones en muchos países que no cometen semejante pecado. Nosotros los creyentes que componemos estas congregaciones repudiamos toda clase de mercadería religiosa. Si usted quiere seguir fielmente a Cristo, ¿no le parece que debería hacerlo también?

¿Se acuerda de lo que hizo Jesús cuando encontró en el templo en Jerusalén a los judios que mercadeaban con lo sagrado? (Juan 2:13-17 )? Con gran celo y vehemencia ¡los echó fuera! ¿Piensa usted que no tratará con igual severidad a los evangelistas, pastores y demás clérigos que profanan a las iglesias con sus negocios y su incesante pedir? ¿Y qué será la suerte de los creyentes que los apoyan? Amigo lector, respetuosamente le rogamos que lea en su Biblia objetivamente y con oración, los textos siguientes: 2 Pedro 2:1-3, 2 Pedro 2:14-22; 1 Timoteo 6:3-5; 2 Corintios 11:20; Romanos 16:17; Apocalipsis 17; Ezequiel 13 y Jeremías 23.

 Según estos pasajes el camino al Cielo no es a través de las iglesias que mercadean con lo espiritual. ¿Acaso diría usted no conocer a ninguna iglesia donde no haya mercaderes al frente? Entonces,  deducimos que nunca ha conocido usted a la iglesia que Jesucristo fundó. Los que no profanamos el evangelio con crasas mercaderías somos la continuación de aquella iglesia. Lo somos, así creemos, no jactándonos sino expresando la confianza que todo hijo de Dios debería poseer, no solo por esta razón sino también porque seguimos las instrucciones del Espíritu Santo en todo lo concerniente a la organización y el funcionanmiento de la iglesia que Cristo edificó (Mateo 16:18). ¿No nos conoce? ¿Nunca ha leído los mensajes bíblicos que publicamos? ¿No ha escuchado nuestros programas radiales? ¿No ha visitado nuestros locales? Si responde en lo negativo, quizás no haya puesto toda diligencia en la búsqueda de la iglesia libre de comercio, de la iglesia netamente bíblica. El deber de cada alma es buscarla hasta encontrarla, aunque no está lejos de ninguno, pues se presenta claramente en las Sagradas Escrituras.

Deseamos que nos conozca para que comprenda que la iglesia bíblica puede existir y cumplir su misión divina en la tierra sin recurrir a mercaderías vergonzosas. No pretendemos presentarle congregaciones donde todos los miembros hayan alcanzado la absoluta perfección moral o espiritual. No obstante el elemento omnipresente de la imperfección humana, los cristianos bien instruidos podemos aprender y predicar la "sana doctrina" (Tito 2:1; 1 Timoteo 4:16), sin hacer mercadería, y esto lo hacemos los "ministros competentes del Nuevo Pacto" (2 Corintios 3:6). Lo hacemos sin fomentar el emocionalismo excesivo o esclavizarnos a mandamientos del Antiguo Testamento, el cual fue abrogado en la cruz (Colosenses 2:14-16; Hebreos 7:12; Hebreos 8:1-13). Amigo lector, no deseamos venderle nada. No le exigimos el diezmo. Al unirse usted a nosotros, no estaremos pidiéndole muchas ofrendas todos los días. No procuramos lo suyo sino que deseamos que usted, al igual que nosotros, se salve eternamente.

¿A usted le llama la atención los templos grandes tipo "coliseo"p"pabellón"? Considere, por favor: Las congregaciones del primer siglo se reunían en casas (Romanos 16:3-5; Colosenses 4:15; Filemón 2), u otros lugares adecuados, pero no en templos opulentos.

¿Está infatuado con los "reverendos" de mucha carisma personal? ¿Impresionado grandemente por los "licenciados" de renombre? Considere: Los apóstoles no usaban títulos pomposos (Mateo 23:1-1  2), ni se ensalzaban a sí mismos (1 Corintios 3:5-7), ni permitían que otros cristianos los ensalzaran (2 Corintios 10:12-18).

