Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

sábado, 29 de septiembre de 2018

La carrera, la batalla y la guerra del cristiano


Requiere perseverancia. En Hebreos 12:1-2 leemos:

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

En este pasaje somos llamados a correr con paciencia la carrera que está establecida ante nosotros, poniendo los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe. El pasaje presenta nuestro andar cristiano, nuestra vida cristiana, como una carrera que necesitamos correr:

Con paciencia, y poniendo los ojos en Jesús, quién es el autor y consumador de nuestra Fe.

Pablo en otro pasaje, habla de nuevo sobre la carrera. Ahí leemos: Filipenses 3:12-14
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”Pablo no se contaba así mismo como ya haber ganado el premio. Sino que desestimaba aquellas cosas que quedaron atrás prosiguiendo a la meta al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Había una meta a la cual llegar, un premio qué recibir. Pablo no consideraba este premio como ya recibido, sino que enfocaba su vida en recibir este premio. Era una persona con objetivos con la meta de alcanzar el supremo llamamiento de Dios.

Pablo habla de nuevo sobre la carrera y el premio en 1 Corintios 9:24-27 que dice:

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.”

Pablo corría la carrera buscando una corona incorruptible. Tenía su objetivo establecido y su meta era recibir la corona incorruptible de las manos del Señor, no permitiría que nada se interfiriera en ello. No corría con inseguridad. Sabía su meta y estaba seguro del premio que le esperaba. Así como los atletas se disciplinan teniendo en mente su meta de ganar las carreras, así también Pablo disciplinaba su cuerpo, poniendo atención que mientras le predicaba a otro, el mismo no se descalificaría. La carrera que Pablo corría, no era solamente para Pablo. Nosotros también corremos la misma carrera, la misma corona, el mismo premio nos espera también.

Continuando, la carrera que tenemos que correr también es presentada como una batalla en el pasaje anterior de 1 Corintios. Pablo habla de ella en otros pasajes también. Uno de ellos es 1 Timoteo, donde Pablo le está dando instrucciones a Timoteo, escribe:
“Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.”

Hay una buena batalla, la buena batalla de la fe, que tenemos que pelear. También en su carta a los Gálatas, 5: 7-10 Pablo preguntándose sobre su estado de fe escribe:
“Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea.” Corrían bien pero ya no corrían. Alguien los impidió, les causó problemas. Parece que en la carrera también hay un competidor, alguien que no quiere que corramos bien, y si es posible, que no la corramos.

Pablo de nuevo habla sobre la carrera y la batalla en 2 Timoteo 2:3-5:
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.”
La carrera se convierte en batalla y la batalla se convierte en guerra. El atleta es también un soldado y el soldado es también un guerrero. Y un buen soldado tiene que aprender a resistir duramente.

Resumiendo lo anterior podemos hacer un dibujo de un buen corredor de la carrera, o un buen soldado: Así que, el buen soldado o corredor:

i) Corre la carrera con paciencia. Como Barnes en su comentario explica lo siguiente:
“La palabra traducida como “paciencia” más bien significa en este lugar, perseverancia. No podemos correr la carrera sin permitirnos ser impedidos por cualquier obstrucción, y sin desvanecernos en el camino. Motivados por el ejemplo de las multitudes quienes han corrido la misma carrera antes que nosotros, debemos perseverar hasta el final como ellos hicieron.”

ii) Tiene objetivos puestos y su meta en la vida no es hacer la vida tan cómoda como sea posible sino obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

iii) No corre con incertidumbre. No golpea al aire. En frente de sus ojos tiene el objetivo, el premio, la corona incorruptible. Como Barnes de nuevo explica: “No con incertidumbre – (oukadelos). Esa palabra no viene en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Usualmente significa, en los escritores clásicos, “oscuramente”. Aquí significa que no corrió no sabiendo qué objeto quería alcanzar. “no corro a lo loco; no me afano por nada; sé lo que busco, y mantengo el ojo fijo en ese objeto; tengo la meta y la corona frente a mis ojos.””

iv) Se disciplina y sabe muy bien que él mismo se puede descalificar. Tomando en cuenta el peligro de la descalificación, Pablo nos dice en segunda de 2 Corintios 13:5
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”

El buen corredor, se examina a sí mismo, se revisa para ver si está en la fe. Se prueba y se disciplina.

v) Continuando, el buen soldado no se enreda con las aventuras de la vida, para así complacer a aquel que le ha escogido. No podemos ser soldados de Jesucristo y al mismo tiempo tener todo nuestro interés en nuestras propias cosas. Cuando hay un llamado para soldados, dejan atrás sus cosas, negocios, tiendas y van a la guerra. Eso no significa que para ser soldados de Jesucristo tenemos que dejar nuestras ocupaciones. Pablo mismo construía tiendas para ganarse la vida. Pero no debemos “enredarnos”, dedicarnos completamente, pre-ocuparnos con eso. Como el comentario de toda la Biblia de Matthew Henry dice:

“La gran preocupación de un soldado debería ser complacer a su general; así la gran preocupación de un cristiano debería ser complacer a Cristo, que Él nos apruebe. La manera de complacer a aquel que nos ha escogido para ser soldados no es enredándonos con las aventuras de la vida, sino siendo libres de tales enredos porque nos impedirían en nuestra santa batalla.”

En otras palabras si yo dijera, ciertamente tenemos cosas qué hacer, cosas como trabajo u obligaciones de las cuales tenemos que encargar. PERO no debemos enredarnos, capturarnos, sobre ocuparnos, con todo eso. Esas no son la razón por la cual estamos aquí. Estamos aquí para complacer a nuestro general, para ser buenos soldados de Jesucristo. Estamos en una guerra y no deberíamos de sentarnos como si no estuviéramos ampliando esto un poco más, como el Señor Jesucristo dijo en la parábola del sembrador, los afanes de este mundo, el engaño de las riquezas y los placeres de la vida -esto es, los enredos con las cosas del mundo de las cuales está hablando Pablo- hacen la Palabra de Dios infructuosa. En esta parábola muchos empezaron bien. La Palabra de Dios fue sembrada y germinó en muchos corazones. Aún así solo en la última categoría dio fruto. Eso también demuestra que el número de aquellos que terminan la carrera fructíferamente no es necesariamente igual al número que la empezaron. Vamos a ver la interpretación que el Señor dio en su parábola:

Lucas 8:11-15
“Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Más la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”

La segunda y tercer categoría empezaron bien pero no terminaron bien. Empezar la carrera no es solo lo más importante. Después de que la has empezado, lo más importante es seguir corriéndola. Y la única manera de seguir corriéndola es con paciencia, poniendo los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe. Peleando la batalla, buscando complacer a nuestro general y no enredándonos con las cosas de la vida. Hay un mal entendido que dice que volverse cristiano significa un boleto a una vida fácil, llena de placeres. La palabra “bendiciones” pasó a significar que Dios te dará cualquier cosa que te complazca. En muchas ocasiones una vida fácil se ha vuelto el objetivo. Tenemos que poner atención de que no sea ese nuestro objetivo. Nuestro objetivo es servir al Señor Jesucristo y los enredos -el concentrarnos en las cosas de este mundo- solo pueden hacer una cosa: hacer infructuosa la semilla en nuestros corazones.

