Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

martes, 17 de mayo de 2016

Quien Suple Cada Una De Las Necesidades

De Bishop K. C. Pillai

No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. (Lucas 10:4).

Algunos se imaginan que porque Cristo les dijo a sus discípulos que no llevasen provisiones, eso implica que les estaba dando licencia para ser unos mendigos profesionales. Y algunas escuelas Occidentales han dicho que la razón por la que él les instruyó a no saludar a nadie por el camino, se debía a que las personas en el Oriente desperdiciaban mucho tiempo saludándose. Se encontraban el uno con el otro y se ponían a hablar durante mucho rato queriendo saber la vida el uno del otro. Estos escolares sostienen que Jesús no quería que sus discípulos perdiesen su tiempo de esa manera. Estas explicaciones sencillamente no son verdaderas.

Para empezar, Jesús no quería que sus discípulos llevasen dinero y provisiones, porque él quería que dependiesen de Aquel que viste a los lirios del campo y da de comer a los pájaros. Dios sería su suficiencia. Él supliría sus necesidades. Así que en vez de ser "a nadie saludéis por el camino," la traducción correcta es "no solicitéis a nadie en el camino." En otras palabras, ellos tenían que confiar en Dios, no solicitarle o mendigar de aquellos que encontrasen. Nosotros nos hemos verdaderamente alejado, estamos muy lejos de aquellos primeros días de la iglesia. Hoy en día, cuando un predicador recibe una invitación para predicar a una congregación él quiere saber acerca del salario, las despensas, la casa, los beneficios y todo lo demás. Que confiemos en Dios para que supla todas nuestras necesidades es una historia que leemos en la Biblia, pero no es una historia que uno espera ver aplicada en manifestación en nuestra vida.

Sin embargo Jesús esperaba que sus discípulos pusiesen en práctica aquello que les enseñaba. Y la historia del ministerio de la iglesia del primer siglo contiene elocuentes testimonios del hecho que, más de que cualquier otra generación posterior, su religión fue para ellos una manera de vivir.
Hay una clásica ilustración de incredulidad en la renuencia o rechazo del Rey Salomón a confiar en el Señor, que se encuentra en 1a de Reyes 10:22:
Porque el rey tenía en el mar una flota de naves de Tarsis, con la flota de Hiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarsis, y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales. No se nos hace difícil pensar que Salomón importase bienes de otros países. Durante siglos y siglos antes de Cristo, mi país, la India, no solo tuvo contactos comerciales con los países de Asia Menor, sino que además les exportó la religión y la filosofía. ¿Pero a qué vienen los monos y los pavos reales?

Al principio de su reinado sobre Israel, Salomón había reflejado la mismísima sabiduría de Dios en sus juicios. Había paz en la tierra, prosperidad económica, y fue él quien construyó el templo para la adoración a Dios. Ningún otro hombre tuvo jamás tan gran oportunidad de ser lo que él pudo ser, y debió ser. Cuando buscó el consejo de Dios y depender de él, era de hecho invencible. Su fama se extendía a través de todo el mundo. Venían de todos los puntos del globo para oír la sabiduría de Salomón. Y en esta relación con Dios el encontraba seguridad y prosperidad.

Pero muy pronto comenzó a dormirse en los laureles del conocimiento de los sentidos, cediendo a los impulsos sensuales. Se rodeó a sí mismo con cientos de mujeres de todas las partes del mundo. Trescientas de ellas llegaron a ser sus mujeres y setecientas sus concubinas. Dios le había avisado diciéndole que estas mujeres le conducirían a la adoración de sus dioses paganos. Pero Salomón no quiso escucharle, y gradualmente se fue quedando dormido en una vida de total desesperación, llegando a la conclusión de que todo era vanidad y aflicción de espíritu. La traducción Telugú dice así: toda labor (del hombre) debajo del cielo es como un hombre golpeando al aire, y sin encontrar nada de nada.

