Este blog rinde honor y alabanza al Dios de nuestra salvación a Jesucristo el Señor.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Cuando Jesucristo llega, Satanás huye!!

El Señor lo libró de demonios, después de tanto sufrir.
Soy natural de la provincia de Cautín y por espacio de ocho años soporté una terrible enfermedad; cuando tenía quince años, una noche dormía y desperté aterrorizado: sentí como un poder satánico me embargaba y hacía sacudir mi cuerpo. Desde aquella vez fui continuamente atormentado y ya no hubo descanso para mí. Por supuesto, me llevaron al médico quien me recetó algo para los nervios, aunque confesó que no entendía que tipo de enfermedad me afectaba.

La fuerza poderosa que tenía dominio sobre mí me retuvo dos años en cama, manteniéndome con diversos remedios. Tenía miedo de la gente y por lo tanto no quería ver a nadie; muchas veces perdía el conocimiento; otras me arrancaba de la cama y huía a los campos para que nadie me viera. En uno de mis momentos de mayor lucidez rogué a mis padres que me mandaran a Santiago; ante mi insistencia, ellos accedieron. Yo tenía la esperanza de que, cambiando de lugar, podría sentirme liberado. Pero mi mal no me dejaba. Temía estar solo en mi pieza y salía a deambular por las calles sin rumbo fijo. Tal vez la gente al pasar no se diera cuenta de mi estado. Pero el demonio me hacía pensar que yo no tenía salvación, que estaba totalmente condenado a vivir así. Ahora reconozco que todo eso era de Satanás, antes sólo pensaba que era un grave desequilibrio nervioso, como lo había diagnosticado el médico. Cuando hice el Servicio Militar recibí muchos castigos a causa de esta enfermedad, puesto que el demonio me llevaba donde él quería. Así nunca podía mirar a nadie de frente y el frío y el miedo no se me quitaban ni de día ni de noche. A todo esto agregaba una alergia nerviosa (según diagnóstico) que me atacaba varias partes del cuerpo, me causaba gran comezón y sangraba, todo lo cual me causaba ira y la ira, comezón desesperante... Cuando me dominaba la ira, tomaba mis ropas y las despedazaba. ¿Comprenden ustedes por qué muchas veces quise quitarme la vida?. Sin embargo, Dios nunca lo permitió...

Seis años transcurrieron viviendo lejos de mis padres y sin poder librarme del demonio, que ya me había despojado de toda la fe, de la esperanza que antes pude tener. Pero, amigos, la gran misericordia, el amor inmenso de nuestro Salvador Jesucristo, es maravillosa. Un día feliz, también me llamó a mí, si, A MÍ, que me consideraba la escoria de la sociedad. Así fue que, encontrándome sin trabajo, acudí a una hermana mía para pedirle una pieza donde alojar. No la visitaba hacía mucho tiempo y me encontré con la novedad de que ahora era evangélica. Es claro que me invitaron a las reuniones y acepté acompañarles el domingo siguiente. Cuando entré al templo, perdí el conocimiento y no me acuerdo de nada de lo que allí pasó. Eso, por supuesto, era obra del demonio. Sin embargo, seguí asistiendo: no entendía nada de las predicaciones. Cada vez que procuré clamar a Dios no podía porque, en el momento de hablar, me olvidaba de lo que quería decir. Pero un lunes, estando en reunión, doblé mis rodillas y sentí un gozo muy grande: pude confesar muchas cosas a Dios y le pedí que quitara de mí el poder que me atormentaba. El pastor y toda la congregación intercedieron en la oración por mí y, queridos amigos, es inexplicable la gran obra de sanidad que el Señor hizo en mi: las cadenas que me habían atado por ocho largos años, fueron quitadas.
El 15 de julio de 1968 di públicamente gracias a mi Señor. Ahora le sirvo feliz y agradecido hasta la eternidad, tanto en lo físico como en lo espiritual. Jesucristo me sacó del abismo tenebroso en que me hallaba para traerme a vivir gozosamente en la luz del glorioso evangelio.
fuente: Testimonios de salvación.