Nuestro objetivo en esta vida no es satisfacer la definición que establece un hombre exitoso. Si Pablo y Pedro y los demás fieles vivieran hoy todavía la sociedad no los valoraría mucho. Pablo dejó todos los privilegios terrenales que tenía, todo lo que esta sociedad reconoce como valioso, para ganar a Cristo. Como dice en Filipenses 3:4-11:

Filipenses 3:4-11
“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.”

Había muchas cosas que Pablo tenía antes de ser Cristiano. Pablo era alguien a quién su sociedad honraba. Era “exitoso”, de acuerdo a la definición de su sociedad, del mundo. Y aún así, contó todo eso como basura para ganar a Cristo.

Para ser fructífero en Cristo, tenemos que soportar dureza, tenemos que soportar tentación y tenemos que dejar de tener confianza en las riquezas y en nuestro propio poder. Si nos hacemos cristianos solo para obtener un poco más de soltura económica o para ser un poquito más que nuestros propios vecinos o para evitar ésta o aquella dureza, o para obtener un poquito más de “bendiciones” entonces hemos entendido mal las cosas. Como Pablo dice en primera de Corintios 15:19

“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.”

Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, si donde concentramos nuestra confianza es esta vida, entonces somos los más miserables de todos los hombres. Más bien, nuestro propósito en esta vida es complacer a Aquel que nos llamó: AL SEÑOR JESUCRISTO. Él es nuestro general, el autor y consumador de nuestra fe y solo correremos la carrera si la corremos con paciencia teniendo puestos nuestros ojos en Él.

Jesucristo no prometió un “en la vida lo tendrás todo”. Nos invitó a tomar nuestra cruz (Marcos 8:34). Sin duda promete bendiciones, pero también habla de dureza. Hay un premio pero también una carrera. Una corona pero también una batalla. Y ahí es donde necesitamos paciencia y tener el enfoque correcto. Es mucho más fácil correr una colina de bajada que correrla de subida. Correr de bajada requiere muy poca orientación a la meta: las piernas mismas te llevan. Pero para correr de subida necesitas paciencia y estar enfocado en la meta. Sin esto es posible que te quedes sentado en el camino y pasarte la vida ahí. Todas las cuatro categorías comenzaron bien pero solo la última categoría decidió continuar y correr la colina. Fueron “aquellos que cayeron en la buena tierra… habiendo escuchado la Palabra con un corazón noble y bueno, la guardaron y llevaron fruto con paciencia”. Llevaron fruto con paciencia después de haber escuchado la Palabra con un corazón noble y bueno. Ponte como meta el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Ponte como meta complacer a Dios, ser un buen soldado de Jesucristo, con cualquier cosa que esto tome. Haz probado y visto que Dios es bueno. Por lo cual enfoca tu vida en Él.

La carrera: el competidor
Como vimos previamente, la vida Cristiana se presenta como una batalla. También como leímos en Gálatas, vimos que corrían bien pero alguien se los impidió durante la carrera. También vimos que la tentación, el engaño de las riquezas, los afanes de este mundo y los placeres de la vida hicieron infructuosa la segunda y tercera categoría de la parábola del sembrador. En la misma parábola también podemos ver que la primera categoría perdió la semilla de la Palabra de Dios porque el diablo vino y se la llevó. Con lo anterior debe quedar claro que la carrera no se corre solo. También hay un competidor; hay alguien que no quiere que terminemos exitosamente la carrera. Se opone a nuestro objetivo y quiere que dejemos de alcanzar nuestra meta. En otras palabras ¡ahí está el enemigo!

Efesios 6. 10.12 habla de nuestro conflicto con este enemigo:
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

Éste pasaje así como los versos que le siguen describen el batallar entre nosotros y el enemigo. Pablo no empieza directamente con la descripción del conflicto, sino que comienza con una invitación: la invitación a ser fuerte en el Señor y en el poder de su fuerza. No hay nadie como el Señor, no es nuestro poder el que puede rebasar al enemigo. Es el poder de Su fuerza y tenemos que ser fuertes en este poder. Y la invitación continúa con el llamado a ponernos toda la armadura de Dios. Los luchadores tienen armaduras y nosotros, como soldados de Jesucristo, tenemos una armadura también. Y la armadura tiene un propósito: para que podamos soportar las asechanzas del diablo. El enemigo es el diablo y nos asecha. Y el pasaje continúa diciendo con quién luchamos: no contra hombres, no contra sangre y carne sino contra principados y potestades y gobernadores de las tinieblas de este siglo. Luchamos contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por lo cual hay un enemigo al cual debemos contrarrestar, una batalla que tenemos que pelear y una armadura que nos tenemos que poner.

Los versos 14 al 18 describen esta armadura:

“Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;”
Dios nos ha dado esta armadura y necesitamos tomarla y ponérnosla para poder pelear la batalla contra el enemigo. Más descripciones e instrucciones en cuanto a nuestro competidor en la carrera vienen en 1 Pedro 5:8-11 que dice:

1 Pedro 5:8-11
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

El diablo es nuestro adversario, nuestro oponente. Anda por ahí y su objetivo es brutal: nos quiere devorar. Es por eso que la Palabra de Dios nos dice: ser sobrios y velar. Como el comentario de la Biblia de Matthew Henry dice al respecto:

“Es su (cristianos) deber, 1. Ser sobrio, y gobernar ambos tanto el hombre interno como el externo mediante las reglas de la templanza, modestia, y mortificación. 2. Vigilar; ni seguros o sin cuidado, más bien sospechosos del peligro constante de éste enemigo espiritual y bajo esa aprensión, ser cuidadosos y diligentes para prevenir sus designios y salvar nuestras almas.”