Mientras más iba estrangulando su relación con Dios, mas intranquilo se sentía en su alma. Ya no podía descansar y depender en Dios para su seguridad. Todos se tornaron sospechosos a su alrededor. Nadie podía ser de confianza. Así que decidió seguir el ejemplo de los demás reyes. Aquí es donde entran los monos. Muchos monarcas Orientales utilizan monos para guardar y proteger sus palacios. Ellos los entrenan, y les hacen comportarse y actuar de acuerdo con el entrenamiento que han recibido. Por tanto, son más leales que los guardianes humanos, porque las intrigas y las insurrecciones se han dado siempre frecuentemente en las cortes de los Reyes a través de todas las edades. El rey de hecho ponía la confianza de su bienestar físico en las manos de un mono, como un guardaespaldas.

Así que Salomón tenía que equipararse a los demás reyes. Una vez que había cambiado por su libre albedrío la protección de Dios, por conducir su vida de la misma manera que los demás monarcas, él ahora tenía que volverse y adquirir para sí el mismo tipo de protección en que confiaban aquellos reyes. Tal vez estés pensando que esta sea una historia de tristes sucesos del estado de Salomón. Y yo concuerdo. Y también estoy seguro de que tú concuerdas que su miseria fue auto-impuesta. Él mismo fue su peor enemigo.

¿Pero qué es lo que ocurre con la gente de Dios? 

Él nos ha prometido protegernos, guardarnos como a la niña de Sus ojos. Pero eh aquí, hallo que la mayor parte de los cristianos no tienen la serenidad que proviene de la certeza del conocimiento de que el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende (Salmos 34:7). Nosotros creemos en nuestros pensamientos que todas las cosas nos ayudan a bien a los que amamos a Dios (Romanos 8:28), sin embargo no creemos en nuestro corazón también que no seremos sacudidos y zarandeados por cada problema que nos asedie. Nos daríamos cuenta de que, en todas las situaciones, nosotros, a través de Cristo, somos vencedores. En medio de cada una de las furiosas tormentas, entonces, podríamos obtener la victoria, si sabemos con toda la certeza que estamos en las manos de Cristo, quien nunca perdió una sola batalla.

Nuestro vivir cotidiano se encuentra tan alejado de Cristo, que no podemos sentir su protección, poder y presencia. Y en vez de confesarle nuestro pecado y buscar la faz de Dios, nos volvemos, como Salomón y los otros Reyes Orientales - a "los monos" de nuestro tiempo, de los cuales esperamos que nos den protección y que nos cuiden y miren por nosotros.
Desde que Salomón dejó de reconocer la sonrisa de Dios en su vida, se tuvo que volver a otros lugares buscando la prosperidad. Así que mandó traer pavos reales. Los pavos reales eran el símbolo de la presencia de Dios. La idea era que donde había un pavo real, allí se encontraba la bendición y la prosperidad de Dios. Las plumas de pavos reales se utilizaban para bendecir, se daban como ofrendas a las personas para que pudieran tener prosperidad. Así que, aquí vemos una vez más que Salomón estaba en sintonía con la tradición de los hombres, en vez de con la voluntad de Dios.

La mayor parte de nosotros somos como Salomón a este respecto también. Pensamos que nuestra suficiencia se encuentra en la cuenta del banco, en la reserva de fondos, despensas, negocios y propiedades. Cuando nuestra "seguridad" se halla en estas cosas, una vez que se evaporan, nos quedamos a dos velas, sin nada. Sin embargo aquel que confía en Dios de manera íntima no se necesita preocupar con ninguna de sus necesidades. Dios le ha prometido que se ocupará de ellas y las suplirá una a una, y Él no puede fallar nunca. Sus promesas no son solo para los buenos momentos, sino para todos los tiempos.