¿Diezma, ofrenda y compra lo que los líderes carismáticos y sus feligreses ofrecen en venta, quizás motivado usted por la ilusión de devengar dividendos materiales? Considere: el Espíritu Santo enseña que "raíz de todos los males es el amor al dinero" (1 Timoteo 6:8-10). De cierto, él no es el autor del necio "evangelio de la prosperidad".

¿Vive su pastor en una mansión, usa joyas o es dueño de carros lujosos? Considere: nuestro Señor no tenía "donde recostar su cabeza" (Mateo 8:20).

¿Le hechizan los programas religiosos radiales o televisivos, y las campañas de "evangelistas internacionales" de renombre? ¿Aporta dinero para sostenerlos? ¿Por qué? ¿Qué busca? ¿Sanidad para su cuerpo? Considere: el apóstol Pablo, el evangelista Timoteo y otros obreros consagrados sufrieron enfermedades (2 Corintios 11:29; 1 Timoteo 5:23; Filipenses 2:25-27; 2 Timoteo 4:20). Intentar "comprar" la sanidad hubiese sido para ellos lo mismo que tentar a Dios. ¡Lo mismo que insultar a Dios! Lo mismo que elevar a la carne por encima del espíritu.

¿Le deleitan los "cultos avivados" con agrupaciones musicales y cantantes talentosos? ¿Aplaude, baila y grita frenéticamente? ¿Le gustan esas iglesias tipo "farándula" que presentan un "show"? ¿que montan espectáculos musicales? Considere: la iglesia fundada por Cristo está en el deber de hacerlo "todo decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40), y no para complacer y entretener a los asistentes sino para edificarlos y glorificar a Dios (1 Corintios 14:26). Es notable en extremo el contraste entre la iglesia tipo farándula y la iglesia serie y espiritual presentada en la Biblia.

Si responde en lo afirmativo a las preguntas formuladas arriba, se ponen en tela de juicio sus prioridades y motivaciones espirituales. Si responde en lo afirmativo, francamente. opinamos que quizás sea usted presa fácil para los pastores mercantes. Estos se llenan de lana (dinero), pelando una y otra vez a las ovejas (creyentes) quienes vuelven una y otra vez procurando el alimento prohibido (beneficios materiales, "contratos con Dios"; "señales"). ¿Se encuentra usted entre las ovejas descarriadas y explotadas? ¿Por qué no sale del redíl de los falsos pastores que trasquilan despiadadamente a las ovejas que los siguen?


¿Es usted de los miles y miles que se quedan un rato en una iglesia, luego se salen porque no aguantan la mercadería, las intrigas, la hipocresía y los escándalos sexuales de los pastores? ¿Entonces se integra de nuevo por el miedo que siembran esos mismos pastores con sus "profecías" amenazantes y griterías sobre el "juicio", el falsamente llamado "rapto" y la Segunda Venida de Cristo? ¡Qué triste! Entrando y saliendo, brincando de iglesia en iglesia, buscando "bendiciones" materiales efímeras (dinero, prosperidad) y carnales (salud física) o huyendo de los mercaderes religiosos. ¿No le parece más sabio buscar y hacerse miembro activo de la iglesia que no hace mercadería sino que predica y practica la "sana doctrina"? Cristo regresará, sin duda, conforme a su promesa.  Pero, ningún hombre sabe exactamente cuándo. Retornará, y juzgará a los mercaderes religiosos, como también a los que los sostienen, sacándolos a todos de su Reino (Mateo 13:41-43), purificando su Reino como purificó el templo judío.


Ciertamente, estamos viviendo el cumplimiento la profecía anunciada en 2 Timoteo 4:3. Grandes multitudes tienen "comezón de oír", pero no sufren "la sana doctrina" sino que se amontonan "maestros conforme a sus propias concupiscencias" (deseos egoístas). Los "buenos ministros de Jesucristo" predicamos la ley del Nuevo Testamento: la ofrenda voluntaria apartada cada domingo (1 Corintios 16:1-2). Pero, la mayoría de los creyentes aparta "su oído de la verdad" (2 Timoteo 4:4), esclavizándose a diezmos y dando múltiples ofrendas durante toda la semana, en ocasiones, ¡tres o cuatro en una sola reunión! Advertimos el pecado de cooperar con los "empresarios de carpa, radio y televisión", pero la advertencia es desatendida. ¿Nunca ha leído usted 2 Pedro 2:1-3? "Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme." ¿Estaría usted cumpliendo esta profecía, bien sea como mercader o como víctima?