Debemos de enfocarnos en el objetivo correcto. Aunque tenemos que ser vigilantes y alertas, nuestro enfoque no es el diablo, sino el Señor Jesucristo. Estamos para correr la carrera enfocándonos, poniendo los ojos en Él y al mismo tiempo estar sobrios y velar debido al enemigo. Tenemos que resistir al enemigo, firmes en la fe. Puede que esto signifique que tengamos que sufrir algún tiempo. Esto es evidente, y también del pasaje que vimos en Timoteo, que la vida cristiana involucra sufrimiento y dureza. Sin duda implica una batalla y requiere firmeza. Significa que durante nuestro andar cristiano tendremos que sufrir a veces. ¿Por qué digo esto? Me enfoqué en aquellos de nosotros que por alguna razón están desanimados en su caminar cristiano. En aquellos que sufren y aquellos que parece que lo que esperan de Dios no es lo que parecen obtener. Estás en medio de una batalla pero Dios ESTÁ CONTIGO. 

Vas a salir triunfante. Como Pedro dijo “Si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence sino que le dé la gloria a Dios” (1 Pedro 4:16). También Santiago dijo “Bendito el hombre que resiste la tentación” (Santiago 1:12). Hoy quiero animarte a resistir la tentación. ¡Esto no significa que vamos a hacer como si nada hubiera pasado! Puede que tengamos los sentimientos heridos, puede que tengamos preguntas y puede que nos preguntemos porqué Dios permitió todo eso. Tenemos que expresar nuestros sentimientos a Dios abiertamente podemos hacerle preguntas y decirle cómo nos sentimos. No se trata de que nos hagamos los duros y simplemente continuemos, mientras que nuestros corazones están llenos de heridas y decepción. Job era un hombre que vivía justamente y aún así le vino destrucción repentinamente. Su salud se deterioró muy rápido. Sus hijos murieron. Perdió todas sus propiedades y su esposa lo se enojaba con él porque él mantenía su fe. Encima de todo eso sus amigos lo culpaban por lo que le había sucedido. ¿Quién podría imaginarse una combinación peor a ésta? Job quería morir y es posible que yo también lo hubiera querido si hubiera estado en esa situación. ¿Pero cómo reaccionó? No se hizo el fuerte ni maldijo a Dios, como su esposa le había dicho que hiciera. Sino que clamó al Señor, abriéndole su corazón y al mismo tiempo cuestionándole. Su libro es un libro lleno de porqués y preguntas dirigidas a Dios. 

Es posible que tú también hayas sufrido mucho y pueda que tengas muchos porqués también. Cosas que has esperado que no han sucedido. Pocas cosas son peores que los deseos incumplidos, esperanza de que Dios hará eso y que no lo hace. Puede ser un trabajo que no obtuviste, una pareja que no llegó, salud que no fue restaurada. Esperanza que no se cumplió. Cualquier cosa que sea es una prueba. Cualquier cosa que haya sido no debes de cerrar tu corazón. Cualquier cosa que sea tienes que decírselo al Señor, clama a Él, pero lo que sea comunícaselo a Él. En todos sus sufrimientos Job no blasfemó como su esposa le dijo que hiciera, como dijo “aunque él me matare, en él esperaré;” (Job 13:15). En todos sus horribles sufrimientos y en todo su debate con Dios, Job fue fiel.

Una cosa es cuestionar a Dios en relación con Él, y otra es rechazarlo. Job estaba lleno de dolor pero permaneció durante la prueba. Su esposa, a quién no sé si originalmente tenía fe o no, estaba llena de dolor también pero ella no permaneció. Pudo haber tenido esperanza en Dios en los días buenos, pero en los días de sufrimiento se fue por el mal camino… la segunda categoría en la parábola del sembrador. Pero Job dijo: ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? (Job 2:10). Job estaba preparado y tú también debes de estarlo. Tienes que estar preparado y tomar una decisión que lo que sea que tome, cualquier sufrimiento, cualquier deseo incumplido, permanecerás fiel hasta el final. No es fidelidad a una idea… sino fiel al Dios que se te ha revelado. Toma la decisión de correr la carrera hasta el final, lo que sea que tome, y córrela con paciencia poniendo los ojos en Jesús el autor y el consumador de nuestra fe. Como Pedro dice:

“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. 

Fuente: http://www.jba.gr/es Anastasios Kioulachoglou

jueves, 6 de septiembre de 2018

NO PONGAS TROPIEZO

Dijo Jesús a sus discípulos:


"Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos". Lucas 17: 1-4

Creo que no hay otra palabra tan fuerte, tan condenatoria como ésta. Analízala, el Señor Jesús, como era su costumbre, está enseñando a sus discípulos y a la gente que está a su alrededor, y les habla de algo muy común, de algo que Jesús sabe que es demasiado común, pero no por lo común que sea está correcto, está bien. Y él dice que es imposible que no haya tropiezos. Él sabe que hay tropiezos y los hay de muy diversas maneras, de muchas formas.

Pero quiere hablar al corazón de los discípulos, Jesús habla al corazón de su pueblo para que nosotros seamos diferentes a la gente. Y éste es un aspecto que requiere de nuestra atención, imposible que no vengan los tropiezos, siempre los habrá, pero dice el Señor ¡cuidado! Ay de aquel que pone tropiezo. ¿Por qué? Porque tendrá consecuencias terribles, van a ser tremendas las consecuencias, tan graves que le sería preferible a la persona que pone tropiezo suicidarse. ¡Qué fuerte! Imagina esto.

Dice el Señor que alguien que haga tropezar a uno de estos pequeñitos, mejor sería amarrarse una piedra al cuello y tirarse al mar para que se ahogue. Eso sería mejor, eso sería preferible. Dice que sería mejor que aun alguien lo hiciera, que le atase una piedra al cuello y que lo avienten al mar; eso es preferible en lugar de hacer caer a uno de los pequeños. Y la pregunta es: ¿quiénes son estos pequeños? ¿A quiénes se refería el Señor Jesús? Bien, vamos a mirar dos cosas importantes, una vamos a mirarla en:

Mateo 23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.

Ser un líder religioso en la época del Señor Jesús era algo muy especial, mucho muy especial, toda vez que la historia de la nación, su cultura, su vida cotidiana, absolutamente todo estaba centrado precisamente en la relación que tenían con Dios. Por lo tanto, los líderes religiosos eran los más conocidos, eran los más respetados, eran aun los más poderosos; no había un líder que tuviera la fama, el poder y la posición que tenía un religioso en aquella época, estaban por arriba de todos los líderes. Un líder religioso estaba por encima de todo líder, eran los más conocidos.