La promesa a los discípulos en el texto es una promesa para ti. Las palabras que escribió Pablo a la iglesia de los Corintios son para cada creyente: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. (2a Corintios 9:8)

Fuente: http://mirasoloadios.blogspot.cl

lunes, 2 de mayo de 2016

¿Porque Dios no contesta mis oraciones?

Sin miedo a equivocación, se podría decir que este asunto es uno de los más que provoca duda y falta de fe en la comunidad Cristiana. ¿Por qué Dios no contestó mi oración? ¿Dónde estaba Dios cuando le pedía durante este tiempo difícil? ¿Por qué Dios dejó que muriera mi ser querido?

Es probable que lo que pensamos sobre lo que es la oración no es necesariamente lo correcto.

Cualificando y entendiendo la Oración

Hay muchas personas que sencillamente dejan de creer en Dios porque oraron y Dios no contestó: oraron para que se sanase su abuela o mamá o ellos mismos – y recibieron silencio.Y tiene sentido, ¿no? Después de todo, la Biblia dice que todo lo que se pida en el nombre de Jesús se nos va a dar (Juan 14:13), ¿verdad? Pues, no exactamente.

Lo que sucede es que hay que cualificar esa promesa antes de reclamarla.

Imagina que una chica siembra un jardín y ora para que Dios traiga lluvia sobre sus semillas. Su vecino, sin embargo, recién terminó de lavar su auto y le pide a Dios que no llueva. ¡Son oraciones contradictorias! La realidad es que hasta la Biblia nos da ejemplos de peticiones sin contestar. ¿Te acuerdas de Pablo cuando le pidió a la iglesia en Roma que orasen para que Dios lo librase de “los rebeldes de Judea” (Romanos 15:31)? Dios no lo libró. Es más, llegó hasta Jerusalén donde eventualmente fue martirizado.

Entonces, ¿qué es cualificar la oración?

Sencillo. Lo que pides en oración tiene que ser pedido a base de lo que está de acuerdo con Las Escrituras. Por lo tanto, no podemos decir “Dios quiero tal cosa, en el nombre de Jesús” y ya. Hay unas cualificaciones que tienen que estar presentes para que esta promesa sea cumplida.

¿Hablar con Dios?

Tal vez te dijeron como suelen decir: “La oración es hablar con Dios.” El problema es que se les olvidó algo importante: Hay una manera incorrecta de dirigirse a Dios.
Eclesiastés 5:1-5 nos advierte que tenemos que cuidar la manera en la cual nos acercamos a Dios. Dice: “Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no saben que hacen mal.” Además, nos dice que nuestras palabras sean POCAS.
¿Cúantas veces hemos dejado que Dios hable cuando oramos? ¿Es una conversación o un discurso?
En Mateo 6:5-8, Jesús advierte de no orar con orgullo ni por ritual, como los hipócritas, utilizando “vanas repeticiones.” (Nota que sólo se refiere a las vanas repeticiones, no a las repeticiones en general.)

¿Qué estorba nuestras oraciones?

PECADO EN NUESTRAS VIDAS (Salmo 66:18)

• Este es el obstáculo más básico y perseverante de nuestras vidas. El pecado nos aleja de Dios. Isaías 59:2 dice que nuestros “pecados han hecho que oculte de vosotros su rostro para no oíros.”
• La persona que vive en pecado o tiene pecados ocultos (Salmo 19:12) puede tener la certeza de que Dios no escuchará su petición (Juan 9:31)
• Sin embargo, Dios se acerca a aquellos que se acercan a Él (Santiago 4:8) con corazones contritos y humillados (Salmos 34:18; 51:17).