Si ama la salvación y la Verdad, si ama a Cristo y su iglesia única y verdadera, ¡salga de en medio de los mercaderes! Acérquese a la iglesia edificada por Cristo para que goce de la libertad que el Señor concede bajo la nueva ley (Gálatas 4:21 - 5:13).

 Salga, se lo suplicamos, motivado por el deseo sincero de ajustar su fe y práctica a la regla inspirada (Filipenses 3:16). Si está meditando en su corazón: "Bueno, voy a salir de estas iglesias que exigen diezmos, piden muchas ofrendas y venden de todo, para hacerme miembro donde no tenga que aportar nada", pues nos incumbe indicarle que no estaría pensando espiritualmente. La generosidad es característica inconfundible del cristiano fiel (2 Corintios 8:1 - 9:15; Efesios 4:28; Hechos 2:44-45). Pero el cristiano fiel no mercadea con lo sagrado, ni impone leyes abolidas (por ejemplo, el diezmo). Voluntariamente, ofrenda generosamente "cada primer día de la semana... según haya prosperado"(1 Corintios 16:1-2). Esta directriz procede del Espíritu Santo. Es la voluntad de Dios. ¿Por qué hacerle caso omiso o quebrantar su mandamiento, trayendo sobre sí mismo condenación?

El mundo está perdiéndose en el desenfreno de vicios, pasiones desordenadas y crimen. Los mercaderes religiosos, con sus grandes y pequeños templos llenos de víctimas, solo contribuyen al escepticismo y la  incredulidad que ahuyentan a muchos inconversos. ¿Cuántos creyentes han perdido su fe, reincidiendo en el mundo a causa de las artimañas y del mal testimonio de los mercaderes religiosos?

Para la salvación de todo ser humano, predicamos el evangelio puro: que Cristo murió por los pecadores, fue sepultado y resucitó el tercer día (1 Corintios 15:1-8). Predicamos: "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Marcos 16:16) porque este es el mensaje que Cristo nos encomendó. Toda persona que se arrepiente y es bautizada (sumergida en agua) "para el perdón de pecados" (Hechos 2:38) "en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19), será añadida a la iglesia verdadera (Hechos 2:38-47) donde puede gozar de salvación y la esperanza de vida eterna.

Fuente: http://www.editoriallapaz.org/

miércoles, 24 de abril de 2019

Testimonio misionero que honra a Dios

Misioneros de Dios


En el año 1921 David Flood, su joven esposa, Svea y su pequeño hijo de 2 años dejaron Suecia rumbo al interior de África. Viajaban con otra joven pareja misionera—estas dos parejas habían sido miembros muy activos, cantaban en el coro de la iglesia, Svea tocaba el violín y era solista. Habían comprometido sus vidas a llevar el evangelio a las tribus perdidas de África.

Estaban llenos de entusiasmo y optimismo al punto que cruzaron las montañas del Congo a golpe de machete para comenzar su ministerio en un lugar todavía indeterminado para ellos. Para su sorpresa, aldea tras aldea se rehusaba a darles entrada, convencidos de que la presencia de aquellos blancos enojaría a los dioses y les traería grandes problemas. Días de llevar sus pertenencias, hambrientos, débiles, oraban para que la siguiente aldea del otro lado de la montaña les permitiera desarrollar sus ministerios. Pero el jefe de la siguiente aldea aún fue más hostil que todos los anteriores juntos. Les pidió que se marcharan. 

En su biografía se lee, “Lucharon para llevar sus pertenencias hacia la cima y al establecer las tiendas de campaña sabían que estarían demasiados cansados para levantar campamento otra vez”. Decidieron entonces limpiar el terreno y construir una choza de barro, haciendo lo mejor que podían para soportar la hostilidad de los aldeanos.