Y Jesucristo nuestro Señor aquí lanza una acusación tremenda en contra de ellos, porque el hambre de poder, de dinero y de posición de esos líderes, los había llevado a perder de vista a Dios. Y esto es impresionante, tres aspectos que marcaron una separación de ellos con Dios, y que ocasionaron que ellos separaran al hombre de Dios, de su voluntad. Tres aspectos que si nosotros lo analizamos hoy en día, nosotros vamos a mirar que estos mismos tres aspectos mueven a la gente: poder, dinero y posición.

Son como tres motores, tres aspectos que mueven a la gente. Algunos son movidos por alguno de estos motores; algunos por dos, y otros, los más ambiciosos por los tres. Hay gente que prefiere el poder antes que cualquier cosa, no le importa el dinero, no le importa la posición, lo que le importa es tener poder, sentir el poder y poderlo ejercer. Hay gente que no le importa el poder ni le importa la posición, le importa el dinero y trabaja para el dinero, y lo único que quiere es dinero. Y quiere dinero para poder satisfacer más allá de sus propias necesidades, y darse sus gustos, darse sus placeres, en fin, desea el dinero.

Y hay otro tipo de gente que la mueve la posición. No le importa el dinero, no le importa el poder, pero quiere una posición. Quiere decir: ah, es que yo soy aquél; estoy hasta arriba, y yo soy fulano de tal y estoy en tal posición. Y que todo mundo lo conozca y que todo mundo lo reconozca y así es feliz. Y entonces son tres motores que son importantes que mueven a la gente. Pero sabemos de acuerdo a la Palabra de Dios, que son tres motores que no están dentro de lo que Dios establece; Dios establece que nosotros debemos mantener una relación estrecha con Él, y nosotros debemos buscar el reino de Dios y su justicia. Y dice la Palabra aun que todas las cosas vendrán a nuestra vida por añadidura, cuando nosotros buscamos de esa gloria de Dios, cuando buscamos su reino.

Cuando el hombre es gobernado por cualquiera de estas tres, o por dos, o por los tres aspectos que he mencionado, entonces es capaz de algo, no solamente de apartarse de la voluntad de Dios, no solamente de dejar lo que Dios establece, sino aun de enseñar doctrinas, enseñar filosofías, pensamientos, ritos, creencias que acerquen a la gente hacia ellos, y hacen de esas personas seguidores de sí mismos. Aunque viendo lo que estaba ocurriendo aquí en Mateo 23, aunque esos líderes religiosos en apariencia estaban enseñando la Palabra de Dios, y estaban buscando que la gente tuviera relación con Dios, el fin era otro.

Por eso nuestro Señor Jesucristo les lanza una condena y una acusación grave, y les dice: ¡Hipócritas!  Es decir, no están haciendo lo que realmente su corazón tiene, o al revés, están haciendo cosas diferentes a lo que deben hacer. Hay una contradicción en ustedes, por una parte en su interior hay algo y en su exterior hay otra cosa. No es cierto que ustedes quieran acercar a Dios a la gente. ¿Por qué? Porque lejos de acercarla la están alejando. Lejos de acercar a la gente a tener una relación, una comunión con Dios, a entrar al reino de los cielos se lo están impidiendo con tantas cosas.

Los líderes religiosos en aquella época pues se sentían muy por arriba de todos los demás, e insisto, en apariencia estaban enseñando la Palabra del Señor, y en apariencia estaban trayendo a la gente a la presencia de Dios para que tuvieran comunión con Él.

De una manera muy sutil nosotros lo podemos advertir, no es descarado ni aun del todo mentira, pero desviaban a la gente con lo que ellos decían, con lo que ellos enseñaban, la apartaban. Es cosa de leer todo el capítulo 23 de Mateo, y otros versículos, otras citas que hay en el Evangelio en sus cuatro versiones, y vamos a encontrar esta situación tan clara, por qué estaba enojado nuestro Señor Jesucristo en contra de los fariseos, en contra de los escribas, en contra de los religiosos de ese tiempo, por una razón: porque apartaban al hombre de Dios. Qué contradictorio, cuando deberían de acercar al hombre a Dios, lo apartaban.

Jesucristo le dice precisamente a los escribas y a los fariseos que ellos están llevando a la perdición a la gente que está a su alrededor, porque no están enseñando correctamente, están enseñando una doctrina diferente que no les permite entrar al reino de los cielos. Una doctrina que les impide entrar, y les dice de una manera muy fuerte: ustedes no están adentro del reino, y tampoco permiten que los demás entren al reino. ¡Qué tremendo!

Gente que estaba alrededor de los líderes religiosos, gente que buscaba a estos líderes, los buscaban precisamente porque creían que los iban a ayudar a entrar al reino, y resulta que no es así. Gente que estaba creyendo en sus palabras y que finalmente estaban siendo engañados. A éstos que son engañados, a esos que están buscando entrar al reino de los cielos, que están buscando hacer las cosas conforme y Dios lo establece, es a los que se refiere el Señor Jesús cuando dice: que hacen tropezar a estos pequeñitos.

¿Por qué? Porque el líder religioso tenía un nivel, tenía una posición, tenía un conocimiento. Gente madura, gente de fe, gente supuestamente conocedora. Y la gente que se acercaba a ellos pues eran los pequeñitos que no tenían tal vez el conocimiento de ellos. Y el Señor está preocupado por ellos y por eso les dice:

Mateo 23:15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.

¡Qué impresionante es esto! Ve nada más qué acusación tan fuerte. Jesucristo de entrada le está diciendo al líder religioso que era un hijo del infierno. No le está diciendo que es un hijo de Dios, le está diciendo: tú eres un hijo del infierno por tu enseñanza. Y lo más grave es que tú estás haciendo a la gente que se acerca a ti, dos veces más hijo del infierno. ¡Cuidado! Ve nada más que palabras tan tremendas.

¿Por qué lo afirma así el Señor? Si miramos con cuidado este versículo, aquí nosotros encontramos porqué el Señor les está diciendo todo esto. Los seguidores de estos fariseos eran atraídos al fariseísmo no a Dios, al fariseísmo. Es algo que Pedro pretendió hacer con los gentiles cuando les predicó del Evangelio. Cuando Pedro le predica el Evangelio a la gente que no era judía, les empieza a hablar sobre las prácticas judías, y entonces les empieza a enseñar ritos, costumbres y prácticas judías.