MOTIVACIONES INCORRECTAS (Santiago 4:3)

• Esta es la razón primordial de las oraciones no contestadas entre los Cristianos. Piden oración con motivaciones incorrectas: egoístas u orgollosas. ¿Te acuerdas del ejemplo de la lluvia que se mencionó al principio? Ambos pedían oraciones egoístas. (Si llovía o no, sería producto de las leyes naturales que gobiernan sobre la Tierra, no necesariamente acto de Dios.)
• Hay personas que piensan de Dios como si fuese una nevera: voy, saco lo que quiero, y me retiro hasta la próxima vez que quiera algo – sin tener necesidad de una relación con Él.
• Muchas veces este es el problema. Oramos para que se sane nuestra abuelita (o mamá o hermano o perrito) – pero, ¿con qué motivación lo pedimos? ¿Para que nosotros podamos estar con ella más tiempo? ¿Por que nosotros no la queremos extrañar? ¿Porque es a nosotros a quién le va a doler? Nuestra motivación es egoísta, como suele suceder, y culpamos a Dios por ser “malo” y no escucharnos.

• Nuestra motivación en la oración debe ser pedir las cosas de Dios – no para que nuestras necesidades se suplan, sino que Dios sea glorificado. Sencillamente puesto: no se trata de nosotros, sino de Dios.
• Las palabras “en el nombre de Jesús” implican “en representación de Jesús.” La oración efectiva es cuando oramos por lo que Él quiere.

FALTA DE FE (Santiago 1:6-8)

• Por alguna razón, la gente piensa que “tener fe” es sinónimo de “desear con todo el corazón,” pero no es así.
• Fe es tener la certeza de lo que sabemos que es cierto. Abraham, por ejemplo, estaba dispuesto a ofrecer a su hijo Isaac porque Abraham sabía que Dios le había llamado promesa en Isaac. Por esta razón, Abraham confió (tuvo fe) que Dios iba a resucitar a Isaac. (Hebreos 11:17-19). En otras palabras, a base del conocimiento de la promesa de Dios, Abraham, confió (tuvo fe) de que Dios lo iba a resucitar.

• Muchas veces queremos tener Fe sin saber lo que Dios ha prometido. Esto es fe ciega, sin prueba ni fundamento. Esta fe no es bíblica.

FALTA DE COMPROMISO

• ¿Recuerdas a Ana, que oraba en el templo pidiendo un hijo? (1 Samuel 1) ¡Ella estaba tan comprometida con su oración que Elí pensó que estaba borracha! (versículo 11)
• Esta pasión se pierde cuando oramos por orar o por obligación. Se pierde el propósito de la comunicación con Dios cuando perdemos el deseo de estar con Él. “Este Pueblo de sus labios me honra; más su corazón está lejos de mí.” (Mateo 15:8)

FALTA DE PERSEVERANCIA (Lucas 11:5-8)

• ¿Has escuchado la frase: “entrégaselo a Dios y confía” (en inglés: “Let go and let God”)? Tal vez algo semejante. En fin, la sugerencia es la misma: olvidarse de la petición y dejar que Dios obre. ¿Sabes qué? Suena bonito, pero Jesús no eseña esto.
• Jesús planteó parábolas sobre la necesidad de orar “siempre y no desmayar” (Lucas 18:1-7; Lucas 11:5-8)

• Los que claman a Él “día y noche” recibirán de Su justicia (Lucas 18:7).
• No podemos orar una vez y ya.

• “No te rindas tan pronto en tus oraciones por algo. Demúestrale a Dios que vas en serio.” (“Don’t give up too soon in your prayer for something. Show God that you mean business.”) -W.L. Craig

Es sólo cuando corregimos estas cosas en nuestra vida y en nuestras oraciones que podemos entender la promesa de recibir todo lo que pedimos en el nombre de Jesús.

Por lo tanto, antes de culpar a Dios de sordo o apático, estemos seguros de que hemos cualificado nuestra oración. Examinemos nuestros corazones: ¿Cuál es el motivo de la oración? ¿Cuidamos nuestras palabras ante la presencia de Dios? ¿Hay pecado? ¿Cómo se glorificará Dios a través de ello?

Cuando oramos en SU voluntad, ¡no hay petición que no se conteste!

Fuente: verdadyfe,com