Durante las siguientes semanas de agonía, que se convirtieron en meses, David y Svea Flood lucharon con la lengua Swahili y, junto a los Erickson, trataron en todo lo que podían acercarse al jefe de la tribu, quien endureció aún más su posición. Los aldeanos tenían prohibido aún de visitar a los misioneros—solo a un pequeño niño se le permitía ir y venderles pollos y huevos. David estaba sorprendido de la insistencia de su esposa de que aunque no fueran capaces de entrar a la aldea ni de alcanzar a África para Cristo, ella aún podía ganar a este niño para el evangelio.

Así que, cada vez que el niño les visitaba, ella le demostraba amor y atención hasta que los otros misioneros vieron como un día ella se arrodilló con el niño y le guió en una oración de arrepentimiento. El niño tuvo que guardar como un secreto su decisión, porque probablemente no le dejarían volver a visitarles. Para los otros, esta misión fue un fracaso. Un día los Erickson decidieron dejar a los Flood y volver a la estación misionera que estaba cientos de kilómetros atrás. Más tarde Svea anunció que estaba esperando su segundo niño. Estaba débil y David temía lo peor. Ya era tarde para viajar a través de la jungla del Congo belga—el niño tendría que nacer en la choza, en la montaña.

El niño cristiano llevó esas noticias a la aldea, y sorprendentemente, el jefe permitió que una partera de la tribu colaborara.

Cuando el bebé ya estaba en fecha, Svea Flood se contagió de malaria—cuando la matrona de la tribu llegó, Svea gemía de fiebre. Su niña nació, y Svea susurró que se llamaría Aina, un clásico nombre sueco para las niñas. Diecisiete días después, Svea Flood falleció. Desesperado y lleno de una amarga rabia, David enterró a su esposa de 27 años. ¿Cómo cuidaría a su pequeño de 2 años y a un bebé sin ayuda? Contrató a un hombre de la aldea y llevó a sus hijos a la estación misionera. Para él habían terminado su ministerio, el evangelio y su relación con Dios. Hasta donde él sabía, Dios le había quitado la vida a su esposa y su ministerio no era nada más que una trágica pérdida.

El problema era que, al volver a Suecia, nadie podría cuidar de su pequeña bebé. Los Erickson no habían podido tener hijos, y David les ofreció la oportunidad de adoptar a Aina. Accedieron gustosos. Ahora David podía volver con su hijo, abandonar esa estación misionera para nunca más volver…de hecho, al dejar el lugar, nunca volvió su rostro atrás. Antes de que la niña Aina tuviera un año, Joel y Berta Erickson fueron envenenados por nativos, y con un día de diferencia ambos murieron. Aina se quedaba otra vez sin padres. Fue reclamada por otra pareja de misioneros que ya tenía su propia hija. Cuando tenía 3 años de edad, Aina y sus padres adoptivos dejaron África y se establecieron en la ciudad de Minneapolis, estado de Minnesota, Estados Unidos. Su nombre sueco fue cambiado a Aggie.

Aina escribiría luego que, aún siendo niña, ella sabía que era diferente. Fue conocida como la hija de la misionera que murió en la montaña, rescatada por misioneros que fueron envenenados y, realmente, como dice el título de su biografía, “Ser una niña sin país”. Con el tiempo, Aina asistió Al Colegio Bíblico North Central donde conoció a un joven prometedor, Dewey Hurst, que entraba al ministerio.

Pasaron los años. Aina no tenía ninguna información de su padre. Sabía poco de su pasado. Sabía el nombre de sus padres y de Suecia, pero poco más. No tenía tiempo de pensar en ello…con un esposo y una familia ocupada en el ministerio. Su esposo había sido nombrado presidente de un colegio bíblico en otro estado. Un día, en forma inesperada, una revista sueca apareció en su buzón. No tenía idea quién la enviaba, y por supuesto, no entendía el contenido. Pero al pasar las páginas, una fotografía acaparó su atención. La foto de una pequeña cruz blanca enterrada con el nombre de Svea Flood. Saltó al automóvil buscando a un profesor sueco del colegio bíblico. Dos misioneros, caminando por la selva llegaron a una aldea en el Congo belga y tomaron esa foto. Averiguando en la aldea les contaron la historia que reproducían en el artículo. 