Y es cuando tiene una confrontación con Pablo, y Pablo le dice: estás equivocado Pedro, éste no es el propósito que Dios tiene para ti. El propósito de Dios es que nosotros compartamos el Evangelio, demos a conocer las buenas nuevas de salvación; no que traigamos a la gente al judaísmo, es muy diferente. Nosotros tenemos que traer a la gente al conocimiento del Señor Jesús. Tenemos que traer a la gente a la salvación, no al judaísmo. Y lo que tú estás haciendo Pedro, es judaizar a la gente. Entonces es cuando Pedro cambia, cuando entiende esto él transforma su forma de hablar, de pensar, de trasmitir la Palabra y aun de enseñar.

Los fariseos de acuerdo a lo que estamos leyendo aquí en este versículo, atraían a la gente no a Dios, la traían al fariseísmo. Y nuestro Señor Jesucristo les está diciendo algo bien impresionante que nosotros sabemos: un maestro hipócrita tendrá estudiantes dos veces más hipócritas que él. Así de fácil. Por eso dicen que el alumno supera al maestro. Lo que enseña el maestro, el alumno lo recibe y es más que el maestro. Aquí lo dice Jesús, no lo estoy inventando.

El Señor está diciendo aquí en el versículo 15, le hacéis, ellos, los maestros religiosos. Le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. Es decir, ustedes son hijos del infierno y hacen dos veces más hijos del infierno a los que les están enseñando; ahí lo dice el Señor. En otras palabras: un maestro rebelde, tendrá estudiantes dos veces más rebeldes que él. Un maestro confundido, tendrá estudiantes dos veces más confundidos que él. En el caso de los fariseos, un maestro perdido, tendrá estudiantes dos veces más en perdición, es sencillo. Un maestro mentiroso, tendrá estudiantes dos veces más mentirosos. Lo dice la Palabra y es algo que se cumple.

Un maestro que enseña correctamente la Palabra de Dios, tendrá estudiantes dos veces más capaces de enseñar la Palabra de Dios. Así, lo mismo. Un maestro capaz, tendrá estudiante dos veces más capaces, no hay más, lo enseña la Palabra. Por ello nosotros debemos tener mucho cuidado. Debemos analizar dos aspectos principalmente:

1.- Tenemos que discernir, quién y qué nos está enseñando. ¿Qué estamos aprendiendo?

2.- Tenemos que enseñar solamente la Palabra de Dios.

Primero, nosotros tenemos que ver qué aprendemos, quién nos enseña y qué nos enseña. Segundo: tenemos que enseñar con cuidado; tenemos que enseñar la Palabra de Dios. No podemos nosotros caer en una situación como cayeron los fariseos, en una situación religiosa que ponga en peligro nuestra vida espiritual, que ponga en peligro nuestra vida eterna, no lo podemos hacer. Debemos tener cuidado con todo.

Cuando nosotros platicamos con una persona, debemos tener cuidado de qué es lo que nos enseña esa persona, qué es lo que nos dice. Todo ser humano es influenciable, cada uno de nosotros es influenciable y vamos a recibir una influencia de parte de la persona que está hablando con nosotros, eso es elemental. Si tú estás platicando con una persona y esta persona te hace un comentario, y te dice que vio en un programa científico en la televisión que las personas que se les está cayendo el pelo son más inteligentes, te está influenciando, y entonces tú después vas a decir: es que la gente que se le está cayendo el pelo es más inteligente. Te lo vas a creer.

O al contrario, puede haber una persona que te diga exactamente lo contrario, que te diga: a la gente que se le está cayendo el pelo es gente que está perdiendo su capacidad intelectual. Lo oí en un programa, en un documental en la televisión en National Greographic. Eso va a influenciar en ti quieras o no quieras y va a haber un momento en el cual vas a decir: pues no sé, pero a mí me dijeron que en un programa de National Greographic dijeron que a la gente que se le cae el cabello está perdiendo su capacidad intelectual; yo no lo digo, pero eso dijeron. Y al rato ya lo vas a dar por hecho, al rato vas a decir: es que a la gente que se le cae el cabello pierde capacidad intelectual. ¿Por qué? Porque somos influenciables. Analiza tu vida y vas a ver que siempre hay una influencia.

El demonio lo sabe, por eso se le acercó a Eva y le dijo: hey, ¿por qué no comes de ahí? Ah es que Dios dijo que no. Ah, qué le haces caso a Dios; no, mira, la realidad es otra, la realidad es que Dios no quiere que comas de ahí porque vas a ser como dios. Y en ese momento hubo una influencia y Eva le pensó, y estoy seguro que en el momento no dijo: ¡sí, tienes razón! ¡NO! Le pensó, lo meditó, lo reflexionó y después dijo: pues sí, yo creo que tienes razón. Y entonces ella vio que el árbol era bueno. ¿Y qué hizo? Pues lo comió. ¿Por qué? porque ya había recibido una influencia.

Los fariseos es lo que hacían, los líderes religiosos, ejercían una influencia sobre la gente, sobre los judíos. ¿Para qué? Para que se hicieran fariseos. Pablo cuando habla exaltando lo que él había sido, o mostrándole a la gente lo que él había sido, dijo: yo soy fariseo de fariseos. O sea, yo no soy un fariseo cualquiera, yo fui un fariseo de fariseos, de los mejores fariseos que había. ¿De los necios? Sí, de los que mataban a los cristianos. Sí, ya lo sabemos, de los que los perseguían. Sí de esos, de esos precisamente. Entonces los fariseos buscaban jalar a la gente al fariseísmo, no les interesaba acercarlos a Dios. Y hay gente que se acerca a nosotros que no tiene la intención de acercarnos a Dios, al contrario, tiene la intención de acercarnos a ellos. 

Así los fariseos se acercaban a la gente y trataban de acercarlos al fariseísmo. Esto hacían, eso hacían ellos y dice el Señor que el religioso es capaz de recorrer, y me llama mucho la atención, dice: es capaz de recorrer mar y tierra para hacer un prosélito. ¡Qué impresionante! Imagina a un fariseo, aun líder atravesando el mar, yendo muy lejos por tierra, todo para hacer un prosélito a alguien para ellos, no para acercar a una persona a Dios, no para hacer a alguien espiritual, sino un prosélito, lo dice el Señor. No importa hasta dónde tenga que ir el fariseo o el líder religioso actual con tal de hacer un prosélito.

