Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

martes, 14 de noviembre de 2017

Las naciones y sus gobiernos

Israel pide Rey. Primer gobierno humano I Samuel 8.


Samuel fue uno de los mejores jueces de Israel en el período histórico que se conoce como la “Era de los Jueces”. En ese tiempo no había rey en Israel; los gobernadores eran los jueces. 

Supuestamente los israelitas debían reconocer que Dios era su Rey, y los jueces eran simplemente representantes que se encargaban de mantener el orden social según los principios establecidos por la ley de Dios. Pero no siempre sucedió así. La gente tendía a hacer lo que quería, lo cual les llevaba a pecar, a alejarse de Dios. (Jueces 21:25) En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos. Como consecuencia de su desobediencia, les iba mal. Cuando llegaban a un estado calamitoso, clamaban a Dios. El escuchaba desde el Cielo, y les enviaba un juez, que los libraba de sus enemigos y les enseñaba a vivir como Dios manda. Pero la siguiente generación volvía a olvidarse del orden de Dios. Volvían a hacer lo que querían, y volvían a caer en desorden y caos (Jue. 2:10-19). 

El círculo vicioso estaba a punto de volver a suceder en Israel cuando Samuel envejeció y se levantó la siguiente generación…

LOS HIJOS NO ERAN COMO SU PADRE

(1 Sam. 8:1-2) Y aconteció que cuando Samuel era ya viejo, puso a sus hijos como jueces sobre Israel. (2) El nombre de su primogénito era Joel, y el nombre del segundo, Abías; éstos juzgaban en Beerseba. Los hijos de Samuel tenían “nombres” con significados gloriosos y santos: Joel (heb. Yoel) significa: YHVH es Dios Abías (heb. Abiyah) significa: Mi padre es YHVH Lamentablemente, sus vidas no eran muy santas. (1 Sam. 8:3) Pero sus hijos no anduvieron por los caminos de él, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho. Betzah (heb.) ganancias injustas, adquiridas con violencia  Shojad (heb) soborno, cohecho

La Torá claramente señala que los jueces no deben aceptar sobornos ni obtener ganancias deshonestas. (Exo. 23:8) Y no aceptarás soborno, porque el soborno ciega aun al de vista clara y pervierte las palabras del justo. (Deu. 16:18-20) Nombrarás para ti jueces y oficiales en todas las ciudades que el SEÑOR tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justo juicio. (19) No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo. (20) La justicia, y sólo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.

Una de las ventajas del sistema de jueces es que los puestos de liderazgo se otorgan por “mérito”, no por herencia como en el caso de los reinados. Pero Samuel cometió el error de querer dejar a sus hijos como sucesores de su puesto como juez, a pesar que ellos no contaban con el mérito necesario. El pueblo reaccionó a esta decisión, y en ese momento pidieron un rey. (1 Sam. 8:4-5)  Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá, (5) y le dijeron: Mira, has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones. 

ISRAEL PIDE UN REY

La petición de un rey parecía justa y razonable, dadas las circunstancias. Sin embargo, hay algo en el fondo de esta petición que debemos revisar…Esta petición, tal como estaba planteada, tenía dos motivaciones erradas: Pedían un rey humano, haciendo a un lado a su Rey celestia.  Querían ser como las demás naciones.

Rey humano, en lugar del Rey Divino

Es curioso que en lugar de pedir un juez justo, los israelitas pidieron un REY. ¿Acaso no tenían un Rey? Ciertamente no contaban con un rey terrenal, pero sí tenían a Dios como su Rey. Pero parece que ellos no estaban concientes de esto. Reconocían el liderazgo de los jueces, pero no apreciaban la autoridad superior que estaba detrás de ellos. En Israel, un juez no tenía la autoridad absoluta; él simplemente era un mediador de conflictos y un maestro de la ley. Él era un representante de Dios, siendo Éste último el verdadero Rey de Israel. Pero el pueblo no estaba conforme con un líder a quien no pudieran ver. Esto nos lleva al segundo punto…

Como las demás naciones

Una señal que la petición del pueblo era torcida es que ellos pidieron “un rey como todas las naciones” (en hebreo: C’Jol HaGoyim = lit. como todos los gentiles), es decir, como el mundo.” En lugar de tener puestos los ojos en Dios y buscar en Su consejo la mejor forma de vivir, los israelitas miraban a los vecinos para inspirarse en su estilo de vida. Ellos querían ser como los demás. ¿No nos pasa ahora lo mismo? ¿Quién determina la forma en que llevo mi vida? ¿En quién me inspiro? ¿A quién imito? 

Esto mismo pasó por la mente de los israelitas en el Monte Sinaí. Cuando creyeron que Moisés había muerto, hicieron el Becerro de Oro (Exo. 32:1). La realidad es que la bendición no viene por el liderazgo, sino por la OBEDIENCIA a Dios, nuestro Rey. (Salmo 81:10-16)  Yo, el Señor, soy tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto; abre bien tu boca y la llenaré. (11) Pero mi pueblo no escuchó mi voz; Israel no me obedeció. (12) Por eso los entregué a la dureza de su corazón, para que anduvieran en sus propias intrigas. (13) ¡Oh, si mi pueblo me oyera, si Israel anduviera en mis caminos! (14) En un momento yo subyugaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios. (15) Los que aborrecen al Señor le fingirían obediencia, y el tiempo de su castigo sería para siempre. (16) Pero yo te alimentaría con lo mejor del trigo, y con miel de la peña te saciaría.