También contaban que luego que los misioneros se fueron, el niño cristiano solicitó permiso al jefe de la tribu para comenzar una escuela. Gradualmente, este ahora joven muchacho, fue maestro y líder, enseñó el Evangelio a todos sus estudiantes. Y luego sus padres, y aún el jefe aceptaron a Cristo. Ahora esa aldea tenía 600 creyentes y una iglesia muy activa. Todo gracias al sacrifico y las lágrimas de David, y primeramente de Svea. Aina no lo podía creer. Comenzó a llorar y agradecer a Dios por dejarle saber la verdad sobre sus padres y su sacrificio. Para el 25 aniversario de su boda, el Colegio bíblico les dio al matrimonio Hurst un boleto para visitar Suecia, donde Aina, entre otras cosas, podría buscar a su padre.

No fue difícil—David Flood se había casado, tenía 4 niños, pero su segunda esposa también había fallecido.

Ese anciano era ahora un alcohólico, agnóstico, y maldecía a cualquiera que le mencionara a Dios. Luego de una emotiva reunión con sus medio hermanos y hermana, Aina quiso ver a su padre. Sus hermanos no estaban muy contentos de esa idea—se había convertido en un hombre amargado, tampoco ellos lo veían mucho, y sobre todo, odiaba a Dios. Le advirtieron, “Si lo ves, no le hables de cosas espirituales…cuando escucha el nombre de Dios, estalla de furia”. Aina estaba determinada a verlo. Al fin fue a su departamento—la puerta fue atendida por una señora de la limpieza. Dentro de su cuarto había botellas de licor en cada repisa de la ventana; la mesa estaba cubierta de más botellas. Y en un rincón apartado—escribió ella en su autobiografía—un viejo pequeño y arrugado tirado en una cama deshecha, con su cabeza contra la pared.

La diabetes y un derrame cerebral lo tenían lisiado en ese cuarto desde hacía 3 años. La señora se acercó y le dijo suavemente, “Papa, Aina está acá”. El se dio vuelta hacia mí y tomé su mano. “¿Papa?”, dije. Comenzó a llorar. “Aina”, dijo, “Nunca quise dejarte”. “Está bien, Papa”, dije mientras tomaba sus manos. “Dios cuidó de mi”. Se puso rígido y dejó de llorar. “Dios nos olvidó a todos” escupió, “Nuestras vidas están así gracias a Él. Estuve en África todo el tiempo…y sólo un niño pequeño…y luego perdí a tu madre”. “Papa, tengo un historia que contarte. No fuiste al África en vano. Mama no murió en vano. El niño pequeño que ganaron para el Señor creció y toda la aldea hoy reconoce a Jesús. Hoy, 40 años después, hay 600 personas en ese lugar que sirven al Señor porque tu escuchaste el llamado de Dios en tu vida”.

David Flood se dio vuelta despacio hasta que sus ojos vieron los míos—ojos de esperanza, deseando que lo que yo decía fuera verdad…deseando que la agitación de su vida se redimiera de algún modo”. Papa, es una buena historia…tenemos un Dios grande”. Las lágrimas volvieron…comenzó a hablar. Al fin de esa tarde, la bondad de Dios lo había traído al arrepentimiento, y el perdón y la restauración de la comunión. Aina y su esposo al fin volvieron a América…unas pocas semanas después, David Flood partió a la patria celestial. Luego le contarían a Aina que en las últimas horas de su vida—delirando, hablaba en Swahili.

Déjeme darle un apéndice a esta historia.