¿Qué es un prosélito? Dice el diccionario: prosélito: incondicional. Seguidor. Partidario. Secuaz. Eso es un prosélito, lo puedes checar en el diccionario, en un diccionario normal. Un prosélito por lo tanto, es alguien a quien tú le expresas algo, a quien tú influyes de alguna manera para que te siga. Para convencerlo de tus enseñanzas, para hacerlo tu seguidor, tu partidario o partidario de tu doctrina, de tu partido, de tu religión.

Y la que me llama mucho la atención es cuando menciona el diccionario: Secuaz. Es decir, un cómplice. Un prosélito también es, de acuerdo al diccionario, un secuaz, que secuaz es también un cómplice. Entonces hay gente de acuerdo a lo que está diciendo nuestro Señor Jesucristo, líderes fariseos que estaban buscando; se oye bonito cuando dices “seguidor”, se oye bonito cuando dices “partidario”. Partidario del fariseísmo, pero cuando le pones el otro sinónimo y dices: quieren hacer un cómplice, un secuaz, entonces ya las cosas toman otra dimensión.

Y podemos ver porqué nuestro Señor Jesucristo estaba tan molesto, estaban impidiendo los líderes religiosos que el pueblo judío entrara al reino de los cielos, estaban impidiendo que ellos buscaran a Dios, y los jalaban hacia el fariseísmo. Antes de continuar quiero hacer énfasis a lo que se refiere nuestro Señor Jesucristo para que quede muy claro cuando dice: a uno de estos pequeñitos.  Y vamos a traerlo a la actualidad.

En toda iglesia local, en toda congregación existen creyentes que tienen poco tiempo de estar en el Señor, que apenas algunos están llegando al conocimiento de Dios. Hay otros que a pesar del tiempo que llevan no están muy firmes en la Palabra, no están muy firmes en la fe. Y tal vez por su falta de conocimiento de discernimiento se dejan influenciar por otras personas, y muchas ocasiones por otros creyentes que están a su alrededor en la misma congregación o que están en otras congregaciones.

Jesucristo dice que éstos son pequeñitos, y a estos que nuestro Señor Jesús les llama pequeñitos, el apóstol Pablo les llama “débiles”, son débiles en la fe. 

1 Corintios 8:9 Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.

Observa cómo el apóstol Pablo le está hablando a un grupo específico de personas que sienten que ya tienen un gran conocimiento del Señor, que ellos se mueven en una gran libertad y que ellos hacen y tornan y que no hay ningún problema, y que todo lo que ellos hacen desde su punto de vista todo está bien, y ellos viven según esto en una gran libertad. No sujetándose a lo que Dios establece. Yendo de un lado para otro. Ah, como yo soy libre ahora voy allá. Y como soy libre ahora voy para allá. Y como soy libre ahora voy a la iglesia de allá. Y aquí es mi iglesia pero no importa ahora voy a visitar a la iglesia de allá.
Y el Señor les dice: hey, hey, cuidado. Cuidado porque tu libertad, esto que tú le estás llamando libertad porque la tienes, puede ser un tropezadero. Puede hacer tropezar a los débiles. Porque a tu alrededor hay gente débil en la fe que no va a entender tu madurez, por llamarlo de algún modo, y los va a hacer tropezar en su fe, les va a hacer caer, no van a estar firmes.

Versículo 10 Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?

Es decir, cuando una persona que tiene tiempo en la iglesia, que tiene tiempo en el Señor hace cosas que tú ves y tú te cuestionas y dices: bueno, ¿y por qué esa persona que tiene ya más de 10 años en la iglesia, que tiene más de cinco años o que tiene 15 años, o que es líder, hace esto, por qué, por qué lo hace y yo no? ¿Entonces sí está correcto, sí lo puedo hacer? Y entonces tú entras en un conflicto o la gente entra en un conflicto cuando te ve hacer cosas diferentes a lo que debe ser. Y entonces como tienes tiempo, entonces la gente su conclusión es una muy sencilla: ah no hay problema está permitido, está bien. Ellos saben más que yo, entonces les voy a hacer caso.

Versículo 11 Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.

Es decir, esa persona que tiene mucho tiempo, que dice que sabe mucho y que ejerce la libertad y que no hay ningún problema que pueden hacer lo que sea y aun cosas que no están establecidas en la Palabra, o violentar la Palabra, los Mandamientos del Señor, entonces, bueno pues esto es muy sencillo, va a traer un conflicto a una persona que está a tu alrededor que es débil en la fe, o que ya se está congregando o que todavía no se congrega. ¿Por qué? Porque toda la gente que está a tu alrededor te está mirando con lupa desde que tu llegaste al Señor.

Cuando tú te convertiste al Señor, la gente que está a tu alrededor, familiares y amigos empezaron a observarte, empezaron a ver tu comportamiento, empezaron a ver qué hacías y cómo lo hacías. Y se empezaron a dar cuenta que había cosas que ya habías dejado de hacer que antes hacías y que ahora ya no haces. Empezaron a ver que tú eras diferente, que te empezaste a arreglar los domingos para ir ala iglesia, que empezaste a cargar un libro en tu mano, empezaste a hacer cosas diferentes.

Empezaste a despreciar las fiestas mundanas, ya no te vieron con el cigarro en la mano, ya no te vieron llegar borracho, y entonces la gente te ve, te observa, y empieza a ver que eres diferente. Pero cuando tú vuelves a hacer lo mismo, algún detalle de lo que tú hacías, entonces la gente dice: mmm, no, ya me estaba yo convenciendo de ir a la iglesia cristiana, pero ya no voy a ir porque son unos hipócritas, todos. ¿Por qué? Porque te vieron hacer algo que antes hacías. 

Y una gente débil en la fe no va a entenderlo, y entonces va a decir: no, es un hipócrita, volvió a comer ahí. Y te va a volver a calificar y te va a volver encuadrar en una misma situación. Cuidado esto es grave. Y dice el apóstol Pablo: cuidado porque hay gente que se pierde por lo que tú haces. Debemos caminar con mucho cuidado, con mucho temor de Dios. ¿Por qué? Porque dice el apóstol Pablo: porque el débil por quien Cristo murió por él, y tiene salvación y tú lo estás llevando a perdición, lo que hacían los fariseos. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.

