Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

sábado, 29 de marzo de 2014

Servir a Dios y también al pecado

Muchos sirven a Dios en la carne


Hay quienes están altamente involucrados Sirviendo a Dios y al pecado en el servicio a Dios. Pero simultáneamente están experimentando caídas repetitivas en pecados secretos, vicios mundanos o distintos tipos de hábitos pecaminosos.

Algunos siguen adelante en el servicio pues lo ven como un deber y una gran responsabilidad que no pueden dejar sin ofender a Dios, pero muchas veces sus conciencias resultan cargadas y manchadas por la ausencia de santificación. En el peor de los casos estamos describiendo a alguien que no ha sido regenerado. Quizás tenga años en la iglesia, cante o toque algún instrumento, sea líder de jóvenes o de grupo, tal vez diácono o incluso pastor; todo va muy bien mientras se está en público, donde se puede demostrar el compromiso, la seriedad y el amor al “Señor” con el servicio; sin embargo, ninguna de esas actividades o posiciones garantizan que tal persona sea un verdadero hijo de Dios ni que el servicio que está brindando sea aceptado por Él.

Hoy en día con tantas iglesias “evangélicas” alejadas de la sana doctrina y con la gran ausencia del evangelio verdadero en los púlpitos ésto no es de extrañarse. De hecho, quienes trabajamos en aconsejamiento lo sabemos bien porque muy seguido vemos casos así. Líderes y siervos en distintas áreas, cayendo regularmente en pecados habituales pero no dispuestos a dejar o suspender el servicio hasta cumplir un tiempo de restauración. También en iglesias que tradicionalmente fueron fundamentales y bíblicas hoy en día se encuentran personas involucradas al servicio sin un testimonio público de transformación por el evangelio. ¡Cuánto más habrá con un testimonio que es sólo apariencia! Sin embargo, en este último tiempo hemos visto también venir a Cristo a varios que después de “años de iglesia y liderazgo” son salvados por la gracia de Dios y desde entonces son transformados por la maravillosa obra de santificación que hace el Espíritu Santo en cada uno de los redimidos.

El servicio al Señor que vale es solamente aquel que realizan los salvos, es decir, los que han nacido de nuevo. Los falsos creyentes; tanto los que son sinceros consigo mismo y que son conscientes de que no son salvos, como aquellos autoengañados que piensan que tienen salvación pero en realidad no la tienen ni dan fruto de ella; todos ellos, pueden dedicar tiempo, esfuerzo y dinero para servir a Dios, pero su fin será perdición y castigo eterno. En las palabras mismas de Jesucristo fue descrito de esta forma:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23

¿Cuál es la voluntad del Padre?

…pues la voluntad de Dios es vuestra santificación. 1 Tesalonicenses 1:3

Ahora bien, también los verdaderos creyentes tienen luchas con el pecado y muchas veces caen, tropiezan, y deshonran a Dios que los salvó. ¿Cuál es la diferencia entonces? La diferencia central que encontramos en las Escrituras es que el verdadero creyente está en el proceso de santificación y el falso creyente no puede comprobar esta obra de Dios en su vida o por lo menos, no puede desearla como algo definitivo para el resto de su vida (quizás el anhelo de santidad sea solo temporal y por motivos egoístas).

La santificación comienza en todos los hijos de Dios en el mismo momento de la salvación:

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. 1 Corintios 6:9-11

Algo que describe a los que son santificados es que pueden hablar sobre lo que eran (verbo en pasado) al comprobar el efecto del evangelio en sus vidas. Si alguien pretende servir al Señor y no puede decir que “era …. (agregar la cualidad pecaminosa que lo describía)” seguramente todavía está sirviendo al pecado y por lo tanto no hay evidencia de que haya sido santificado ni lo esté siendo. Es verdad que hay un período de inmadurez en el recién convertido donde suele confundirse la identidad de salvación por la dureza de la lucha contra el pecado (aunque no creo en el cristiano carnal); sin embargo, si es edificado en la sana doctrina no debería pasar mucho tiempo para que compruebe y diga con total firmeza: “yo era tal o cual pecador” pero “ya he sido lavado, santificado, justificado”.

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él. Colosenses 1:21-22

¿Puedes decir de ti mismo que has tenido un cambio radical por el evangelio de modo que te describes como una nueva persona que ya no vive en las prácticas que antes tenías, que rechazas el pecado que antes te dominaba y que luchas contra él y ves avances de modo que cada vez te ves a ti mismo más lejos de quien eras y más moldeado a tu nueva identidad en Cristo Jesús? ¿Puedes decir con limpia conciencia que no eres esclavo de algún pecado en particular y que al recordar los pecados en los que antes estabas sientes vergüenza o por el contrario sigues esclavizado y deleitándote en ellos?

Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Romanos 6:20-21

Quiera Dios utilizar este artículo para llamar a la reflexión a quienes involucrados en el servicio se engañan a sí mismos pretendiendo agradar a Dios sin haber sido transformados por él y asimismo, que sea esta meditación un estímulo al verdadero creyente para avanzar en pos de la santidad:

Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Romanos 6:22

Se puede servir sin ser santificado pero no se puede estar siendo santificado y no servir.

Fuente: verdadenamor.wordpress.