Pasaron los años y Aina y su esposo fueron a una conferencia evangelística, esta vez en Londres. Varios líderes de diferentes denominaciones y asociaciones de iglesias de África fueron a dar sus reportes. Uno de ellos era de Zaire, superintendente de la asociación de iglesias nacionales de ese país, representaba a 100.000 creyentes bautizados. Habló elocuentemente sobre la difusión del evangelio en su país. Dijo, “Tenemos 32 estaciones misioneras; un hospital de 120 camas; varias escuelas cristianas—y nuestras iglesias tienen hoy 100.000 cristianos bautizados.

Luego Aina corrió hacia ese hombre y le hizo algunas preguntas—una en particular. Les dejo leer lo que ella misma dijo, “Señor, ¿conoció usted a una joven pareja misionera llamados David y Svea Flood? Ellos estaban en una estación misionera—y lo único que sé es que estaban en la cima de una montaña”. “Sí, madame”, contestó, “Yo solía venderles pollos y huevos…fue Svea Flood la que me guió a Cristo”. “¿Quién es usted?” “Yo soy la hija de Svea Flood; yo nací en esa montaña”. Las lágrimas rodaron por las mejillas de ese hombre, me abrazó, y en su estilo africano, me sostuvo, y comenzó a bailar, sollozando desde lo profundo de su alma”. “Muchas veces me pregunté” decía llorando, “¿qué le sucedió a esa pequeña niña cuya madre murió por nosotros?”. Me dijo, “Debes volver a su lugar de nacimiento—tu madre es la persona más famosa de nuestra iglesia”.

Ella accedió. Luego de meses de planeamiento, Aina y su esposo hicieron el largo viaje de vuelta a ese lugar tan especial. De hecho llegaron al lugar donde su padre la dio en adopción a los Erickson. En este lugar ella había vivido y jugado en el barro con sus amigos africanos, aprendiendo la lengua Swahili. Visitó la tumba de sus padres adoptivos. Llegar a la aldea fue tan difícil como lo fue para sus padres, pero esta vez había cientos de personas esperándole, en medio de un arco de flores. Aina escribe, “el pastor de la aldea me guió a la cima del monte, toda la gente siguiéndonos; en la cima había un lugar llano bajo un bosquecillo de árboles. El pastor señaló con el dedo y dijo, ‘Este es el lugar donde tus padres hicieron la choza donde naciste’. Luego volteó y señaló, sin decir palabra, a una tumba rodeada de cemento, una palmera cerca, y debajo, todo el valle. Una cruz blanca que rezaba Svea Flood (1896-1923). Aina escribe, “y ahora conozco la cosecha de la semilla que ella sembró”.

El pastor abrió su Biblia, rodeado de cientos de creyentes y leyó una simple línea de los Salmos. Salmo 126, verso 5 “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”.david & svea flood2 Dios sabe lo que es llorar. Dios sabe lo que significa sufrir pérdidas. Dios sabe lo que significa sembrar semilla que parece que no dará fruto. Pero Dios sabe el fin…El sabe el fin de la historia…que las lágrimas de dolor, y la pérdida y la frustración y el dolor y la pena pronto serán borradas…reemplazadas por un gozo indescriptible.

Fuente: Facebook

sábado, 6 de abril de 2019

Asombroso! Las Profecías cumplidas en Jesús

Impactante comparación de textos bíblicos de la venida y vida de Cristo.


Esas profecías anuncian sobre su persona, sus acciones, su doctrina, de forma más o menos directa, más o menos velada. Se cumplen todas las profecías que hablan de Él en el Antiguo Testamento, algunos cuentan más de 300 profecías. El cumplimiento de todas esas profecías es uno de los motivos que nos llevan a saber que la Biblia está inspirada por el Espíritu Santo.

Jesús sabe que las profecías mesiánicas se refieren a Él. 

Al leer Isaías en la sinagoga de Nazaret, afirma: “Hoy se está cumpliendo ante vosotros esta escritura” (Lc. 4, 21). A los fariseos que rehúsan creer en El, les dice: “Escudriñad las Escrituras ya que en ellas esperáis tener la vida eterna; ellas testifican de mí” (Jn. 5, 39).