Hiriendo su débil conciencia; no hay una conciencia firme, fuerte de Jesucristo. No hay una conciencia firme en la fe, está una conciencia débil, que a penas empieza a formarse, que va creciendo poco a poco. Y esa débil conciencia te ve o te escucha y se puede perder. Y entonces estás ocasionando que esa persona peque contra Cristo. Y quien lo está llevando a ese punto está pecando no contra la persona, sino contra Cristo. Cuidado.

Debemos tener mucho cuidado, por eso nuestro Señor Jesucristo se detuvo con los discípulos en un momento y les dijo: a ver vamos a analizar esto, vamos a mirar. Claro que hay tropiezos y la gente va a poner tropiezos, y habrá tropiezos para los débiles, para los débiles en la fe, habrá tropiezos para los pequeñitos, pero no sean ustedes los que los ponen porque es bastante grave, tengan cuidado.

Nosotros debemos tener cuidado de lo que estamos haciendo. No podemos enseñar lo que no es de Cristo Jesús. Nosotros no podemos enseñar lo que no dice la Palabra. Nosotros no podemos enseñar algo que no sea la Biblia. Y como un paréntesis vamos a mirar algo que todos saben.

Mateo 28:19-20a  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.

¿Qué le debe interesar a todo cristiano? Lo que dice la Escritura. A mí no me interesa todo lo que dice la gente en relación a los brasileños, no me importa. Ah, es que los brasileños son o que no son. Allá ellos; Dios a mí me llamó para evangelizar, para dar a conocer las buenas nuevas de salvación. Dios te llamó con dos propósitos a ti. Primero: para que tengas salvación. Para que vivas por la eternidad con Dios. Segundo: para que tú des a conocer las buenas nuevas de salvación, no hay más.

Y nosotros nos tenemos que asegurar que no estamos poniendo tropiezo a los pequeñitos, a los débiles, a los que tienen conciencia débil, nos debemos asegurar de ello. Tú tienes que revisar qué conocimiento tienes de la Palabra. Tienes que revisar cómo te encuentras, ¿por qué? Para que no caigas en un error, para que lo que tú enseñes sea la sana doctrina. Esto es lo que quiere el Señor, no hay más.

Hay cristianos que pretenden, y en cantidad de ocasiones lo logran, hacer de los débiles de la fe o de los pequeñitos del Señor, sus prosélitos. ¡Cuidado! Nosotros no estamos llamados a hacer incondicionales nuestros, no. No estamos llamados a hacer seguidores nuestros, no. Nosotros estamos llamados a hacer seguidores de Jesús, no hay más. Yo tengo que hacer un seguidor de Jesús. Yo no puedo hacer un seguidor mío o un seguir de una persona que yo admire, ¡no! estoy cayendo en un error, la Biblia me lo establece y estoy haciendo algo grave. Estoy poniendo tropiezo en los pequeños, en los de conciencia débil y no lo puedo hacer, no lo debo hacer.

Esto a mí me condena y condena a la persona a la que le estoy hablando. Por lo tanto, yo tengo que enseñar lo que dice la Palabra del Señor. Yo no puedo hacer seguidores míos. Yo no pudo hacer incondicionales míos. Yo no puedo hacer partidarios míos, es más, no puedo hacer secuaces míos, no lo podemos hacer. Lo dice la Palabra: no hagas prosélitos dijo Jesús. ¿Por qué? Porque están perdidos. Quien está haciendo proselitismo ya está en el infierno, lo dijo Jesús, cuidado.

Si nosotros hacemos proselitismo no estamos ya ubicados en donde debemos, y estamos haciendo de esos prosélitos gente que se vaya al infierno, cuidado no lo hagamos. Por nuestra propia salud espiritual no hagamos cosas que no están de acuerdo con la Palabra.  Para hacerlo es preferible decirle a una persona: ¿sabes? Átame a mi cuello una piedra de molino, y aviéntame al mar. Cada vez que tú vayas a hacer, no a compartir el Evangelio, a hacer un prosélito o en otras palabras, cada vez que tú pretendas o pase por tu mente, o el demonio quiera utilizarte para hacer chismes, juicios o críticas, piensa en esa piedra que te pueden atar al cuello para aventarte al mar. Cuidado, no lo hagamos, la Palabra lo establece.

Una persona que enseña, una persona que comparte, que predica, que da testimonio tiene una gran responsabilidad. Tiene una responsabilidad muy seria, debemos tener mucho cuidado en lo que decimos, en lo que enseñamos, en lo que mostramos a la gente, muchísimo cuidado, ¿por qué? Porque podemos desviar a la gente. Podemos hacer que una persona venga a la iglesia no para que le dé honra y gloria a Dios. Ah mira, vamos a la iglesia, vas a ver la alabanza, toca muy bonito, te vas a sentir a gusto. ¡Perdón, no es el propósito, no lo es!

El apóstol Santiago hace un llamado muy enérgico precisamente para que nosotros no enseñemos de una manera inadecuada, sino para que lo hagamos de acuerdo a la voluntad de Dios, para no hacer caer a una persona en una situación difícil porque seremos nosotros castigados.

Un cristiano siempre debe estar metido en la Palabra de Dios. No podemos estar enseñando algo que no es la Palabra. No podemos andar en el chisme, por eso el apóstol Santiago dice: ten cuidado con lo que enseñas. Ten cuidado con lo que hablas. ¿Qué estás hablándole a los demás? Tú no sabes cuanta fe tenga la persona a la que le estás hablando, a la que le estás diciendo algo. Tú no sabes si la persona que está junto a ti, es más, si tu propio familiar tiene todavía una conciencia débil, si todavía es un pequeñito, no lo sabes. Y si tú le hablas algo inadecuado lo puedes hacer tropezar.

Yo he visto cantidad de ocasiones a hermanos que han hecho comentarios de la iglesia ahí en sus familias, y uno que empezaba a acercarse a la iglesia se cae por el comentario fuera de lugar. Yo he escuchado, incluso una ocasión fuimos mi esposa y yo a comer con unos hermanos que nos invitaron a su casa. El matrimonio tenía aproximadamente unos once hijos, los hijos de él, los hijos de ella y los hijos de los dos; un familión. Él, servidor de la iglesia en la que se congregaba.

Empezamos a platicar, esto fue en otro Estado de la República; estábamos platicando durante la comida y él nos dijo que la iglesia en la que estaba pues no estaba bien, que el que enseñaba, el que daba los cursos no tenía capacidad. Que él sí tenía capacidad para enseñar y que el que estaba enseñando no tenía. Que las cosas, que el líder de alabanza pues no estaba muy ungido que deberían cambiarlo, etc., etc., etc. Se la pasó hablando muchas cosas.

