Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

lunes, 23 de abril de 2012

El Espíritu Santo y las caídas.

El diablo puede copiar la manifestación del Espíritu.


En el Nuevo Testamento no encontramos ni un sólo caso de personas que hayan "caído" (como caen hoy) durante una ministración del Señor Jesucristo o de sus más inmediatos seguidores. Eso nos debería de dar en qué pensar ya que Jesús es el modelo de lo que todo siervo de Dios debería ser y hacer en esta dispensación. Es impresionante descubrir que las únicas personas que "cayeron" en tierra durante el ministerio público de Cristo fueron aquellas que estaban atadas u oprimidas por demonios (ver Mr.1:26; 9:20,26; Lc. 4:25; 9:42).

Lo mismo ha ocurrido numerosas veces en los seminarios de liberación que dicto en diferentes países. Al hacer una oración pública de liberación, los demonios se manifiestan, a veces en forma casi imperceptible y en otras, en forma violenta. Algunas personas caen al suelo llorando, gritando, pataleando, etc. Estos casos son los más fáciles de discernir. Pero cuando no estamos seguros del origen de una manifestación, en obediencia a la Palabra "probamos" los espíritus para saber si son de Dios (1 Jn. 4:1). En muchas ocasiones descubrimos que el espíritu que se está manifestando es un demonio (a veces de tipo religioso) que nos está tratando de engañar, pretendiendo que es el Espíritu Santo.

¿Qué ocurre entonces cuando en reuniones públicas numerosas personas "caen" de espaldas al ser ministradas por algún siervo de Dios? Según mi experiencia personal, muchas personas ya vienen al altar predispuestas, anhelando una experiencia de esta naturaleza. En algunos casos he discernido que están operando bajo "el poder de la sugestión". Algunas de ellas al sentir el toque de la mano del ministro simplemente "se dejan ir" para atrás. Siempre habrá personas que simulen o pretendan sentir algo, con tal de no quedarse al margen cuando el "espíritu" está operando en esta forma.

Para evitar que esta clase de personas "caigan", al ministrar coloco suavemente una mano en la frente de la persona que ha venido al frente a recibir ministración, y la otra detrás de su nuca. Así detengo la "caída" cuando percibo en mi espíritu que la manifestación no es de Dios, sino de la carne. En casos como éste, le ordeno a la persona arrodillarse o postrarse en una actitud de arrepentimiento o de entrega personal a Jesucristo. Si a pesar de las precauciones que tomo alguna persona "cae", me inclino o arrodillo a su lado y comienzo a reprender y exigir que el espíritu en ella se identifique. Muchas veces, la persona empieza a temblar, gritar, forcejear, etc., demostrando en forma evidente que otro espíritu, diferente al Espíritu Santo, está en ella. Lo que ocurre en estos casos es que la unción del Espíritu Santo operando en ese momento obliga a los demonios en la persona a manifestarse y, por lo tanto, es el tiempo más oportuno para liberarla de su opresión o cautividad.

Hace varios años visité la iglesia en el Canadá que se hizo famosa por Las Caídas. Durante más de un año esta iglesia se convirtió en la mayor atracción turística de Toronto. Miles de personas llegaban mensualmente de todo el mundo a observar los fenómenos espirituales que a diario estaban ocurriendo allí. La gente no sólo "caía", sino que se estremecía y se reía frenéticamente, llegando aun algunos a emitir sonidos roncos similares a los de ciertos animales. Algunas personas rebotaban como canguros y otros andaban "tocando" instrumentos musicales invisibles. Nadie se atrevía a interferir o a imponer el orden.

El día que yo visité la iglesia estaba presente un grupo de más de 70 japoneses que habían llegado directamente de Tokio a la reunión. Cuando se inició la ministración, la mayoría de ellos "cayeron" al piso y comenzaron a moverse espasmódica o rítmicamente. Me acompañaba en esa ocasión uno de mis hijos que, por cierto, no estaba en las mejores condiciones espirituales. Al manifestarse "el espíritu" en los japoneses, él se me acercó y me dijo: "Papá, estas personas tienen demonios, ¿por qué no oras por ellos para que sean libres?", a lo cual tuve que replicar: "No puedo, pues no estoy autorizado para hacerlo."

Era obvio que muchos de esos japoneses, quizás convertidos del budismo o shintoismo estaban seriamente afectados por espíritus inmundos y, sin embargo, nadie se interesó por ministrarles liberación. En realidad, esta iglesia había estado involucrada en la liberación antes de iniciarse "la renovación", pero habían dejado a un lado la liberación creyendo que habían descubierto algo más efectivo y más fácil que la liberación como remedio a los graves problemas de muchos seres humanos.
Puedo reportar que cuando visité la misma iglesia tres años más tarde las cosas habían comenzado a cambiar. Aunque todavía había algunas manifestaciones como las qué ya describí, sin embargo la iglesia se estaba nuevamente envolviendo en la liberación pues se habían dado cuenta que muchas personas que acudían a sus reuniones la necesitaban.