Mateo se propone en su evangelio demostrar que Jesús es el Mesías, basándose en las profecías del Antiguo Testamento. Profecías que anuncian a Jesucristo, cientos y miles de años antes, incluso desde el punto de vista estadístico, de probabilidades de cumplimiento, exigen realmente una clara intervención divina.

Vamos a tomar una pequeña muestra de esas profecías en aspectos que nos resultan más familiares, en los que se refieren a los grandes momentos de su vida.

Descendiente de la tribu de Judá

Génesis 49:10 “El cetro no se apartará de Judá ni el bastón de mando de entre sus piernas, hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia”.

Lucas 3:33 “Naasón, hijo de Aminadab; Aminadab, hijo de Admín; Admín, hijo de Arní; Arní, hijo de Esrom; Esrom, hijo de Fares; Fares, hijo de Judá”.

Nacimiento en Belén

Miqueas 5:1 “Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial”.

Mateo 2:1 “Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén”.

Nacimiento de una virgen

Isaías 7:14 “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llevará por nombre Emanuel.”

Mateo 1:18 “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.”

Matanza de los niños de Belén

Jeremías 31:15 “Así habla el Señor: ¡Escuchen! En Ramá se oyen lamentos, llantos de amargura: es Raquel que llora a sus hijos; ella no quiere ser consolada, porque ya no existen..”

Mateo 2:16 “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”.

Huida a Egipto

Oseas 11:1 “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.”

Mateo 2:14 “José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.”

Predicación en Galilea y en las cercanías del río Jordán

Isaías 8:23 “En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.

Isaías 9:1 “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.”

Mateo 4:12-16 “Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”.

Desprecio del pueblo judío

Isaías 53:3 “Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada”.

Juan 1:11 “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.

Entrada triunfal en Jerusalén sobre un pollino

Zacarías 9:9 “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna”.

Juan 12:13-14 “Tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito”.

Traicionado por uno de los suyos

Salmo 41:10“Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí”.

Marcos 14:10 “Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.”

Sería vendido por 30 piezas de plata

Zacarías 11:12 “Yo les dije: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo». Ellos pesaron mi salario: treinta siclos de plata.”

Mateo 26:15 “Y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.”

El precio sería devuelto

Zacarías 11:13 “Pero el Señor me dijo: « ¡Echa al Tesoro ese lindo precio en que he sido valuado por ellos!». Yo tomé los treinta siclos de plata y los eché en el Tesoro de la Casa del Señor.”

Mateo 27:6-7 “Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros”.

Durante su juicio se mantendría en silencio

Isaías 53:7 “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca”.

Mateo 26:62-63 “Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Más Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios”.

Sufriría por los demás

Isaías 53:4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Mateo 8:16-17 “Y como fue ya tarde, trajeron a él muchos endemoniados: y echó los demonios con la palabra, y sanó a todos los enfermos; Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.

Crucificado con malhechores

Isaías 53:12 “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.

Mateo 27:38 “Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.”

Sus manos y pies serían perforados

Salmo 22:16 “Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies”.

Juan 20:27 “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Sería escarnecido y despreciado

Salmo 22:6-8 “Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. 7. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: 8. Se encomendó al Señor; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.”

Mateo 27:39-40 “Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40. y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.”

Le darían a beber vinagre

Salmo 69:21 “Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre”.

Juan 19:29 “Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca”.

Su costado sería traspasado

Zacarías 12:10 “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.”

Juan 19:34 “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”.

Sobre sus ropas echarían suertes

Salmo 22:18 “Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes”.

Marcos 15:24 “Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno”.

Ninguno de sus huesos serían quebrados

Salmo 34:20 “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado”.

Juan 19:33 “Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas”.

Sepultado en una tumba de ricos

Isaías 53:9 “Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.”

Mateo 27:57-60 “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue”.

Resucitaría después de su muerte

Salmo 16:10 “Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción”.

Mateo 28:9 “He aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron”.

Ascendería al cielo

Salmo 68:18 “Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres, Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos Dios”.

Lucas 24:50-51 “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo”.

Fuente: https://es.aleteia.org