Entonces, ¿estaba mal que Israel pidiera un rey? La realidad es que Dios había contemplado en la Tora darles un rey (Deu. 17:14-20). Esto iba a suceder eventualmente, cuando Dios eligiera al rey idóneo para Israel. El problema es que ellos se estaban adelantando al tiempo de Dios. Además, lo estaban pidiendo por las razones equivocadas. Esto es lo que debía corregirse. Por otro lado, el riesgo de un rey terrenal es que podía tomar el lugar de Dios a los ojos del pueblo…

RECHAZO A DIOS, NO A SAMUEL

Al principio, Samuel se ofendió en forma personal por la petición del pueblo, ya que creyó que el rechazo era hacia él. Pero Dios le aclaró que en realidad a quien estaban rechazando era a su Rey celestial. (1 Sam. 8:6-8)  Pero fue desagradable a los ojos de Samuel que dijeran: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró al Señor. (7) Y el Señor dijo a Samuel: Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a mí para que no sea rey sobre ellos. (8) Así como todas las obras que han hecho desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonandome y sirviendo a otros dioses, así lo están haciendo contigo también. El rechazo era a Dios, quien era el Rey de Israel. Pero Dios nunca obliga a nadie a someterse a Él. 

ADVERTENCIA SOBRE LOS REYES

Si Israel quería otro rey, Dios lo iba a permitir. Sin embargo, el Señor le pidió a Samuel que les advirtiera sobre las implicaciones de esa decisión. La palabra “advertir” está escrito dos veces en este contexto. En hebreo es "Ud" (עוּד) que significa: repetir, regresar, testificar una y otra vez. 

Esta es la advertencia que Dios les dio:

(1 Sam. 8:9-17) Ahora pues, oye su voz. Sin embargo, les advertirás solemnemente y les harás saber el proceder del rey que reinará sobre ellos. (10) Entonces Samuel habló todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido rey. (11) Y dijo: Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros. (12) Nombrará para su servicio comandantes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros. (13) Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. (14) Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos. (15) De vuestro grano y de vuestras viñas tomará el diezmo, para darlo a sus oficiales y a sus siervos. (16) Tomará también vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y los usará para su servicio. (17) De vuestros rebaños tomará el diezmo, y vosotros mismos vendréis a ser sus siervos. 

El Señor les dio un “reality check”. Lo que ellos estaban pidiendo no era tan glamoroso como se lo imaginaban. Lo que ellos estaban escogiendo era quién iba a ser su señor y a quien iban a servir…no quién les iba a servir a ellos. La más dura advertencia vino de último: (1 Sam. 8:18)  Ese día clamaréis por causa de vuestro rey a quien escogisteis* para vosotros, pero el Señor no os responderá en ese día. *La traducción de la palabra “Escoger” (heb. Bajar) también significa: seleccionar, preferir.  Los israelitas estaban a punto de escoger a quien preferían como “rey”: a Dios o a un hombre. 

El rey no sólo es el encargado de gobernar, sino de defender a la nación. Si ellos escogían a un rey humano, Dios se haría a un lado y dejaría esa responsabilidad al otro. ¿A quién escogió el pueblo? (1 Sam. 8:19-20)  No obstante, el pueblo rehusó oír la voz de Samuel, y dijeron: No, sino que habrá rey sobre nosotros, (20) a fin de que seamos como todas las naciones, para que nuestro rey nos juzgue, salga delante de nosotros y dirija nuestras batallas. A pesar de estas advertencias, el pueblo no cambió de opinión.  Es curiosa la explicación que dieron los israelitas, ya que todo lo que ellos esperaban de un rey, el Señor ya lo hacía. Lo que ellos pedían, era un rey que……los juzgue;…salga delante de ellos;…pelee sus guerras. El problema no era que Dios no cumpliera con su parte, sino que el pueblo no le obedecía ni creía en Él. 

La realidad es que los israelitas preferían ser “igual” que las demás naciones del mundo (heb. C’Jol HaGoyim), es decir, como el mundo.

No sólo estaban rechazando a Dios como su Rey, sino que también como su Defensor, YHVH de los ejércitos. Hasta ese momento, los israelitas no habían contado con carros ni gente de a caballo, que es lo que daba ventaja en la guerra. La seguridad de un rey humano está en sus fuerzas militares. Eso es lo que Israel quería, en lugar de confiar en YHVH de los ejércitos. (Oseas 13:9-12)  Tu destrucción vendrá, oh Israel, porque estás contra mí, contra tu ayuda. (10) ¿Dónde está ahora tu rey para que te salve en todas tus ciudades, y tus jueces de quienes me decías: Dame rey y príncipes? (11) Te di rey en mi ira, y te lo quité en mi furor. (12) Atada está la iniquidad de Efraín, guardado su pecado.

¿Por qué Israel prefería un rey humano en lugar de reconocer a Dios como Su Rey? 
En el fondo, este rechazo se debía a que ellos querían hacer su propia voluntad. Pero esto es sólo una ilusión, ya que el rey los sometería a una esclavitud virtual. De la misma forma es el pecado—uno tiene la ilusión que uno hace lo que quiere, pero la realidad es que uno termina siendo “esclavo del pecado”. El Señor oyó la petición del pueblo. Él respeta nuestras decisiones, aunque no sea la mejor ni la que nos conviene. La elección es nuestra. (1 Sam. 8:21-22)  Después que Samuel escuchó todas las palabras del pueblo, las repitió a oídos (heb. Ozen) del Señor. (22) Y el Señor dijo a Samuel: Oye su voz y nómbrales un rey. Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: Váyase cada uno a su ciudad.

El Señor les iba a dar el tipo de rey que ellos habían pedido: un rey de buena apariencia, pero no de óptima esencia. El primer rey de Israel fue según el deseo del pueblo: Saúl. Pero luego de él vino un rey según el deseo del corazón de Dios: David. 

Fuente: estudiobiblia.blogspot.cl