Ya casi al terminar la comida él nos dijo: yo estoy preocupado porque mis hijos no se afirman en la iglesia. Y entonces le dijimos: perdón, cómo quieres que se afirmen tus hijos en la iglesia si lo que están oyendo aquí de sus papás es pura basura de la iglesia.  El pastor es un bueno para nada.  El líder de enseñanza no sabe. El líder de alabanza no tiene idea de cómo tocar. El que recibe a los hermanos en la puerta está mal encarado. A ti solamente te hablan cuando necesitan dinero.  Perdón, si yo fuera tu hijo y te oyera, yo no voy a tu iglesia, así de fácil.

Y muchas ocasiones me dicen: Hermano ¿por qué mi hijo no quiere ir a la iglesia? Pues por todo lo que oye que tú le dices, por todo lo que tú comentas. Porque no sabes quién en un momento determinado es un débil en la fe, quién tiene una conciencia débil todavía y lo haces tropezar, lo haces caer. Y la gente no se acerca al Señor no por causa del Señor, no se acerca por causa nuestra por lo que nosotros hablamos, por lo que nosotros testificamos y lo que damos por ejemplo. Por eso el apóstol Santiago dice: ten cuidado lo que enseñas. ¿Por qué? Porque te puedes condenar si tú haces caer a alguien. Debemos tener mucho cuidado.

Dios a través del profeta Malaquías habla con mucha dureza también a aquellos que han hecho tropezar a los pequeñitos, a los de conciencia débil.

Malaquías 2:7-8 Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos. 8Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos.

Romanos 14:12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

Cuidado, es algo personal. Nadie te va a apoyar, nadie te va a ayudar. En aquel día tú estarás delante de Dios y tú darás cuenta de ti mismo. Darás cuenta de lo que tú has hecho. No de lo que ha hecho otra persona, sino de lo que tú has hecho. Y esto es delicado.

Versículo 13  Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.

Ya no juzgues, fíjate hacia dónde va el apóstol. Vas a dar cuenta de ti, o sea que ya no juzgues, a Dios no le gusta, cuidado. Y te pone de esos letreros luminosos que prenden y apagan ¿no? ¡Alerta ¡Peligro! ¡Cuidado! ¡No juzgues! Mira, no estén juzgando más los unos a los otros, no se juzguen. Ya vivan como hermanos. Decide mejor, en lugar de juzgar, en lugar de criticar, de chismear, decide no poner tropiezo a los demás. No pongas tropiezo a los hermanos. No pongas tropiezo a la gente. No ocasiones que la gente caiga por tu culpa, al contrario, se un instrumento de Dios que extienda la mano y dé bendición a la gente que está a tu alrededor y le levantes.

Imagínate que hermoso será ese día en el cual tú estés delante del Señor dando cuenta y te diga: ¿Qué has hecho? Señor, yo levanté a los hermanos, yo apoyé, yo hice, yo fui un instrumento tuyo para traer a la gente a tu conocimiento, para traer a la gente a la verdad, a lo que dice tu Palabra. Enseñé la Palabra conforme y tú lo estableces, siempre enseñé la sana doctrina. Y que te diga el Señor: Es cierto, aquí estás. Sí, adelante, pasa a la gloria de tu Señor.

Y no que digas: no pues por mis actitudes, por mi ejemplo pues hubo vecinos que no quisieron aceptar a Cristo Jesús. Hubo vecinos que ya finalmente los convencí, familiares que ya iban a la iglesia y como yo no cambiaba en la casa, pues mis familiares, mis hijos, se apartaron del camino. Pues hubo un hermano que yo le hice un comentario y desde que le comenté algo que yo vi ya no volvió a la iglesia. Cuidado, enseñemos lo que tenemos que enseñar: la Palabra de Dios.

1 Juan 2:10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.

Si nosotros le damos vuelta al versículo, en periodismo decimos: si lo refriteamos, es decir, si le damos así como varias vueltas, vamos a encontrar algo muy interesante. El que verdaderamente está en Dios, el que tiene comunión con el Señor, es decir, el que permanece en la luz, ama a su hermano en la fe, lo ama, siente el amor de Dios por él, y por lo tanto no le hace tropezar al contrario.

Hermano, vive en comunión con Dios, vive en esa perfecta relación a través de la cual el Señor ponga en tu corazón un profundo amor por el hermano. ¿Se puede? ¡Claro! ¿Hasta por Miguel? Sí, hasta por él. ¿Lo podemos amar? Sí. Porque esa comunión que tienes con Dios pone en ti amor. Y ese amor que tú sientes de Dios y que tú tienes por Dios se extiende a los que están a tu alrededor, les ministras de tu amor y por lo tanto al amarles no vas a hacerles tropezar.

Cuando amamos a una persona lo menos que queremos es que a esa persona le vaya mal o que esa persona se tropiece, se caiga. No queremos ni que se enferme, no queremos que tenga problemas, no queremos que tenga angustias, no queremos que le pase nada a la gente que amamos, y nos cuidamos de lo que le decimos. Así tiene que ser con los hermanos en la fe. Todos los que tenemos hijos sabemos, cuando tenemos a nuestro primer hijo cómo sufrimos cuando algo les pasas.

Cuando vemos al bebé que tiene su carita triste, ¿qué le pasará, qué tendrá? Está triste ve su carita. ¿Qué tiene? Pues no habla, nada más se queja, llora o está angustiado y empieza el bebé a llorar, no sabemos qué tiene. Corremos con el doctor y él ya lo revisa y nosotros nos angustiamos y si vemos que hay que ponerle alguna inyección, quisiéramos que esa inyección fuera para nuestra esposa. O sea, amamos a nuestro bebé, no queremos que les pase nada. Si pudiéramos llevábamos a nuestros hijos hasta su trabajo. Haríamos lo que fuera y hacemos lo que sea, ¿por qué? Porque les amamos.

Ese amor es el que Dios quiere que nosotros tengamos para nuestros hermanos en la fe. Ese amor a través del cual nosotros protejamos a nuestros hermanos. No seamos una ocasión de caer, no seamos una pierda de tropiezo. Tengamos cuidado con lo que hablamos, con lo que testificamos, con lo que hacemos, cuidado, no seas piedra de tropiezo.

Fuente: http://www.levantare.org/