Durante uno de mis viajes al Canadá ministré en una filial de la iglesia de Toronto, donde con el permiso del pastor, "probé" los espíritus. Cuando exigí que se identificara el espíritu manifestado en un hombre caído de espaldas frente al pulpito, el hombre comenzó a retorcerse como serpiente, dando por fin un grito espeluznante: "¡Yo soy Satanás!" que hizo que todos los que estaban "caídos" alrededor de él saltaran y regresaran sobresaltados a sus asientos. Descubrí esa misma noche que el hombre en cuestión era anciano de la iglesia.

Varias veces le he pedido a las personas que creen y promueven la experiencia de "caer" (de espaldas, naturalmente) que me den pruebas fidedignas de que esto haya ocurrido en tiempos bíblicos. Y la única que me ofrecen es la que se encuentra en Juan 18:3-8 cuando Jesús en el jardín del Getsemaní se identificó ante la turba que venía a apresarlo amparada por la oscuridad de la noche. Cuando Jesús dijo: ¡Yo soy! (una expresión prohibida a los judíos de aquel tiempo por ser el nombre de Dios revelado a Moisés en Ex. 3:14), la Escritura dice que aquellos hombres, asustados, sorprendidos, "volvieron atrás, y cayeron en tierra."

Este pasaje no dice precisamente que ellos hayan caído de espaldas, sino que al retroceder cayeron al suelo, sin indicar precisamente en qué posición quedaron. Es obvio en este caso que Jesús ni los tocó, ni los empujó (como algunos desafortunadamente acostumbran hacerlo hoy), ni les sopló. Además es necesario observar que estos hombres no eran ni siquiera seguidores de Cristo y que no estaban siendo ministrados en el momento en que ocurrió el hecho. Horas más tarde, estos mismos hombres probablemente se unieron a la multitud que a voz en cuello gritaba: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

La única porción en toda la Biblia donde habla de "caer de espaldas" se encuentra en Isaías 28:13, donde a la letra dice: "...que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, y enlazados, y presos." Al leer estas palabras nos deberíamos detener a reflexionar, ya que los resultados de esta experiencia no parecen ser nada favorables. Es interesante notar en las Sagradas Escrituras que casi la totalidad de las personas que "cayeron" bajo el poder de Dios cayeron hacia adelante (sobre sus rostros) y no de espaldas. Algunos ejemplos:

1) Génesis 17:3,17 - Abraham "cayó sobre su rostro" cuando Dios se le apareció para revalidar Su pacto con él.
2) Levítico 9:23, 24 - Moisés, Aarón y el pueblo "cayeron sobre sus rostros" cuando la gloria de Jehová se apareció a vista de todo el pueblo.
3) Josué 5:14 - Josué "se postró sobre su rostro y adoró" cuando tuvo un encuentro en las afueras de Jericó con el "Príncipe del ejército del Señor" (posiblemente una Cristofanía, una manifestación del Hijo de Dios preencarnado).

En conclusión, quiero decir que después de más de 35 años de vida y ministerio en el Espíritu y de un estudio intensivo de la Palabra de Dios he llegado a las siguientes conclusiones: Que en la Biblia SÍ existe una experiencia en que individuos o congregaciones enteras cayeron espontánea y reverentemente postradas en la presencia de Dios (sobre sus rostros y no de espaldas) en una actitud de humillación, rendición y adoración. Que en ninguno de los casos bíblicos hubo intervención humana alguna. Nadie provocó la caída, tocando, soplando, etc.

Que cuando una persona cae (de espaldas, particularmente), haya sido tocada o no, es necesario "probar los espíritus" (1 Jn. 4:1-6) para ver quién se está manifestando en ese momento, el Espíritu Santo o un espíritu maligno. En este último caso, hay que proceder a liberarla.Todos los pasajes bíblicos que hemos considerado en este escrito, nos obligan a reevaluar nuestra posición en cuanto a Las Caídas, llamadas por algunos "el Reposo." Si llegamos a comprobar que esta experiencia (como algunos la practican hoy) no tiene apoyo en los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento, deberíamos descartarla, pues podría ser aprovechada por el enemigo para transferirnos espíritus de error que a la postre nos podrían desviar del camino de Dios.

Fuente: el tiempo final.com